Por Eduardo Santachita
Fotografía: Romina Morua

El triunfo electoral de Cambiemos en las elecciones legislativas de 2017 tuvo diferentes consecuencias políticas y sociales. Para algunos, a partir de ese apoyo y del anuncio de varias reformas estructurales, apareció el verdadero Mauricio Macri. ¿Se abandonó el gradualismo, si es que en algún momento existió? ¿Los resultados de octubre permitieron al presidente radicalizar los programas de gobierno? Anccom dialogó con ocho intelectuales para intentar dar una respuesta a estas y otras cuestiones de cara a la segunda parte del mandato  macrista.

“Todo gobierno tiene una dinámica, que es esperar hasta las elecciones de medio término para iniciar una agenda más agresiva, que es su propia agenda”, explica Sebastián Mauro, politólogo y director del Centro de Estudios en Ciudadanía, Estado y Asuntos Políticos (CEAP). Aclara que no ve nuevas facetas pero sí una aceleración. “Pero en muchos casos se trata de los efectos de lo que ya venían haciendo. Por ejemplo, el peso de la deuda ya se ve en el presupuesto nacional. Argentina es el país que más se endeudó a corto plazo en el mundo, y eso genera que el ajuste sea más fuerte”.

Ari Lijalad, politólogo, periodista y compilador de los libros “Macri lo hizo” y “Plan Macri” no coincide en que haya aparecido el verdadero Macri a fines de 2017. “Ya en los primeros quince días de gobierno quiso nombrar a dos jueces de la Suprema Corte por decreto, derogó la ley de medios, eliminó las retenciones al campo, quitó las restricciones a la compra de dólares”, enumera. Y agrega: “El plan de gobierno quedó claro desde antes que empezara 2016. El modelo Macri ya estaba ahí, en la represión de los protocolos que armó Patricia Bullrich, en el arreglo con los fondos buitre, la detención de Milagro Sala…”. Según su opinión, este gobierno no se rige por los cánones de los partidos políticos tradicionales, que esperan un buen resultado para avanzar. “Es un gobierno como no hubo nunca en la Argentina. Todo el poder real del país está gobernando de hecho, esta vez no pusieron un político a gobernar”, dice.

En este punto coincide con Nicolás Tereschuk, sociólogo y politólogo, que analiza la falta de mediaciones que tiene este gobierno. “Hay una presencia de sectores empresariales en el gobierno. Por ejemplo, una medida en la que se busca quitarle 100 mil millones de pesos a jubilados y beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo es una imagen muy fuerte, muy desnuda, y eso genera conflictos intensos, como ya vimos en diciembre”. Se refiere a la reforma previsional, que generó un clima de protesta y represión a fines del año pasado.

Esa política jubilatoria representa, para el sociólogo y antropólogo Pablo Semán, una ruptura de Cambiemos con sus propias bases. “A partir del triunfo de 2017, el gobierno radicaliza su programa, y en ese camino entran en contradicción con una parte de sus votantes. Esta reforma, junto a la reforma laboral, favorece a algunos y perjudica a otros, y ahí lo que podría haber sido una exploración hegemónica deja de serlo. Ese intento de formular una hegemonía tenía un campo abierto y lo arruinaron con esa radicalización”, sostiene. Explica, además, que los jubilados y los trabajadores son parte importante de la masa electoral que apoya a Cambiemos. “El sector laboral no son solo los pobres que votan a la oposición. Hay gente de ingresos medios, que tienen esos ingresos porque tienen sindicatos. No creo que los laburantes de plantas fabriles que votaron a Macri estén tan felices con una reforma así”, concluye.

Daniela Perrotta, Doctora en Ciencias Sociales, politóloga e investigadora del Conicet, se pregunta si, en vez de buscar un sinceramiento del gobierno, hay que intentar entender qué cambió en la sociedad argentina. “Creímos que había un conjunto de temas sobre los cuales se pensaba de cierta manera, en torno a los derechos humanos, a la última dictadura, a la criminalización de la protesta social, a los valores republicanos, y ahora todo eso se pone en tela de juicio”, dice. Y agrega: “las urnas permitieron acelerar las medidas y disciplinar a la clase política que no termina de formar un frente opositor. La represión de diciembre los unió en el espanto, al menos, de ahí quizás podría nacer algo”. Con respecto a este tema, Marcelo Leiras, politólogo y doctor en sociología, opina que lo que busca el presidente y algunos de sus funcionarios es un cambio cultural que refleja una concepción de democracia más superficial, más debil. “Lo que hacen es darle voz a gente que ya pensaba como este gobierno hace mucho pero no lo expresaba en público hasta ahora. Es un apreciable porcentaje de la población que no tenía una representación partidaria, y ahora encuentra en el Pro una expresión conservadora afín”.

Para Gabriel Vommaro, sociólogo que investigó sobre la actividad política de Macri para sus libros “Mundo Pro” y “La larga marcha de Cambiemos”, hubo un cambio importante la semana siguiente a las elecciones de octubre. “Macri por primera vez en su historia como dirigente político y del Pro como partido arma una escena y plantea en público una hoja de ruta para el gobierno. Eso que ocurrió en el Centro Cultural Kirchner fue realmente novedoso”, explica.

Por su parte, Rosendo Fraga, abogado y analista político sostiene que el rumbo del gobierno cambió, pero no gracias al resultado electoral sino debido a las protestas que tuvieron lugar frente al Congreso el 18 de diciembre. “En noviembre y diciembre, el gobierno tuvo la idea clara de profundizar el rumbo a través del reformismo permanente. Esta estrategia, en función de la cual 2018 iba a ser el año de las reformas y 2019 de la reelección, cambia a causa del costo pagado por la reforma provisional”, expresa. Y agrega: “Por este motivo, abandona la reforma laboral y pasa a mirar 2018 con ojos electorales, ya no reformistas”.

Con respecto al gradualismo, Perrotta, Fraga y Mauro piensan que, por diversos motivos, el gobierno abandona el gradualismo de cara a los últimos dos años del mandato. Vommaro sostiene que el gobierno seguirá manteniendo una dimensión gradualista, y Semán entiende que durante los primeros dos años, el macrismo tuvo que enfrentar el desajuste económico en forma gradual para no afectar su capital político ni generar protestas que no le permitieran gobernar. En cambio, para Lijalad y Tereschuk, nunca hubo gradualismo. “Gradualistas les dicen los que lo corren por derecha”, dice Lijalad, y Tereschuk opina que “la idea de gradualismo es un gran acierto comunicacional del gobierno. Han logrado vincular la argumentación del híper endeudamiento al gradualismo. Nos hacen creer que solo se puede seguir un tránsito gradual, y evitar el ajuste, si se endeuda enormemente al país. Es genial en términos comunicacionales y hasta políticos que sigamos hablando de gradualismo”, concluye.