Por Andrés Cuello (Universidad Nacional de Moreno)
Fotografía: Guadalupe García

Al igual que ocurrió con aquella frase del actual presidente Mauricio Macri sobre la creación de universidades en el conurbano bonaerense, la actual gobernadora de la Provincia, María Eugenia Vidal, reavivó un debate que promueve fuertes cuestionamientos a la legitimidad de la expansión del sistema universitario público argentino. En los sucesivos días, rectores y profesores de diferentes Universidades Nacionales repudiaron los dichos de la mandataria. Ahora es el turno de los estudiantes y especialistas en educación. ANCCOM recolectó los testimonios de jóvenes que ven a la educación superior como una oportunidad de consumar aspiraciones que a sus padres les resultaban imposibles de concretar.

“¿Es justo llenar la provincia de universidades públicas cuando todos sabemos que nadie que nace en la pobreza llega a la universidad?”, se preguntó Vidal el pasado 30 de mayo en un almuerzo organizado por el Rotary Club en el Hotel Sheraton, al reprochar la creación de universidades públicas en el Gran Buenos Aires.  Sin embargo, los datos la contradicen. Según un estudio elaborado en 2016 por la Universidad Pedagógica Nacional (UNIPE), en 2015 asistían unos 315 mil residentes del conurbano a las 14 Universidades Nacionales de la zona. De esa cifra, el 12% son estudiantes pertenecientes al 20% más pobre de la población de la región. Muchos de ellos acuden a nuevas universidades como la de Avellaneda (UNDAV), de Moreno (UNM), Arturo Jauretche (UNAJ), del Oeste (UNO), de José C. Paz (UNPAZ) y de Hurlingham (UNAHUR).

Las universidades también llevan a cabo actividades de extensión y grupos de investigación.

“Yo soy hijo de los 90.  Viví rodeado de ollas populares, de comedores infantiles”, recordó Andrés Chamorro, estudiante de la Tecnicatura Universitaria en Producción de Medios Audiovisuales de la UNPAZ. El universitario declaró que le costó verse a futuro como un profesional debido a la situación de su familia durante la crisis del 2001. Sofía Bellene, cursante de la misma carrera, habló de las limitaciones que sufren las familias trabajadoras a la hora de querer estudiar: “Hay personas de mi entorno que no pueden hacer una carrera porque trabajan, porque tienen hijos, porque es otro presupuesto y porque les queda lejos”. En relación con esta situación, Andrés contó que asistió a la Universidad de Buenos Aires (UBA), pero abandonó por el gran viaje que implicaba. “Dejar una carrera te lleva a pensar cosas como que la universidad no es para vos. Pero la verdad es que las condiciones para que uno pueda estudiar no son óptimas”, dijo.

A pesar de esta realidad, el mismo informe de la UNIPE señala que entre 2008 y 2015 la matrícula de estudiantes de la porción más pobre del conurbano creció un 47%, justo en medio de la última ola de creación de Universidades Nacionales. Al respecto, Graciela Morgade, decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y Doctora en Educación, explica: “Tener la universidad a pocas cuadras o poder ir en bicicleta son factores que atraen a las personas. Si a eso le sumás proyectos de permanencia, de egreso, de acompañamiento pedagógico, de becas o comedores estás acercándote a los sectores más empobrecidos”. Vinculado a esta cercanía territorial, un estudio realizado por el equipo de Chequeado.com en 2016 arrojó que el 72% de los egresados de la UNDAV era primera generación de universitarios en sus familias, mientras que el 85% de los estudiantes de la UNAJ era primera generación.

La matrícula de estudiantes de la porción más pobre del conurbano creció un 47%, justo en medio de la última ola de creación de Universidades Nacionales.

“´El pibe´, el ´negro villero´, la ´mamá luchona´, la ´que cobra el plan social´, todos van a la universidad del conurbano. El pibe ese que algunos se cruzan en la calle y se cambian de vereda está estudiando para ser otra persona. Eso es lo que a algunos sectores les molesta y a la vez tanto nos empodera, porque la universidad pública cambia la vida de las personas”, enfatizó Enzo González, estudiante de Letras de la UNAHUR. Por su parte, Laura Quinteros Gvay, graduada en Actividad Física y Deporte de la UNDAV, expresó “que la universidad esté cerca de los chicos significa la reducción de gastos en transporte público, el tener menos tiempo de viaje y más de estudio”.  Por último, Sofía, otra estudiante, comentó que para su familia “ir a la universidad es un orgullo y una forma de progreso”.

Justamente, “lo que tiene que ver con la educación la gente lo vive como algo positivo y que le resulta positivo”, asegura Mónica Pini, Doctora en Educación (University of New Mexico, EEUU) y directora del Centro de Estudios Interdisciplinarios en Educación Cultura y Sociedad (CEIECS) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Sobre ello, Leila Mariani, graduada en Trabajo Social de la UNM, relató que sabe “lo que significa estudiar en una universidad pública. Y eso es la posibilidad de futuro”.

En la misma línea que a Sofía, de la UNPAZ, Laura, de la UNDAV, afirmó: “Mi papá me decía que, como él no pudo estudiar, yo tenía que hacerlo. Lo hice al máximo y cursaba entre cinco y seis materias por cuatrimestre”.  Lo que empezó como una beca luego pasó a ser una oferta laboral y ahora trabaja en la Secretaría de Bienestar Universitario. “La universidad cambió mi vida. Me dio amigos, colegas, poder viajar. Me perfeccioné afuera, hice investigación y cubrí un juego olímpico”, remarcó.

Un informe de la UNIPE señala que entre 2008 y 2015 la matrícula de estudiantes de la porción más pobre del conurbano creció un 47%

A lo largo de la historia, la creación de universidades públicas estuvo ligada a la necesidad de acercarlas a las localidades. En efecto, se pasó de tener a inicios del siglo XX sólo tres universidades (Córdoba, Buenos Aires, La Plata) a 56 hoy, con al menos una en cada provincia. Y con cada expansión la matrícula creció, como lo indica la investigación de la UNIPE. Sobre ello Morgade subrayó: “Las universidades que se crearon en el conurbano nacieron como un proyecto político y universitario particular, intentando identificar y atender necesidades y características del desarrollo social, económico y político local.  En general, hubo una atención hacia las demandas de cada comunidad”.

De igual forma, Pini expresa que “las universidades también llevan a cabo actividades que comprenden grupos de investigación que estudian diversas problemáticas. Por ello, no sólo se trata de los estudiantes sino también de las áreas de investigación, extensión y todo lo que dinamiza a las comunidades, por lo que no tiene sentido decir que sobran universidades”. Un ejemplo de lo que significa la educación pública para una comunidad es el caso de Enzo, que está muy entusiasmado de poder dar clases el año que viene. “Soy de Hurlingham, estudio en Hurlingham y cuando me reciba voy a devolverle todo a la población de Hurlingham”, sostuvo emocionado.

“Las universidades públicas del conurbano vinieron a cicatrizar una herida profunda de marginación histórica en los sectores populares”, reflexiona Andrés Chamorro, de la UNPAZ.  Para él la educación superior es un “trampolín” de la movilidad social. Porque más allá de las ventanas del Sheraton, en las zonas más populosas y humildes de la Provincia de Buenos Aires, las universidades nacionales tratan de devolver la dignidad a miles de familias que han sido excluidas socialmente. Al respecto, Leila, hoy con trabajo gracias a su carrera, comenta: “Yo tuve muchos compañeros de una pobreza extrema que lograron estudiar a duras penas, pero lo hicieron con una gran satisfacción. Una compañera mía, el día que se recibió, gritó en la puerta de la universidad: ¡¿Vieron que los pobres se pueden recibir?!”.

Muchos estudiantes afirman que la universidad «les cambió la vida».