Por Vittorio Petri
Fotografía: Serena Moyano

En la entrada al predio de La Rural hay una gigantografía con un toro Hereford, de perfil, que da la bienvenida a los visitantes. “¿Esta fila es para el acto?”, pregunta una mujer de unos 40 años y les cuenta a sus hijos que “todas las cosas buenas del país vienen del campo”

En la cola para los palcos espera gente con ponchos, cintos negros y marrones con hebillas de plata, botas de cuero sin arrugas, mates diversos, alpargatas de suela blanca. En las cabezas, llevan inscriptas sus procedencias: descendientes de italianos con sus boinas negras y discretas, de las que abundan en el oeste de la provincia de Buenos Aires y el este pampeano; los gallegos del sur bonaerense con sus boinas rojas más llamativas; los del norte con sombreros, y los del conurbano con sus boinas caídas y de costado. Algunos es la forma en que se visten habitualmente, otros están disfrazados para la ocasión, y muchos, a pesar de no ser una fecha patria, tienen la escarapela puesta.

A las 10.20, a diez minutos del inicio del acto oficial –que como cada año se realiza el penúltimo día de la Feria–, un hombre de seguridad con borcegos, gorra y chaleco antibalas recorre la interminable fila anunciando que “los palcos están llenos”. María Julia, que vino de Castelar, se acerca a las vallas. “Hace una hora que pagué la entrada. Me dijeron que no era necesario hacer fila”, dice enojada. Otro custodio, ante el reclamo, le responde: “No hay más lugar, córrase por favor”. Unos pocos elegidos consiguen pasar mostrando un papel, lo cual hace enojar más a la mujer: “¡¿Ven que hay lugar?!”.

Los visitantes vestidos para la ocasión.

 

Pasadas las 10:30, en el pabellón bautizado José Alfredo Martínez de Hoz -fundador de la histórica familia que dio a luz al primer ministro de Economía de la última dictadura militar- los caballos se inquietan por el fuerte ruido de las hélices de un helicóptero que empieza a descender sobre el predio. Un hombre, de unos 35 años, señala la nave. “Ahí viene”, les dice a sus hijos.

Desde un atril con la leyenda “El campo es mucho más que campo”, el titular de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Luis Miguel Etchevehere, da comienzo a la ceremonia homenajeando al ex secretario general del Sindicato de Trabajadores Rurales, Gerónimo “Momo” Venegas. A nadie parece llamarle la atención que uno de los mayores terratenientes cite textualmente al sindicalista que acompañó a Mauricio Macri en la campaña presidencial: “La Argentina tiene que producir, producir y producir”. “Tomemos su bandera y honremos su memoria”, añade. Los que están en los palcos aplauden y los que están afuera, que apenas escuchan, también. Etchevehere subraya la necesidad de “crecer afrontando nuevos desafíos” y concluye: “Tenemos claro que no queremos volver al pasado, porque volver al pasado es tener a Venezuela como modelo”. El remate le vale a Etchevehere un aplauso ensordecedor.

La ceremonia en homenaje al ex secretario general del Sindicato de Trabajadores Rurales, Gerónimo “Momo” Venegas.

La ceremonia en homenaje al ex secretario general del Sindicato de Trabajadores Rurales, Gerónimo “Momo” Venegas.

A continuación, el presidente Macri, el orador más esperado de la jornada, saluda a su público: “¡Qué lindo es volver a encontrarnos!”. Su breve discurso es interrumpido por aplausos cada vez que se refiere a “corrupción”, “esperanza” y “optimismo”. Para no perder la costumbre, cuenta una anécdota con un ciudadano “común”, un campesino que, según él, le dijo: “Heredaste el país como un carro encajado con las gomas desinfladas, y todos juntos, como decimos en el campo, te decimos empujemos, dale que sale, dale que sale”. Antes de despedirse, Macri promete “una reforma impositiva para bajar más impuestos” al campo y, acompañado de una gran ovación, pide seguir construyendo un mejor país “todos juntos”. Pegada a las vallas, María Julia, a quien se le pasó el enojo, aplaude con frenesí al mandatario y terminado el acto se va a pasear por la Feria.

Durante los once días que dura el evento, pueden verse más animales en La Rural que en el zoológico porteño, ubicado enfrente. Entre las razas vacunas destacan la Holando Argentina, la noble Hereford, la poderosa Aberdeen Angus, la extraña Brahman, originaria de la India, y el gran campeón de este año, el Brangus, mezcla de cebú y Angus. Todos especímenes producidos en el país que irán a parar afuera.

En el pabellón central, un enorme corral exhibe lo mejor del futuro ganadero argentino, los padrillos. Secadoras, cepillos, mangueras y palas mantienen a los más de 100 toros perfumados, limpios, suaves y brillosos. A diez metros, el principal restaurante del predio, con sus más de cincuenta mesas armadas, aguarda a los comensales que degustarán la carne más selecta bajo la atenta mirada de los vacunos. “Del campo a su mesa” en su máxima expresión.

Las largas filas para entrar al predio de La Rural.

Las largas filas para entrar al predio de La Rural.

Los carteles publicitarios de Clarín, Radio Mitre, La Nación, Banco Provincia y Canal Rural marcan el ingreso al pabellón de ventas. Se ven casi tantos globos amarillos –con la inscripción “Vamos juntos”– como personas. Los puestos son variados: tejidos, cueros, artesanías, juguetes, máquinas, tractores para cortar el pasto y calzado, en su mayoría artículos de campo para quienes no viven en el campo.

Los niños también tienen su sector: “La granja de los chicos”, donde pueden ver e interactuar con gallinas, conejos, ponis, ovejas, cabras, chanchos, llamas y hasta presenciar el nacimiento de los pollitos. En el pabellón, rodeado por siete grandes carteles con la etiqueta #MeGustaElCampo, una madre le cuenta a sus dos hijos que “el abuelo tenía todos estos animalitos en su estancia”.

A pasos de allí se encuentra una de las atracciones de la Feria, “Lanata”, bautizado así por su dueño a sabiendas de que un simple toro es incapaz de repudiar su propio nombre. Aunque “inquieto y caprichoso”, aclara el propietario, este Lanata “no se dedica a combatir la corrupción”. El objetivo, como el del resto de los criadores, es alzarse con algún premio y así cotizar más alto su semen en el mercado, ya que un campeón aumenta su valor entre cinco y diez veces.

Finalizado el acto, las vallas se hicieron a un lado para dar lugar al desfile de los campeones, bajo la figura de un toro Hereford, la imagen oficial de la Feria que en esta edición le ganó la pulseada a nuestra autóctona vaca lechera, la Holando Argentina. El toro Payanquén, con sus orgullosos más de mil kilos y una circunferencia escrotal de 43 centímetros, camina detrás de su dueño. Su esperma será el más codiciado el próximo año y todos querrán un hijo de él. Las ventas reflejan la importancia de los machos: se pagaron 940.000 pesos por el “Reservado Gran Campeón Macho” de Cabaña La Sultana, mientras que la más cotizada de las hembras alcanzó los 545.000 pesos. Luego de Payanquén, desfilan un tractor cargado de pollos y otro de chanchos, este último con tres de los mejores machos reproductores del país. Sus tres dueños, sentados en la parte posterior del carro, saludan al público como próceres de la patria. Un hombre de unos 40 años mira la escena y dice: “Mirá, el tractor lo está manejando una mina”.

Actualizada 01/08/2017