Por Guido Vassallo
Fotografía: Francisco Rodríguez Pérez

La firma OJA (Organización Jorge Andino) era la propietaria de seis restaurantes porteños y una distribuidora que abastecía a cada local. Corría el año 2012, y el grupo marchaba bien. Los nombres de los locales gastronómicos eran Los Chanchitos, Alé Alé, Mangiata, Don Battaglia, La Soleada y La Zaranda. Sus empleados cumplían con un régimen particular: rotaban de local en local. Un día se enteraron que La Zaranda había cerrado definitivamente: 40 empleados quedaban en la calle. Algo andaba mal.

Fue entonces que los trabajadores de Alé Alé, ubicado originalmente en Villa Crespo, iniciaron un viaje de ida: decidieron pedir ayuda a la cooperativa del Hotel Bauen para ver qué se podía hacer. El grupo OJA estaba en convocatoria de acreedores, se debían alquileres, había contratos vencidos, deudas enormes a proveedores, aguinaldos impagos. Los dueños se habían esfumado y nadie les daba una respuesta. A principios de enero de 2013, comenzó la autogestión en Alé Alé. Un mes más tarde, se sumaron los otros cuatro locales que quedaban abiertos. Cinco historias particulares con el mismo desenlace: la recuperación de puestos de trabajo por parte de los empleados.

Rosendo, mozo de la Cooperativa Battaglia, lleva platos con comida en el restaurante.

Rosendo, mozo y estudiante del Bachillerato Popular que funciona en la Cooperativa Battaglia.

Toda la carne a la parrilla

Tras resistir cuatro intentos de desalojo, los trabajadores de Alé Alé firmaron un acuerdo que les permitió permanecer hasta mediados de 2014 en su local original, situado en Estado de Israel 4503. Luego, como el edificio ya estaba vendido, aterrizaron en su nuevo espacio ubicado en Cabrera 4260, Palermo. Antonio Giammateo es cajero en Alé Alé y vivió de cerca toda la experiencia: “Nunca imaginé que el local podía terminar quebrado. Trabajábamos a cuatro manos, terminaba destruido los fines de semana, entraba plata a más no poder. Pero la corrupción es más fuerte”. El grupo económico que gerenciaba el restaurante estaba gestando el vaciamiento; por ejemplo creó una distribuidora para vender la mercadería remarcando los valores al 21% y llevándose aproximadamente el 30% de la recaudación total.

Los trabajadores decidieron, entonces, ocuparse de su destino. “El local estaba vacío, con deudas, sin mercadería, sin vajilla, pero teníamos lo más importante: 40 personas dispuestas a trabajar”, recuerda Antonio. A pesar del acoso policial y la constante amenaza de la patronal, decidieron abrir y atender a la clientela. Y a partir de ese momento, trabajaron sin respiro.

Hoy, Alé Alé está pasando un gran momento. Recientemente habilitaron un nuevo sector destinado a la venta de cerveza artesanal. Inaugurado a principios de enero, la propuesta resulta un gran atractivo para aquellos que van en busca de picar algo y por qué no, aprovechar la hermosa terraza si el clima acompaña.

Restaurante Alé Alé, comida para servirse y gente sentada en mesas detrás.

Restaurante Cooperativa Alé Alé recuperado por sus trabajadores.

Battaglia es otro los restaurantes cooperativos recuperados. Rosendo Saucedo tiene 43 años y comenzó a trabajar ahí en noviembre de 2005. Es socio fundador de la cooperativa que funciona en Avenida Raúl Scalabrini Ortíz 802, también en Villa Crespo. Recuerda que “en el año 2011 ya los sueldos se empezaron a atrasar, nos demoraban mucho los pagos, fue allí que algunos compañeros empezaron a manifestarse haciendo paro.” Para fines de 2012 se corría el rumor de que se venía todo abajo.

La gente de BAUEN y FACTA (Federación Argentina de Trabajo Autogestionada) puso sus abogados a disposición. Sostiene Saucedo: “Gracias a ellos nos armamos de valor, el sábado 9 de febrero de 2013 tomamos el local y FACTA nos ayudó a que se consolide como una cooperativa, a que podamos tener la matrícula. En agosto recién pudimos alquilar el local. Tuvimos que negociar mucho porque no teníamos garantías, y nos tuvimos que hacer cargo de las deudas”.

Al hablar del presente, a Rosendo se lo nota movilizado: “Por suerte la cooperativa siguió funcionando y hoy nos autogestionamos; todo funciona muy bien”, expresa. Battaglia es además una de las sedes del Bachi Crespo, un bachillerato popular para quienes quieren terminar el secundario. El proyecto empezó a funcionar en 2011 en el Club Atlanta y este año Battaglia se sumó a la propuesta, ofreciendo este beneficio a sus trabajadores.

Fachada de la Cooperativa Bataglia

En la Cooperativa Bataglia, además del restaurante, también funciona un bachillerato popular.

En Avenida Ángel Gallardo 1008, en tanto, funciona Mangiata, cooperativa integrada por 34 empleados. Roberto Montero es presidente y mozo del restaurante. Más allá de las características del proceso de quiebra, Montero hace hincapié en los cambios en su estilo de vida: “Yo venía a mi trabajo, cumplía mi horario y estaba tranquilo. Ahora vivo pendiente de 34 familias atrás que tengo que mantener, cuando yo solo tendría que preocuparme por llevar el pan a mi casa, y que el patrón responda a mis necesidades que son sencillas: cobrar lo que me corresponde.”

Roberto es enfático al señalar los motivos que le generan esa presión: “La situación es complicada por la sencilla razón de que la gente sale menos y tiene menos plata en los bolsillos”. De todas formas, no pierde el optimismo al afirmar que los acompaña una “clientela de fierro”.

Frente al Parque Centenario y a cuatro cuadras de Mangiata, en Avenida Ángel Gallardo 601, funciona Los Chanchitos. Este bodegón, que también tiene su sector de rotisería, nació como cooperativa el 25 de abril de 2013. El camino seguido en este caso es muy similar al del resto. Sus trabajadores lograron constituirse legalmente y, con orgullo, sostienen que del inicio a la fecha han asociado a cuatro compañeros nuevos.

Un trabajadora de la cooperativa Alé Alé pasándole un plato de comida a un compañero.

Los restaurantes La Mangiata, Los Chanchitos y La Soleada siguieron la experiencia autogestiva iniciada por Alé Alé.

El norte (cooperativo ) también existe

En el barrio de Belgrano, más precisamente sobre Avenida Monroe al 1800, se encuentra La Soleada. «El 2012 fue un año de muchos problemas para nosotros: el restaurante venía mal, no nos pagaban; desde aquel febrero nos autogestionamos, nos involucramos con FACTA y nos dimos cuenta que el cooperativismo era una vía importante para devolvernos la dignidad y mantener los puestos de trabajo», afirma el presidente de la cooperativa, Carmelo Milone. A lo cual agrega que «si los dueños no podían, entonces teníamos que hacernos cargo nosotros». No buscaban apropiarse de nada sino defender sus puestos de trabajo. Carmelo destaca que a pesar de ser un año muy duro «hubo aumento de salario, no perdimos ningún puesto y seguimos trabajando muy bien. Con todo lo que soportamos, no vamos a bajar los brazos ahora.”

Cinco historias que demuestran que los trabajadores pueden. Transformaron una situación de inestabilidad y abandono patronal en fortaleza, para convertirse en  dueños y hacedores de su propio destino.