Por Andrés Cuello, Carlos Díaz y Ludmila Moreno (Universidad Nacional de Moreno)
Fotografía: Laura Miconi
Figura de perfil de un niño llevándose a la boca un tenedor con comida. Frente a un plato de fideos humeando

Comedor Copa de leche «El Maná» Libertad, Merlo, Provincia de Buenos Aires.

Mientras en la calle diferentes organizaciones sociales reclaman al Congreso Nacional la sanción de una Ley de Emergencia Alimentaria, la anulación de los tarifazos y la creación de puestos de trabajo para los miles de desempleados del país, en los diferentes partidos del Gran Buenos Aires los comedores comunitarios tratan de brindar ayuda a aquellos que más la necesitan.

Sandra Sierra ofrece su hogar para el funcionamiento del comedor comunitario “El Maná”, ubicado en la localidad de Libertad, Merlo. Allí da almuerzo y merienda a 70 chicos y respectivas madres los martes, jueves y sábados. También provee apoyo escolar, entre otras múltiples actividades. Sandra está desempleada y el principal sostén del lugar es su marido -albañil de oficio- ya que las ayudas que recibe de los vecinos y de la Municipalidad de Merlo no sacian la creciente demanda de alimentos. En esta línea afirma que “desde que todo está más caro viene más gente” y que cerca de su casa “mucha gente tomó varios terrenos y vienen a comer acá”. Como resultado, otro comedor abrió sus puertas cerca del suyo. A él asisten más de 100 personas.

Sobre las familias que ayuda, Sandra agrega que “varios vecinos están presos, otros desempleados y las mamás quedan solas.” Una de ellas es Natalia, que acude con sus dos hijos desde hace un año. “Mi marido no trabaja, desde hace un año vamos al comedor porque no nos alcanza la plata”, cuenta. Asiste a El Maná sólo el fin de semana porque se dedica a la venta callejera, la cual le es insuficiente. Similar es lo que le ocurre a Nélida, que lleva a sus pequeñas hijas todos los días y está a cargo de dos hermanos. “El papá de mis hijos es albañil y hace changas, pero no sale mucho trabajo. Todo está mal”, expresa.

Dentro de un ambiente de ladrillo a la vista, se puede observar, mesas con jarras de jugo y vasos de plástico. Alrededor de las mesas, algunos niños y mujeres sentados.

Sandra Sierra ofrece su hogar para el funcionamiento del comedor comunitario “El Maná”.

Mientras que el Ejecutivo nacional celebró a fines del año pasado que el INDEC haya registrado una reducción del índice de pobreza durante 2017, el Instituto de Investigación, Económica y Política Ciudadana (ISEPCi) estima que en el Gran Buenos Aires la pobreza hoy es más alta con respecto a las cifras de diciembre de 2015. Además, un informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA), indica que en el país 6 de cada 10 niños son pobres, sufriendo privaciones de derechos como el acceso a una vivienda, alimentación, salud y educación. Al respecto de esto, Sandra observó el estado de salud de los chicos: “Con una nutricionista comprobamos que algunos están desnutridos”.

Para el economista Emiliano Arévalo “los comedores son una señal de qué es lo que sucede en la sociedad en materia de pobreza”. En este sentido, considera que la crecida de la inflación “perjudica a los sectores de ingresos más bajos” y le atribuye un origen monetario, una consecuencia de la emisión de dinero por parte del Estado. Si bien cree que los ajustes en la economía “tienden a aumentar la pobreza”, asegura que “la reducen paulatinamente en el largo plazo”. No obstante, reconoce que en los meses venideros se espera un alza del costo de la Canasta Básica de Alimentos y de la pobreza a “niveles un poco superiores a los actuales”.

Olla popular que contiene fideos con salsa. De la que se una mano levanta una cuchara con el alimento.

En el lugar se da almuerzo y merienda a 70 chicos y respectivas madres los martes, jueves y sábados.

Desde otro posicionamiento ideológico, el economista e investigador del Departamento de Economía y Administración de la Universidad Nacional de Moreno (UNM), Esteban Sánchez, afirma que “la inflación es producto de los aumentos tarifarios, la devaluación y la falta de control sobre los formadores de precios”. Incluso, piensa que las políticas económicas del actual gobierno “han generado la caída de los salarios reales, del consumo y de la producción, lo que incide negativamente en la economía de muchas familias, que terminan por ir a los comedores”.

“Veo el hambre en sus caritas”, cuenta una trabajadora de un merendero creado el pasado año en la localidad de Mariano Acosta, en el partido de Merlo, que pidió reserva de su identidad. Los martes y viernes recibe a 74 niños, aunque hace pocos meses eran 17. Todas son familias de bajos recursos que sólo cuentan con ayudas sociales y envían a sus hijos al comedor escolar. Sin embargo, hasta este último se ve limitado frente a las necesidades de esos niños: “Los sábados y domingos, los chicos no tienen comedor escolar. Por eso los viernes queremos que se lleven la panza bien llena porque tienen mucha escasez de comida en la casa”, describe la mujer.

En 2016, Pamela Gómez y Alejandra Ruiz fundaron “Tatas 88”, un comedor del partido de Moreno que cada fin de semana acoge a 50 chicos y 15 madres. Su base de apoyo son los vecinos, cuya contribución actualmente se ve limitada.  “Ahora la gente no te puede donar mucho. Antes recibíamos carne y hoy te pueden dar alitas de pollo”, enfatizó Pamela, y Alejandra sumó que “los nenes antes comían un plato y ahora repiten tres”. La situación de ambas no evade este panorama, ya que trabajan en escuelas públicas –Pamela es psicopedagoga y Alejandra maestra- y no perciben su sueldo desde hace meses. Debido a ello, en poco tiempo pasaron de contar con una reserva de alimentos a tener que arreglarse con lo justo. Muchas veces, cuando falta la papa para el guiso o las facturas de la merienda, justo aparece un voluntario para aportarlas.

Niña sentada a la mesa con un plato de comida

El Instituto de Investigación, Económica y Política Ciudadana (ISEPCi) estima que en el Gran Buenos Aires la pobreza hoy es más alta con respecto a las cifras de diciembre de 2015.

Martín Gianico, encargado del “Programa de Desarrollo Infantil” de la Municipalidad de Moreno, comenta: “En los comedores la matrícula es mayor. De 30 personas por cada uno pasamos a 60 para arriba y los merenderos saltaron de 25 en 2015 a 241 en 2018”. En localidades como Cuartel V, la obesidad infantil se elevó, siendo el 80% de estos casos niños enfermos, debido al auge de la ingesta de harina. Sus pares del Departamento de Acción Social del Municipio de Merlo, Federico Bachino y Elio Curto, dijeron que en el partido hay más de 100 comedores y 5000 chicos acuden a ellos. También aseguraron que esta demanda es nueva, puesto que antes había 25 por comedor y hoy son más del doble, a la vez que “se están sumando algunas mamás y abuelos”.

Mientras entidades como el ISEPCi estiman para todo 2018 una suba de la Canasta Básica de Alimentos del 28,37%, el incremento del precio de servicios elementales como gas, electricidad, agua y transporte no hacen más que arrojar combustible al fuego. Al respecto, Sánchez es determinante: “Los aumentos de tarifas han sido uno de los principales motores de la inflación, deterioran el ingreso de los hogares y encarecen los costos de la producción local. Todo esto repercute en la caída general del consumo, lo que es muy recesivo en términos económicos”.

Mujer sosteniendo tela, en donde se lee "copa de leche El Maná"

Para el economista Emiliano Arévalo “los comedores son una señal de qué es lo que sucede en la sociedad en materia de pobreza”.

“En la cuadra a todos nos sacaron el medidor de luz porque no podemos pagar. Acá cerca hay un señor al que le vinieron 3.600 pesos de gas”, enfatiza Sandra, que sufrió la quita de su medidor por no poder abonar la boleta. Lo mismo le ocurrió a Natalia: “No puedo pagar y por eso me quitaron el medidor. Tenía uno prepago, pero le ponés 500 pesos y no alcanza”, declara. Si bien el contexto de Pamela y Alejandra es distinto porque afrontan los gastos del servicio eléctrico a medias con otros integrantes de la sociedad de fomento, no por eso es más fácil: “Antes les dábamos 200 o 300 pesos por la parte que nos correspondía y ahora tenemos que pagar entre 1.000 o 1.500”, explicó Pamela.

¿Qué depara el futuro? Ante la negativa del oficialismo a retroceder con su programa de ajuste económico, parece que las condiciones de las capas sociales más vulnerables no cambiarán demasiado. Entre tanto, los comedores en el conurbano bonaerense se erigen como los principales contenedores de la complicada situación social de miles de familias.

Entidades como el ISEPCi estiman para todo 2018 una suba de la Canasta Básica de Alimentos del 28,37%.