Por Florencia Orué
Fotografía: Guadalupe García

Inició su carrera como cantante y luego como actor. Y así,  Hugo del Carril se fue insertando lentamente en el mundo del cine. La exhibición de todos sus films como director y de una selección como intérprete, reivindica su trayectoria, jaqueada en su momento por sus posicionamientos políticos. Para la Historia queda, además, su versión de la “Marcha Peronista”, la más difundida.

“Él hace dos películas con Homero Manzi y Ralph Pappier: ‘Pobre madre querida’ y ‘El último payador’. Y dice que después de hacer esas dos películas, es cuando le dio el bichito de las ganas de hacer cine. En un momento en que los directores estaban más enfocados en entretener,  él empieza a ver otras cosas en el cine. Y ahí hace ‘Historia del 900’, que es su primera película”, comenta Diana Paladino, investigadora del Instituto de Artes del Espectáculo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en el Área de Cine Argentino.

“En algún reportaje, Hugo dice que se decide a colocarse ya no delante de las cámaras sino detrás porque para él, el trabajo de actor siempre fue medio una obligación, una consecuencia de la carrera artística propia. El canto lo llevó inevitablemente al cine. Sin embargo, la profesión de director, abarca todos los campos” agrega Osvaldo Tangir, periodista e investigador especializado en tango.

Aunque afirmándose como peronista, paradójicamente tuvo complicaciones durante los primeros gobiernos de aquel signo: centralmente, la enemistad con Raúl Alejandro Apold, subsecretario de Prensa y Difusión durante la primera y la segunda presidencia de Juan Domingo Perón le trajo numerosos contratiempos.  “Hugo de Carril siempre fue un tipo no orgánico y muy respetado. Apold tenía la necesidad de control total. Hugo no era el personaje del control total”, comenta Clara Kriger, historiadora de cine y autora del libro “Cine y peronismo”.

Por su parte, Gustavo Varela, autor de “Tango y política” y docente la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA agrega: “Había una idea de que el arte debía estar manipulado por el Estado a los efectos de sostener la práctica política del peronismo. Eso era una cosa muy habitual no solamente en la Argentina. Hugo del Carril quedaba por fuera de esto, oprimido, sometido a esta voluntad de Apold”.

“Las aguas bajan turbias”, estrenada en 1952, fue un momento especialmente conflictivo entre del Carril y Apold. La película se basa en la novela “El río oscuro”, de Alfredo Varela, que narra la explotación en los yerbatales argentinos. El novelista, que militaba en el comunismo, estaba preso y del Carril lo iba  entrevistar  a la cárcel para hacer el guión con él. “Eso no forma parte del manual de ningún peronista” afirma Kriger.

“El comunismo en ese momento era una amenaza y era una amenaza que había que combatir dentro de los parámetros del capitalismo. Una amenaza en Estados Unidos, pero también en la Argentina, desde la década del 30’” señala Gustavo Varela.  Para  Apold, el estreno de esa película era como darle una publicidad al comunismo, por lo que intentó boicotear su estreno. De todos modos, “Las aguas bajan turbias” fue aclamada por todo el mundo.

Sin embargo, todo cambió cuando llegó la autoproclamada Revolución Libertadora. Esa dictadura creó una comisión nacional de investigaciones -no solo sobre el cine, sino sobre todas las industrias- que investigaba la corrupción y las irregularidades supuestamente producidas durante el gobierno peronista, comenta Clara Krieger. “Es en ese momento, cuando meten preso a Amadori, Hugo del Carril y a los Mentasti, productores de Argentina Sono Film, con acusaciones de corrupción”, señala la investigadora. Hugo del Carril estuvo preso casi dos meses, hasta que lo liberaron por falta de mérito.

Ya durante la dictadura de 1976, el artista se tuvo que exiliar definitivamente del país, hasta que volvió la democracia en 1983. Kriger define a del Carril como un cineasta bisagra: “Lo que le pasó a Hugo del Carril fue que se quedó en la transición de cine clásico y cine de autor. Fue el primer realizador independiente de la Argentina. Independiente por la producción, el equipo, la forma. Tenía una idea global de su creación. Pero el tipo de relato que promovía era bastante clásico. Es decir, había una línea melodramática que terminaba en un final feliz”.

Osvaldo Tangir reflexiona: “Básicamente no hay que considerar que Hugo del Carril es un cantor, un actor o un director. Es un artista completo. De esos que no hay muchos, tanto por su definición nacional y lo popular, que tiene que ver con toda su obra, como por su talento”. Por su parte, Gustavo Varela concluye: “Construyó un sistema de identidad popular muy fuerte. Que sigue hasta hoy en día”. Esa identidad vinculada con el pueblo, plasmada en los films que dirigió, se puede disfrutar en el MALBA.