Por Antonella Liborio
Fotografía: Lucas Benevolo, Tomás Borgo

Este miércoles, el plenario de comisiones que trata el proyecto de legalización del aborto culminó con discusiones reglamentarias en torno al dictamen que se discutirá el 8 de agosto en el recinto de la Cámara Alta. En los últimos días, algunos senadores y senadoras que apoyan la iniciativa propusieron modificar el proyecto que obtuvo media sanción en Diputados con el fin de elaborar un dictamen de consenso que oriente a los indecisos hacia el voto positivo. Los cambios contemplan la reducción del plazo de 14 a 12 semanas para realizar el aborto, la no penalización de los médicos que se nieguen a hacerlo, la introducción de la objeción de conciencia institucional y la asignación de un plazo de 60 días para que los hospitales se adecuen a la situación.

Durante la reunión el texto modificado obtuvo 26 firmas, sin embargo, no hubo acuerdo respecto a los cálculos: para algunos la mayoría necesaria es la de la totalidad del plenario y para otros corresponde contabilizar la mayoría de cada una de las tres comisiones (Salud, Justicia y Asuntos Constitucionales). Finalmente, el presidente del debate, el radical Mario Fiad, sostuvo que como mínimo se requerían 27 firmas y por lo tanto ratificó que no había dictamen. Por su parte, los antilegalización no presentaron un proyecto propio y la incertidumbre se resolverá en el recinto la semana próxima: o se discute el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo tal como fue sancionado en la Cámara Baja o bien se aplican las modificaciones y de ser sancionado, el texto modificado deberá volver a Diputados para su aprobación definitiva.

El feminismo llegó para quedarse

Las audiencias de especialistas terminaron este martes. Durante la última jornada, médicas, abogados, escritoras y filósofas expusieron a favor y en contra de la legalización. Sin duda uno de los discursos más celebrados fue el de la escritora y guionista Claudia Piñeiro quien exigió a los legisladores que se corran de los extremos y busquen puntos de encuentro: “Mírense y busquen un acuerdo como lo han hecho en otras leyes (…) en un extremo tenemos una ley que se puede mejorar y de otro lado está el rechazo total que nos deja totalmente desamparadas” y enfatizó: “Escuché a senadores decir que si a su hija la violaran y quedara embarazada la ayudarían a abortar, entonces yo le pregunto: y si tu hija conociera a un muchacho que le encantó esa noche y al fallarle el método anticonceptivo queda embarazada, ¿no la ayudarías a abortar si ella no quiere ser madre? Y del otro lado hay silencio o me contestan mi hija jamás haría una cosa así. ¿En qué sociedad vivimos que nos podemos imaginar hijas violadas con derecho a abortar y no nos podemos imaginar hijas que tienen una sexualidad libre a las que les falló el método anticonceptivo?”

Minutos más tarde, siempre con la Constitución de 1853 en mano, disertó el abogado Pablo Garat y la reprobación casi general en la sala se hizo evidente: “voy a ser políticamente incorrecto, yo sé lo que vale una mujer, pero acá tiene que dejar lugar al otro porque también hay niñas por nacer, ya que no quieren hablar del niño (…) y voy a hablar de dos mujeres, la primera es Pandora, que abrió una caja y dejó salir todos los males y la otra es la Madre Teresa de Calcuta que dijo no las aborten, dénmelas a mi”.

“Yo voy a hablar literalmente del valor que se nos da a las mujeres”, así comenzó su exposición Alika Kinan, sobreviviente de la trata de personas con fines de explotación sexual y en lo que duró su relato se diferenció de las incoherencias planteadas por el abogado Garat y mostró una realidad dolorosa y poco conocida sin necesidad de aludir a la caja de Pandora: “La explotación sexual es el privilegio histórico que tienen los hombres de poder darle valor a nuestros cuerpos en una clara relación de desigualdad”. Y ya con lágrimas en los ojos, concluyó: “Cuando una mujer víctima de trata tiene que abortar de manera clandestina está siendo doblemente violada y ultrajada porque no puede hacerlo con las garantías del Estado”.

Cerca de las 18, comenzó a resonar en el salón Arturo Illia del Congreso el eco de los cantos que impregnaron las calles de ruido en el último Martes Verde. Desde temprano, cientos de estudiantes de primaria, secundaria y universidades se congregaron en los alrededores del Senado acompañando al “estudiantazo federal”, que se llevó a cabo en múltiples ciudades del país. Además, a las 13, un numeroso grupo de artistas e intelectuales se tomaron una foto en las escalinatas del Congreso y entregaron a las senadoras presentes una carta en apoyo al proyecto. Pasaron las horas y bajó la temperatura pero el calor humano y el sonido de los bombos no dejaron lugar al cansancio. Por supuesto, Martha Rosenberg no se quiso quedar afuera: a las 20, cuando finalizó la audiencia fue la primera en levantarse de su asiento y le pidió a Mariana Hellin, su compañera en la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, salir un rato afuera “para saludar a las chicas”. En ese recorrido, bajando la escalera que conduce del edificio a las calles llenas de verde, Mariana miró a Martha con una sonrisa y le dijo a Anccom: “Terminaron las audiencias, pero el feminismo llegó para quedarse”.