Por Damián Lencina (Universidad Nacional de Moreno)
Fotografía: Daniela Morán

Una nueva forma de lucha por los derechos de los niños. Esa es la premisa que lleva adelante la Asociación Civil El Arca, en Moreno. ¿Cómo? Con un proceso gradual de cierre de los hogares de la entidad a cambio de introducir  la novedosa modalidad de apadrinamiento solidario y así evitar que los chicos pierdan su escuela, su barrio, su familia.

Un poco de historia

Betina Perona, directora y fundadora del Arca, cuenta: «Yo pertenecía a un grupo de parroquia con el que íbamos a la estación de Constitución. Estábamos con los chicos que vivían ahí y que no dormían por el miedo. Así surgió el deseo de tener una casa para ellos». En 1986 se inauguró el primer Hogar en Parque Patricios. Tres años después, se mudaron a un lugar más amplio, en Moreno. «Estuvimos 25 años con los hogares. Funcionamos todos los días y no había vacaciones. Fue una experiencia intensa. Pero esto sirvió para mostrarles a los chicos otros modos de vida posible y que había adultos en los que podían confiar», expresa. El Arca mantuvo en pie un hogar para niñas, otro para niños y otro para los que cumplían la mayoría de edad.

En el año 2000, la asociación sintió que no hacía lo suficiente. Por eso, comenzó con actividades en la zona de Cuartel V. «Nos propusimos evitar que los chicos salieran del barrio, terminaran en la calle y después en un hogar», dice Betina. Años después, cerraron la etapa de hogares. «La decisión fue económica y por cansancio. Fueron muchos años de poner el cuerpo. Pero también por una nueva perspectiva, nuestra tarea iba a seguir, pero de un modo distinto», explica.  

Una nueva forma de lucha por los derechos de los niños. Esa es la premisa que lleva adelante la Asociación Civil El Arca, en Moreno.

Cambio de rumbo

Una nueva perspectiva surgió, basada en dos ejes: inclusión educativa y participación. Se trata de prevenir en vez de curar y la modalidad es el apadrinamiento solidario. Apadrinar a un niño es una colaboración mensual económica (que parte de 150 pesos), pero además es establecer un vínculo personal. Evangelina Paolucci, del área de apadrinamiento, explica: «La parte fuerte es el vínculo, donde el padrino acompaña el crecimiento de su ahijado». El Arca se encarga de mediar entre ambas partes. Al respecto, Paolucci agrega: «Se comunican a través de cartas, fotos y dentro de lo posible, visitas. Se genera un sostén tanto para los chicos como para sus familias. Tienen una figura que los escucha e incentiva». Por otra parte, el dinero de los padrinos no va directamente al ahijado o a su familia, sino que se utiliza para llevar a cabo las actividades de las cuales participa, generando un beneficio expansivo hacia su entorno.

Llevar a cabo un proyecto de esta envergadura no es sencillo. Mirta Quinteros, secretaria y co-fundadora de El Arca, explica: «Mi tarea es la gestión y administración. El fin último es que a los chicos y al equipo les lleguen los insumos y el capital necesario. El financiamiento es  clave, pero este es más efectivo cuando hay identificación. Por esto, tratamos de ser un colectivo con un mismo objetivo: hacer efectivos los derechos humanos en la niñez». En este aspecto, el área de comunicación lleva a cabo una labor de vital importancia. Su encargada, Ayelén Ramayo,  cuenta: «Nuestro objetivo es difundir, pero trabajamos en especial manera en la recaudación de fondos. La página web y las redes sociales son hoy los mejores canales que tenemos». Desde su área, Ayelén también agradece la difusión externa que reciben. «Todos los medios de comunicación que se acercan y nos dan voz, hacen que podamos ser vistos, lo cual se traduce en más colaboraciones».

Una nueva perspectiva surgió, basada en dos ejes: inclusión educativa y participación. Se trata de prevenir en vez de curar y la modalidad es el apadrinamiento solidario.

Las experiencias

El Arca realiza sus actividades en Cuartel V. Lucas Jaime, del equipo de inclusión, explica: «Somos la parte que se inserta en el territorio. Actualmente llevamos a cabo una juegoteca, apoyo escolar y actividades en las escuelas». Además, cuenta que la experiencia de ir a los barrios y trabajar en el territorio es lo que más motiva. «Cuando llegás por primera vez y decís que sos de El Arca, los pibes se acercan y te abrazan, eso es increíble». Pero trabajar en Cuartel V tiene sus dificultades. «Hay que tener en cuenta el contexto de los niños. Son barrios en continuo crecimiento. Las calles se inundan, no hay servicio de la basura, problemas de luz, gas o cloacas, y realmente hay un déficit de escuelas. Entonces nos adaptamos a sus realidades. Armamos todo en base a ellos, a sus necesidades, inquietudes y miedos», expresa.  

Por otra parte, algo que destaca a este proyecto es su sistema de voluntariado internacional. De todas partes del mundo llegan voluntarios a participar. Clara Helberg, de Alemania, relata su experiencia: «Hay un programa del gobierno alemán que te conecta con ONGs de todo el mundo. Elegí El Arca porque vi lo que hacían y me gustó». El gobierno de aquel país le pagó el viaje y le da dinero por mes para sustentarse. Clara está hace diez meses en Argentina y es parte del equipo de inclusión. Esto la ha marcado, según cuenta: «La primera vez fue muy bueno. Era muy distinto a todo lo que conocía porque no hay lugares así en Alemania. Por más que haya problemas de infraestructura, acá la gente es muy amigable y los chicos son muy cariñosos».

El Arca tiene historia, presente y un gran futuro. Un digno deseo la impulsa: respetar los derechos de los niños. Hoy, con un modelo innovador y eficaz, que genera vínculos de por vida, han marcado un camino. «Mucho nos ha dado El Arca -reflexiona Perona-. Pero cuando veo los resultados, los chicos que hoy han crecido y han podido cambiar las historias de sus vidas, siento mi satisfacción más grande».

Actualizado 22/08/2017