Por Ignacio Martínez
Fotografía: Liana Rodríguez

Viernes, mediados de diciembre, y no hay sombra de árbol que pueda contra el calor de las cinco de la tarde sobre Plaza de Mayo. A metros de la Pirámide una joven guía turística es rodeada por una veintena de extranjeros que escuchan su limpio inglés bilingüe, a excepción de palabras que menciona en español, lento y fuerte. “Desaparecidos” y “forzada” son algunas de ellas. Frente al Cabildo, un grupo de personas vestidas de negro camina a pasos sincronizados y cruza la calle hacia la Pirámide. Son atraídas por el ruido de tambores hechos con baldes de pintura, golpeados por cuatro personas con gorras. La multitud negra avanza y se detiene frente a los baldes, junto a los que hay cuatro bicicletas al revés. Un tercio de Plaza de Mayo se colma de curiosos y las bicicletas comienzan a sonar como la cadena de una filosa y pesada máquina. Detrás, se aproxima otro grupo de mujeres jóvenes vestidas con remeras rojas y amarillas que contrastan a los presentes. Los colores de ellas, sus corridas, bailes y saltos llaman la atención: la escena altera el orden cotidiano. Un joven con mochila se mueve entre el público y reparte papeles con frases: “Antón Pirulero dice… si usted es ciudadano modelo, paga sus impuestos, cree en los noticieros, vive en barrio céntrico, usa tarjeta de crédito, viste como es correcto, atiende su juego…quédese tranquilo, a usted la máquina no lo desaparecerá”.

Fin de UN mundO (FUNO) es un colectivo artístico autoconvocado que irrumpe de manera esporádica y disruptiva en la vía pública desde hace más de cinco años. Con la intención de hacer arte encarnado en la expresividad de los cuerpos, el lenguaje poético deja de ser abstracto a partir de intervenciones con una mirada crítica sobre los hechos sociopolíticos del país. Quiénes conforman la agrupación es algo cambiante, según la respuesta en la convocatoria de cada intervención. El nombre de esta agrupación está relacionado con que su primera acción fue realizada el 12 de octubre de 2012 en Buenos Aires: se llamó “10/52” (o diez veces 52) debido a los 520 años de la llegada de los españoles a América, con el consecuente fin de un mundo. Pero además, esa primera aparición del colectivo tenía la base en un texto poético de Liliana Bodoc, “La saga de los confines”, inspirado en los tiempos en que América aún no había sido conquistada.

Para esta intervención, llamada “La máquina de desaparecer”, el colectivo precisó de la colaboración de cien personas para lograr una puesta en escena en Plaza de Mayo. “Buscamos dar cuenta de la complejidad de la máquina, de los que cumplen un papel fundamental y de la no implicancia de las personas que a su vez lo sostienen”, aclara Carolina, una de las participantes. Bajo el lema “transformar la ausencia en presencia”, la postura crítica de FUNO se visualiza una vez más, como todos los 24 de marzo desde 2013, en cada marcha por el Día de la Memoria.

Carolina es integrante desde los inicios de FUNO. Forma parte del “círculo de música”, pero además es colaboradora dentro de “Sincro”. “Sincro” es el nombre con el que dentro del colectivo se dialoga y organiza con los demás sectores (círculos) especializados, como los encargados de la  vestimenta, las redes sociales y la producción audiovisual, entre otros. Cada integrante trabaja desde su aporte personal, en cada círculo, pero la labor final de sus numerosos integrantes es mancomunada. “Nosotros damos pinceladas eligiendo lo simbólico –afirma Carolina– porque asumimos que hay otros grupos u organizaciones sociales que desde lo político y lo económico en algunos casos describen y accionan. La particularidad de FUNO es ser un colectivo artístico, pero que además tiene tintes políticos”. Resalta, además, con convicción la convocatoria de personas con diferentes posturas ideológicas, que sin embargo tienen en común un mismo objetivo: la construcción de un nuevo mundo.

Simbólico hasta en los nombres para organizarse, las acciones se apoyan y refuerzan en el cuestionamiento y las preguntas antes que por las respuestas. Las intervenciones callejeras en diferentes espacios públicos de Buenos Aires han caracterizado a Fin de UN mundO desde sus primeros interrogantes, como lo fueron sus anteriores propuestas críticas a la gestión PRO, en base a los “Prombies”. Aquella mezcla de zombis con insignias del PRO resultó muy elocuente en sus apariciones en el subterráneo de Capital Federal, a la vez que logró un vaivén de tensiones con las personas que se cruzaron. Para Carolina, esa ambivalencia en las respuestas es un eje fundamental: “No hay una sola forma de caracterizar el polo de entender y no entender, hay matices. Sin embargo, en esa tensión hay una postura crítica, y el rechazo muchas veces es lo que da más preguntas”.

Josefina, al igual que otros muchos, no puede encasillarse como parte de algún círculo específico dentro de FUNO, a pesar de su larga trayectoria en el colectivo. Si bien se identifica con su labor en “Sincro”, ella acude a la necesidad que surja para cada intervención. Remarca la importancia del nivel de reflexión que genera una intervención artística frente al consumo de los contenidos mediáticos. “Algunos toman lo que consumen como lo que en realidad sucede y los cuestionamientos que buscamos son una manera de construcción que no genere personalismos, verticalidad y liderazgos. Se forma por ensayo y error”.  Josefina no se relaja, y entiende sus actos desde un punto de vista pedagógico y sincero. “Elegimos esto –dice- por pura convicción, sin necesidad de rédito económico. Eso nos da poder y somos sinceros en la búsqueda, a partir de la participación colectiva”.

El 90% de quienes integran Fin de UN mundO son mujeres. Tal es el aumento de la presencia femenina, que ha crecido para denominarse “FUNA” y participar en el Encuentros Nacional de Mujeres realizado en Chaco. La labor femenina incluye una franja etaria extensa. “Después de la participación en Chaco – agrega Josefina – surgió la necesidad del desarrollo de  una parte del colectivo en clave femenina, con acciones específicas creadas desde FUNA”.

En octubre de 2017 Fin de UN mundO cumplió apenas cinco años y sus integrantes expresan su felicidad con más trabajo y propuestas a futuro. Y es que para la concreción, se necesita del acompañamiento y de la convocatoria que siempre ha caracterizado a un colectivo en clave artística, pero no por eso los ensayos dejan de ser estrictos. La organización a partir de redes sociales y una comunicación acotada, han llevado a que la agrupación se encuentre por fuera de lo mediático, entendiéndose como alternativo. De esta forma, el colectivo se ha reforzado así mismo año tras año, generando aún más adeptos y promulgando interrogantes en las calles.

Y en ese sentido, donde la crítica, el arte y la danza son las herramientas de reflexión, la proclamación del fin de un mundo es algo pareciera no tener fin.

En Plaza de Mayo, pleno diciembre, el calor no cesa, y las gotas de sudor sobre las remeras rojas y amarillas de ellas tampoco. Ellas hicieron frente a la fuerza de la máquina, y ahora se retiran lentamente doloridas en dirección al norte. Luego de un breve silencio, una gorra roja en el piso es la última imagen de un joven de baja estatura que desapareció entre el tumulto. La maquinaria de hombres y mujeres de negro se lo llevó.Y con él, los aplausos de un público lleno de incertidumbre que de a poco se diluyó.

 

Actualizado 26/12/2017