Por Marina Jiménez Conde
Fotografía: Daniela Yechua, Francisco Rodríguez Pérez

Los rayos amenazaron todo el día con la suspensión de la fecha y por eso los varones retrasaron su encuentro para jugar sin riesgos. Ahora las chicas, que estuvieron esperando que ellos terminen, se disponen a entrar en lo que queda de verde en la cancha de Lanús Rugby Club. La capitana Tamara Charo da las últimas palabras de aliento para el equipo: “A Ro le duele la rodilla, estamos echas mierda, pero vamos a dejar todo. No perdamos la pelota”. Después se escucha al unísono: “Un, dos, tres Lanús”.

El Lanús Rugby Club se fundó en el año 1996 y nada tiene que ver con el Club Atlético Lanús –que participa con éxito en los campeonatos de fútbol profesional– aunque ambas instituciones estén pegadas una de la otra. El equipo de mujeres rugbiers comenzó en 2012 con un grupo de chicas que empezó a entrenarse por su cuenta y que al poco tiempo encontró en Emiliano Mito Serafini (32), ex jugador de rugby en el club, a su entrenador.

ra Lugo corre con la pelota de rugby en la manos, totalmente embarrada mientas la persigue una rival

La centro del equipo de Lanús, Iara Lugo, corre mientras es perseguida por una de las jugadoras de Almafuerte.

Las chicas entran a la cancha, impecables con los colores blanco y el clásico granate en sus remeras para enfrentarse al Almafuerte, un club de Ciudad Evita. A los cinco minutos de empezado el partido, ya no hay manera de distinguirlas de sus rivales, de los dos lados el marrón oscuro se adueña de las camisetas. El equipo bonaerense de zona sur no tiene suplentes e incluso empieza el encuentro con nueve jugadoras de campo cuando deberían ser diez por equipo. Del otro lado, Almafuerte cuenta con una cuantiosa banca.

Pero paradas al lado de las suplentes de Lanús se encuentran Jimena Tévez, de 15 años, que hace unas semanas arrancó a entrenar, y Luciana Carrasco, de 20, que hasta hace poco integraba el equipo. Alientan desde afuera. A los minutos de empezado el partido llega la décima jugadora: Carolina Del Valle Schaab, de 36, que viene de un largo día de trabajo como seguridad privada. “Le lloré al supervisor, le tuve que suplicar hasta que me dio permiso y me dejó salir un par de horas antes para poder jugar”, confiesa, mientras cuenta cómo retorno al equipo luego de una lesión y de otros compromisos personales: “Me dije ‘me tengo que replantear volver, si no puedo entrenar todo lo que se necesita, aunque sea venir una vez por semana, volver a arrancar y darles una mano’”.

Las chicas del equipo Almafuerte cubren la pelota

Luego de la postergación del partido por una lluvia, el equipo de rugby femenino de Lanús comenzó con un try abajo el encuentro.

Es que luego de la modificación que dispuso en 2017 la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) de que se pasara a jugar el torneo femenino con diez jugadoras –en vez de siete como se venía haciendo– varios equipos en desarrollo como lo es Lanús, tuvieron dificultades para presentar el equipo completo, teniendo que jugar muchas veces sin cambios o en desventaja numérica. Luego de sufrir por la falta de jugadoras, Mito asegura: “Ahora terminamos con el equipo armado y ya podemos empezar un escalón arriba”.

Durante los primeros minutos del partido, las chicas están algo dubitativas y la presión de Almafuerte las hace retroceder en campo propio, el entrenador granate pasea de un extremo a otro, sobre uno de los costados de la cancha, mientras sigue las jugadas con detenimiento. Pero Lanús Rugby Club no logra salir de la zona defensiva y al poco tiempo Almafuerte marca el primer try. El entrenador camina bordeando la cancha, junta a las jugadoras y les dice: “Tranquilas, confiemos en nosotras”.

Con la desventaja, las locales empiezan a ganar posiciones y a recuperar rápido la pelota. Suenan los cuerpos y el agua con cada tackle. El médico tiene que ingresar por el pedido a los gritos de una de las jugadoras de Almafuerte tras un golpe en su pie.

Abrazo de las chicas de Lanús Rugby Club, se alcanza a ver las remeres embarradas

Carolina del Valle, pidió salir antes de su trabajo para que sus compañeras no jugaran el partido en desventaja numérica.

Las locales se asientan mejor en el campo y empiezan a pasarse la pelota. Luego de varios avances, a Iara Lugo, de 21 años, se le abre un espacio, esquiva a una, se cuela, aguanta el tackle a destiempo de su rival, lucha contra el barro, levanta más alto las piernas para escapar, a pura fuerza y velocidad pasa. De atrás la siguen cinco jugadoras desesperadas, está casi a punto de llegar a la línea final pero la derriban. Antes de caer, Iara le pasa la pelota a Rocío que había seguido la jugada. Sola por la banda izquierda, convierte el try del empate.

“Ro” es a la que le dolía la rodilla antes de empezar el partido, se llama Rocío Soto y sufrió la rotura de los ligamentos durante 2016. Además es profesora de Educación Física y hace dos años que cambió el handball por el rugby. “En el profesorado le dieron solamente rugby a los varones y muchas nos quedamos con ganas de conocer el deporte, entonces por eso dije: ‘Me voy a sacar las ganas, pruebo y si no me gusta me voy’”, recuerda de sus inicios en el deporte.

Luego del empate, las granate agarran confianza, Iara se escapa varias veces más y amplía la diferencia. Su familia desde la tribuna festeja, en especial su abuelo Alfonso y su abuela Chichina, que la incentivaron para que empezara a practicar rugby. “Una la ve que se posesiona jugando, le gusta tanto, que deja todo ahí”, dice Chichina mientras Alfonso replica: “Estamos contentos y firmes todos los domingos alentando a la nieta”.

 

Una de las chicas de Almafuerte tendida en el piso luego de un choque

Finalmente, las chicas de Lanús Rugby Club pudieron dar vuelta el resultado «dejando todo» como marca la capitana del equipo.

También hay tiempo para que la más chica del equipo, Daiana Penayo, de 15 años, marque un try. La adolescente se unió a Lanús a principios de 2017, provenía de otro club de la zona pero que no se encuentra federado en URBA. “Yo sentía que podía dar más, decidí dar una paso grande y venir acá,” relata Daiana que recibió durante todo el partido las indicaciones del entrenador: “Un pasito adelante Dai”,  “abrite un poco”,  “más cerca de Iara”. Con la victoria conseguida, Mito les comentaba a sus amigos del club: “¿La vieron a Daiana en la cancha? Va para adelante, no tiene miedo.”

“Vos podés tener mucha técnica o lo que sea, pero tenés que poner ganas y actitud. Eso no se negocia y no te lo da nadie. Eso siempre lo marco, porque no hay con qué darle. Podemos perder, podemos ganar pero dejando todo”, reconoce Tamara Charo , la capitana de 36 años, que sueña con que en el club se abran las infantiles de rugby femenino para poder entrenar a las nenas a partir de los cinco años. Mito, que además de entrenar al equipo femenino, es entrenador de juveniles, infantiles y del plantel superior, concluye al hablarle a las chicas después del partido: “No me pasa con ningún otro equipo, de estar fuera de la cancha y salir con los ojos llorosos, solo me lo transmiten ustedes.”

Actualizado 06/02/2018