Por Daniela Heredia
Fotografía: Francisco Rodríguez Pérez

Las aulas del Centro Educativo Isauro Arancibia, ubicado en Paseo Colón y Cochabamba, hoy son escombros. El Gobierno de la Ciudad lo mudó provisoriamente al ex edificio del INDEC. Aquí se encuentra Evangelina Aguilar, junto a la directora Susana Reyes y otros compañeros, planeando el programa para el ciclo lectivo que está por empezar.

Evangelina trabaja en esta escuela desde hace 12 años. Se desempeña como maestra de nivel primario, dando las cuatro asignaturas básicas: prácticas del lenguaje, matemática, ciencias sociales y naturales. Sentada en un aula despintada, con bancos sucios, sin muebles ni pizarrones, habla del constante avasallamiento del proyecto educativo.

Evangelina Aguilar, docente de la Escuela.

-¿Cómo surge “El Isauro”?

-Esta escuela comenzó como un Centro Educativo de nivel primario para adultos, dependiente del área de Educación de Adultos y Adolescentes. Se creó para lo que era el sindicato de la CTA, para AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina) y el MOI (Movimiento de Ocupantes e Inquilinos), porque se había detectado que había mujeres que no habían terminado la escuela. La modalidad de “centro educativo” es funcionar dos horas, con una maestra única, y así lo abrió Susana Reyes. Lleva su nombre por Isauro Arancibia, maestro tucumano, militante y fundador de CTERA, que fue asesinado el 24 de marzo de 1976.

-¿En qué momento pasó a ser más que un “centro educativo”?

-A partir de que las trabajadoras sexuales le comentan a Susana que había muchos jóvenes en las calles de Constitución, sin hacer nada. Se fue difundiendo el proyecto de boca en boca, y empezaron a llegar cada vez más adolescentes con sus hijos. Al multiplicarse la población del Isauro, empezaron las mudanzas. Primero al interior del edificio de Independencia y Piedras, después al MOI de Constitución y después la UOCRA. Los estudiantes decían que querían pasar más tiempo en la escuela y tener las mismas materias que una primaria común, de la que ellos seguramente fueron expulsados o no pudieron continuar. Y así, terminamos haciendo turnos tres horas, con un primer turno donde hay jardín maternal y agregamos talleres de arte, comunicación y oficios. A la vez fue creciendo la cantidad de docentes, porque fuimos sumando gente que pertenece a diferentes áreas del Ministerio de Educación.

-¿Ahora el proyecto está reconocido como de educación formal?

-El Isauro es una escuela pública. Depende por un lado de la Supervisión de Asuntos Educativos y, por otro lado, del área de Programas Socioeducativos. Ambas áreas dependen del Ministerio de Educación.

El Centro Educativo Isauro Arancibia está ubicado en Paseo Colón y Cochabamba.

-¿Cómo es la modalidad de enseñanza?

-La educación primaria de adultos es distinta a la de niños. Se van armando proyectos que tienen que ver con la realidad que ellos viven, formar una mirada crítica y también poder influir y transformar: esa es la base de la educación popular, que es nuestra pedagogía. Todos los años elegimos un eje distinto, el de este año va a tener que ver con la situación ocupacional que estamos atravesando.

-¿De qué contexto provienen los estudiantes?

-Todos vienen de situaciones de extrema vulnerabilidad. Muchos viven en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires; algunos tienen sus familias en la zona sur, y hay otros que vienen de Guillón, Florencio Varela. Muchos tienen trabajos informales y una red armada de comedores y estaciones de subte donde piden ayuda. Hay familias que vienen desde hace tres generaciones socializando en la calle. Ahora, con esta nueva crisis que recrudece la organización económica y familiar, estamos viendo mucha más gente sin hogar. Nosotros tenemos comedor solo para los estudiantes, pero desde el año pasado empezaron a venir núcleos familiares enteros a ver si había sobrado algo.

-¿Cómo es el trabajo de los estudiantes y el modo de enseñanza durante el año?

-Muchos de ellos guardan sus cosas acá. Los armarios siempre son un faltante, porque necesitamos guardar sus cuadernos, carpetas. Muchas veces dejan de venir, la asistencia es discontinua, pero ellos saben que cuando vuelven sus cosas están acá. Trabajamos mucho el tema de sus derechos: vivienda, educación, salud, trabajo. Partimos de sus historias de vida y el derecho a la educación, y analizamos porqué como consecuencia de la última dictadura hay muchos jóvenes y adultos que no pudieron terminar la escuela. Ahí ven que no es una situación personal, porque lo que le pasó a uno es muy parecido a lo que vivió otro compañero.

Las aulas del Centro Educativo Isauro Arancibia, hoy son escombros.

-¿Traen arraigados sus problemas personales a clase?

-Siempre. Nosotros tenemos el momento del desayuno, charlamos, y es el momento en que ellos comparten lo que les pasó cuando salen de acá. Son relatos muy crudos para los maestros, muy difícil escuchar, porque nosotros los vemos como estudiantes. Imaginate: ver a ese joven que tiene la carpeta impecable, que te pide colores para subrayar, que quiere escuchar un cuento, que escribe poemas. A esa misma persona la noche anterior le levantaron los colchones, o la policía lo golpeó. No podemos naturalizar esto.

-¿Qué pasa cuando sus aspiraciones a continuar estudios universitarios o trabajar no corresponde con sus condiciones materiales?

-Es muy difícil sostener la escuela y el trabajo viviendo en la calle. No tener lugar donde higienizarse. No tener despertador. No poder dar una dirección en un trabajo. No tienen un lugar seguro. Nosotros armamos una asociación civil, donde pensar en un lugar seguro para armar un proyecto de vida. En 2016 empezó a funcionar el Centro de Integración La Milagro Sala. Es un hogar de transito en Boedo, donde hay un grupo de estudiantes que viven ahí, hacen talleres, armando sus curriculums, se los ayuda con documentación, salud.

-¿Qué es lo que hace tan importante a la sede original de “El Isauro”?

-Ese edificio lo ocupamos en 2011 después de mucha lucha. Nos habían dado solo la planta baja. A partir de ahí, y porque la Legislatura designó $14 millones a la puesta en valor y acondicionamiento es que conseguimos todos los espacios necesarios para todos los proyectos. Tenemos nivel inicial, maternal, primaria de niños y niñas, primaria de jóvenes y adultos, y nivel secundario (un FINES que depende de la Universidad de Avellaneda). La defensa de ese edificio tiene que ver con esto. Con el tema del Metrobús, primero nos dijeron que iban a ocupar casi completamente el edificio, que nos iban a reubicar. Después, que una parte del proyecto se iba a dividir en dos edificios: cosa irrisoria de pensar porque los padres tienen que estar cerca de sus hijos. Muchos tienen su “ranchada” acá cerca, están cuidando la escuela, fueron ellos los que nos avisaron que estaban mudando nuestras cosas. A nosotros oficialmente no nos notificaron que iba a ser así. Fueron los estudiantes que viven en frente de la escuela los que nos avisaron.

Depósitos con todos los materiales que se usaban antes de la demolición.

-Al desalojarlos sin notificación previa, ¿hubo algún tipo de compensación?

-El año pasado habíamos acordado que al Isauro lo íbamos a extender para un costado del terreno, donde funcionaba la Editorial Distal. Iban a seguir con las obras pero nosotros nos íbamos a quedar en ese edificio que quedaría acondicionado para funcionar. La primera etapa de esa obra tenía que estar terminada para febrero de 2018. Nosotros terminamos un mes antes las clases. Embalamos todas nuestras herramientas de trabajo. Dejamos todo ordenado en el edificio para que la obra no lo arruine. Pero no respetaron los tiempos de la obra, nos mudaron las cosas sin avisarnos. Todo lo que embalamos con tanto cuidado y cariño, está arrumbado acá de piso a techo: los libros que a nosotros nos cuesta muchísimo conseguir, las revistas que los estudiantes hacen desde hace diez años, todo tirado por ahí. Todo sucio. Donde va a funcionar el jardín no hay piso, está lleno de vidrios rotos. La gente que tenía que limpiar no está. Nosotros ahora tendríamos que estar en nuestro edificio pensando los proyectos del año e inscribiendo a los alumnos. Y estamos otra vez armando una escuela.

-¿Las autoridades del Gobierno de la Ciudad tienen noción de la realidad socioeconómica de estos estudiantes?

-Para nosotros todo este proyecto cobra sentido a partir de quiénes son nuestros estudiantes, cuáles son sus necesidades. Es algo que todo el tiempo hay que explicarlo, porque es un sujeto pedagógico que tiene sus características particulares y quienes no vinieron al Isauro no entienden. Ellos hacen mucho esfuerzo por “rescatarse”. Los estudiantes son los primeros que están ahí, levantándose de la calle con el compromiso que implica pasar la noche en situaciones de violencia e invisibilización. Las autoridades no las entienden tan fácilmente. O no las quieren entender.

-¿Cuál es la posición de la Ministra de Educación porteña frente a este desmantelamiento? ¿Pudieron acudir a ella?

Soledad Acuña nunca visitó el lugar. El año pasado el juez Gallardo dictó una cautelar que decía que no se podía derrumbar, destruir ni total ni parcialmente el edificio, y que se tenían que terminar los arreglos que habían quedado pendientes de la puesta en valor, con la plata que destinó la Legislatura. En el marco de esa causa, ella fue citada, y dijo que había un error, porque nosotros no éramos una escuela, sino un Centro Educativo. Tenemos esa dificultad, que la normativa no se corresponde con lo que en realidad hacemos. Nosotros ya no somos eso, porque se fue multiplicando la población. El armado es el de una escuela. Todos ven que es una escuela, y la normativa tendría que ser tal, tendría que tener un número, una cooperadora, recursos destinados a este proyecto, pero lo cierto es que no lo respetan. Hay falta de voluntad política.

-¿Por qué crees que miran hacia otro lado?

-El Isauro visibiliza una situación que el gobierno quiere desconocer: que hay personas que viven en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires, el distrito más rico de nuestro país. Incomoda que nosotros en los registros públicos, en la parte de dirección tengamos que poner “en situación de calle”. Hay un avasallamiento contra la educación pública en general, un vaciamiento de los programas, sobre todo los más inclusivos. El Isauro viene a molestar, a poner en la mesa una realidad que se quiere disfrazar. Y nosotros defendemos una lógica que es la de una educación pública, popular, emancipadora, que va en contra de los lineamientos que tiene este gobierno.

-Con el conflicto salarial a nivel nacional, y su situación ocupacional, ¿cuándo tienen pensado empezar las clases?

-El inicio está pautado para el 1 de marzo. En principio ese día vamos a hacer un acto, en la puerta de nuestro edifico central, dando inicio al ciclo lectivo 2018, las 3 de la tarde. Y después está convocada una movilización al Ministerio de Educación, por el reclamo salarial pero también en defensa de la educación pública en general.