Por Andrea Raimondi, Flavia Shipper
Fotografía: Lucia Barrera Oro, Tomás Borgo

Chicas y chicos acostados sobre la calle tapados con frazadas y con pañuelo verde.

Desde temprano diferentes banderas entraron en escena, las caras con glitter, las banderas y los pañuelos verdes. Las avenidas fueron afluentes desde donde llegaron multitudes hacia la Plaza Congreso. El frío, el sueño, la impaciencia, la expectativa se apropiaron de una mayoría de mujeres que ya empezaban a cantar a cantar.

El recinto comenzó su debate a las 11. Del lado verde ya estaban las carpas de Ni una Menos, la carpa que daría talleres toda la tarde sobre Rivadavia y, sobre Callao y Perón, un escenario listo para empezar lo que se convertiría en una fiesta

Se acercaba la hora del almuerzo y los discursos y las especulaciones sobre la votación se miraban por TV, cual partido de fútbol, en todas las pizzerías del centro porteño. “Este es nuestro mundial”, le dice una chica a otra, mate en mano, mientras van caminando por Rodríguez Peña a los codazos entre las personas. Para entonces ya había hablado Victoria Donda. Su postura, a favor, recordó que “la clandestinidad mata” haciendo referencia a las condiciones en las que miles de mujeres mueren al practicarse un aborto: “Me pesan los embriones que no van a nacer pero más me pesan las mujeres que no pueden acceder a la salud pública” dijo, eufórica. Mientras desde el escenario se escuchaban gritos de apoyo y aplausos.

Mujeres jóvenes marchando tomadas de las manos y con sus pañuelos verdes.

La marea verde arrasó los alrededores del Congreso.

Gente descompuesta por la falta de aire, gente apretada, gente organizando a mucha gente. Un grupo de ancianas caminan con dificultad y cantan lo más fuerte que pueden “aborto legal en el hospital”. La marea verde se mueve a lo largo de unas cinco cuadras pero se identifican dos focos claros: Rivadavia y Callao, frente al Congreso Nacional y Callao y Perón Frente al escenario.

Veintidós horas de debate y espera y no hay incidentes ni disturbios, solo un poco más de control policial patrullando las calles y el cansancio en las cuerpas que hacía aflorar comentarios: “¿Cuánto queda?”. El momento de escuchar la votación se vivió con un silencio que no había desde hacía mucha horas. Después, la explosión.

Personas entadas en la calle miranda la pantalla que transmitía la sesión de diputados.

Veintidós horas de debate y espera sin incidentes ni disturbios.

Les adolecentes

Una chica sumerge un pincel en un tubo verde brillante, limpia el exceso de pintura y mira fijo a su compañera que la espera parada en frente suyo, con los ojos cerrados. Sobre la mejilla derecha termina de darle forma a un puño en alto, dibujado dentro del símbolo de la mujer. Son dos de las decenas de pibas y pibes que se estampan sobre las paredes blandas de la carpa N°1 montada sobre la calle Rivadavia, esperando para entrar a la primera actividad del día: “Las pibas ya decidieron. El movimiento estudiantil y el derecho al aborto”.

Pasadas las dos de la tarde, las últimas en entrar a la carpa son dos quinceañeras envueltas en un pañuelo verde gigante que alcanza para cubrirlas por completo; afuera queda una multitud de adolescentes que hacen piecito y asoman por los huecos de la tela para no perderse la charla. Después de dos días de tomas en más de once colegios secundarios de Capital Federal y Gran Buenos Aires, los estudiantes decidieron movilizarse hasta la plaza del Congreso en apoyo a la sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. “Hay algunos profesores que se diferencian y nos acompañan en ese proceso de aprendizaje, pero llegamos sólo a la información básica”, cuenta una de ellas y agrega: “En el Artículo 8 del Proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto se establece que las personas gestantes de entre 13 y 16 años tienen la madurez suficiente para decidir si quieren o no practicarse un aborto. El macrismo nos quiere sacar esa posibilidad y establecer que las personas gestantes entre 13 y 16 años tengan que tener la autorización de un padre para poder acceder al aborto. Esas personas, por lo general, han sido abusadas y en el 80 por ciento de los casos el abuso es intrafamiliar. ¿A quién le vamos a pedir que nos autorice, a nuestro abusador?”

Lola tiene quince años y es alumna del Paideia. “En nuestro colegio tampoco se cumple con la ESI. Algunas alumnas mandamos una carta a las autoridades demandando más espacios de educación sexual, pero nunca tuvimos respuesta”. Sobre la importancia de la aprobación de la ley, sostiene: “Esto no es una cuestión moral. No estamos discutiendo sobre la posibilidad de abortar o no. El aborto ya sucede, hay personas que se están muriendo por eso y no estamos haciendo nada para pararlo, a menos que se legalice. Es una cuestión de salud pública y de poder decidir sobre nuestros cuerpos”.

Mujeres marchando con sus pañuelos verdes.

Desde temprano las banderas y los pañuelos verdes llenaron las calles del Congreso.