Por Catalina Márquez (Universidad Nacional de Moreno)
Fotografía: Gentileza Bernardino Avila

Según la Ley Nacional 25054, los fondos del Sistema Nacional de Bomberos Voluntarios provienen del aporte obligatorio del cinco por mil, que deben realizar todas las compañías aseguradoras del país. Ese dinero debe ser transferido al Ministerio de Hacienda, el cual se encarga de repartirlo en partes iguales a los más de 1.000 cuarteles, 25 Federaciones Provinciales y al Consejo Nacional de Bomberos. Los bomberos no solo reclaman al gobierno nacional la incorporación al presupuesto 2018 de 614 millones de pesos que no fueron contemplados en la partida original, sino que también piden el pago del excedente de recaudación que hubo el año pasado, en relación al presupuesto votado para el 2017. 

El desfasaje de los números denunciado está poniendo en peligro la prestación del servicio público que se brinda de manera voluntaria en el 80% del país. A través de un comunicado, el Consejo de Federaciones de Bomberos Voluntarios se ha declarado en “estado de alerta y movilización”, y en ese contexto realizaron hoy un “sirenazo” frente al Congreso Nacional.

Luis Goenaga, Presidente del Consejo Directivo de la Asociación Bomberos Voluntarios de Luján, afirmó: «Nosotros contamos con otros ingresos, pero hay cuarteles que su único sustento es este subsidio y no lo están cobrando». El cuartel funciona desde 1956 y cuenta con una ordenanza municipal promulgada en 1987 que consiste en que un porcentaje de la factura de luz se destina al sostenimiento del Cuerpo de Bomberos de Luján. El Presidente también señaló: «De la Municipalidad no recibimos ningún tipo de ingreso. Nos sostenemos gracias a la cooperativa de luz y a las colaboraciones que hacen los vecinos».

Por su parte, Fernando Aguirre, jefe de Bomberos del cuartel de General Rodríguez, comentó que «todo lo que recibimos lo utilizamos para la compra de material y esta situación hace que no podamos invertir para mejorar los servicios». En cuanto a los ingresos que reciben agregó: «Nosotros contamos, además, con un subsidio municipal y dinero que recibimos de los socios, pero hay cuarteles que les pesa más y no cuentan con otras entradas de dinero». Los cuarteles de las ciudades que tienen menor cantidad de habitantes son los más perjudicados ya que cuentan sólo con el subsidio nacional y no lo están cobrando.

En cuanto al cuartel de bomberos de Moreno, su jefe, Ariel Barcala, afirmó: “La ley 25054 establece que se nos debe pagar en el primer semestre, sin embargo muy pocos cuarteles recibieron el subsidio. Además, el Estado nos quiere descontar el 40% de ese monto, se trata de un recorte significativo». Como respuesta, el gobierno nacional les hizo saber que esta reducción forma parte de la necesidad de reducir el gasto público. Pero Barcala agrega: “Esto no es un gasto público porque la plata no sale del Estado sino de las aseguradoras”. El cuartel cuenta con un bono contribución que venden todos los años y otros servicios extras. Sobre el gasto anual señaló: “El año pasado cerramos en 8 millones de pesos. Este año con los aumentos estaremos más o menos con un presupuesto de 11 millones”.

Vocación de servicio

“Nosotros trabajamos sin esperar nada a cambio”, afirma Damián Goenaga, que hace 31 años integra el cuartel de Luján. Arrancó a los 7 años con la Brigada infantil de 1987, su abuelo fue uno de los impulsores de la creación del cuerpo de rescate, en 1956. “Nací siendo bombero, es parte de mi vida. No me imagino siendo otra cosa. El cuartel es mi casa».

No hay una recompensa económica por el trabajo que realizan pero siempre se llevan el reconocimiento y los agradecimientos de los vecinos. La mayoría de ellos cuenta con un trabajo que los sostiene económicamente pero, de todos modos, destinan sus horas libres para estar en el cuartel. Maximiliano Chivel, bombero de Luján desde el 2010, comenta que “lo único lindo de ser bombero es el reconocimiento, lo demás son desgracias ajenas. La gente siempre se muestra agradecida con nosotros y eso nos llena el alma”.

Esta vocación destinada al servicio a la comunidad también incluye la formación para los futuros bomberos. Néstor Fernández se dedica a esa actividad desde hace 18 años y es subdirector de cadetes de la Federación de la Provincia de Buenos Aires. Su principal tarea consiste en capacitar a las nuevas camadas e inculcarles el respeto por el otro y el compañerismo.

“Estoy a cargo de 1.052 cadetes que tienen entre 12 y 18 años. Principalmente hacemos hincapié en el trabajo en equipo y en guiarlos para el futuro”. Gracias a sus 18 años de experiencia sabe aconsejar y orientar a los más jóvenes. Destaca que “no solo salimos a apagar incendios o socorrer víctimas. Acá también estudiamos, la capacitación es constante”.

Ellas también forman parte

Se estima que en Argentina hay más de 43 mil bomberos voluntarios. Dentro de esa cifra más de 7.000 son mujeres. Una de ellas es Soledad Rodríguez, tiene 32 años y entró al cuartel de General Rodríguez a sus 26. No es la única, la acompañan 17 bomberas más. Principalmente se encarga del mantenimiento edilicio, como por ejemplo la reparación de luces y demás refacciones. Con mayoría de bomberos en su familia no dudó en hacer el curso de ingreso para sumarse al cuartel. “Nunca me encontré con comentarios machistas. Trabajamos a la par de los hombres”.

Además de ser mayor de 18 años y residir dentro de la zona, quienes quieran ofrecerse como voluntarios deben hacer una prueba psicofísica para poder desempeñarse correctamente. Luego, deben pasar por un curso de ingreso que dura nueve meses donde se los capacita y entrena. Posteriormente los aspirantes rinden un examen para poder sumarse al cuerpo activo. Las inscripciones se suelen hacer año por medio.

“En el curso no se nos exigió de manera diferenciada a varones y mujeres -cuenta Soledad- Todos hacíamos las mismas pruebas”. Además, señala que las diferencias en tareas tienen que ver principalmente con la cantidad de años que tienen de experiencia.

Aylin Ojeda es otra de las bomberas del cuartel de Rodríguez. Con sus 19 pasó el curso e ingresó al cuerpo activo. Con un año de experiencia comenta que no es una tarea fácil porque cuesta adaptarse. En cuanto a cómo es trabajar en un campo mayoritariamente masculino, coincide con Soledad y señala que «la división de tareas tiene que ver más con un tema de experiencia, no con una diferencia entre hombre y mujer. Desde que entré se nos exige por igual».