Por Azul Tejada
Fotografía: Camila Alonso

“Lo que podríamos generar con este rumbo es un estancamiento”, opinó sobre la política económica del gobierno de Mauricio Macri, Martín Guzmán, investigador del Departamento de Economía y Finanzas de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia. Además de formar parte del equipo del Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz y ser asesor de la Asamblea General de la ONU, Guzmán es profesor de la Universidad Nacional de La Plata y de la Universidad de Buenos Aires, en donde dicta cursos sobre macroeconomía y crecimiento económico. Es editor del Journal of Globalization and Development, y co-dirige el Grupo de Investigaciones sobre Reestructuración de Deuda y Quiebras Soberanas, de la Universidad de Columbia.
En diálogo con ANCCOM, manifestó su preocupación sobre las perspectivas futuras: “El gobierno está manejando esta transición de una forma que va a tener efectos negativos sobre el nivel de actividad y, en particular, sobre nuestra dinámica social, por el hecho de que se está generando una sociedad más desigual. Y una sociedad más desigual significa que funciona peor, no solo en lo económico, sino en un sentido más amplio”, expresó.
Licenciado y Magister en Economía en la Universidad Nacional de La Plata y Doctor en Economía en la Universidad Brown, Guzmán también analizó el impacto que tendrá el pago a los fondos buitre a nivel nacional e internacional.

¿Cómo están afectando las políticas económicas tomadas por el actual Gobierno nacional?
La primera medida principal fue el abandono del cepo, la devaluación. La realidad es que este gobierno heredó una situación macroeconómica débil en la cual si no hacía nada el país iba a tener una crisis de balanza de pagos. Sin embargo, el punto es cómo manejar esa devaluación, y ahí es donde creo que el gobierno actual le está pifiando. Porque más allá de que necesitase devaluar, el punto siguiente era reconocer que el país está en una transición y que el mercado no logra hacer un buen trabajo durante las transiciones. De modo que mi miedo era que si el gobierno solo devaluaba y no hacía mucho más, iba a haber un traspaso a precios que ni siquiera se limitase solo al componente de la producción que es importado o que se exportan. Porque Argentina tiene una historia de tanta inestabilidad de precios que el dólar es la moneda para la fijación de precios en sentido amplio. Hasta un café sube cuando sube el precio del dólar, aun cuando es solo una parte pequeña de ese café lo que se importa. De modo que esperaba un traspaso a precios alto. Había dos cuestiones. Primero era intentar evitar que eso pasase. La devaluación fue una redistribución de recursos desde la ciudad al campo. El siguiente paso es quién va a pagar el ajuste dentro del mundo urbano. Y lo importante es que no recaiga sobre el asalariado. Y para ello es necesario, entonces, hacer políticas de precios. Había que concertar para que los precios de lo que no se justificaba que aumente no aumentase, y no se hizo. Por eso lo que tuvimos fue un traspaso a precios alto. Si se sigue ese camino, entonces lo importante es compensar a los sectores que más capacidad de compra perdieron, sobre todo a los sectores más vulnerables, con una política de ingresos muy agresiva. Hubo algo de eso, pero fue insuficiente. Entonces lo que estamos observando en Argentina es una disminución del poder adquisitivo concentrada en los sectores más vulnerables, y sobre la clase media menos acomodada también, que está generando un efecto recesivo más grave que el que en principio se podría haber logrado si se hubiese manejado bien la devaluación, es decir, si se hubiese hecho concertación para que el traspaso a precios se limite estrictamente a lo que es insumo importado.

¿Qué opina sobre los despidos que está llevando a cabo este gobierno?
Es importante impedir que en un Estado ocurran dos cosas: los ñoquis y el clientelismo. El problema es que los despidos en el Estado están yendo más allá que eso. Incluyeron a muchas personas que no eran ni ñoquis, ni estaban acomodadas, ni eran improductivas. Había mucha gente que simplemente estaba comprometida y con cierta afinidad política, que cumplía cierta función. Mi entendimiento difiere del que se infiere a partir de las acciones del gobierno, porque pienso que el Estado tiene un rol importante en ciertos sectores en los cuales el mercado no resuelve los problemas de una sociedad. Y esto no solo tiene que ver con la economía. Por ejemplo, tiene que ver con los derechos humanos. Hay áreas que son vitales para el funcionamiento de una sociedad que han sido cerradas. Eso está reflejando una visión de cómo debe funcionar el Estado, totalmente diferente a la que tengo yo.

¿Encuentra algún parecido entre las políticas neoliberales que tuvieron lugar en la década del 90 y las que se están llevando a cabo por el gobierno de Mauricio Macri?
Al día de hoy las políticas que ha llevado a cabo el gobierno de Macri son parecidas pero no equivalentes a las políticas de los 90. Pero es importante que no lo sea, que eso se mantenga. En los 90 hubo un proceso de liberalización del comercio que generó una destrucción de la industria, y una destrucción consecuente del empleo industrial. Argentina es un país que tiene una porción de mano de obra calificada muy grande que solo puede ser absorbida por ese sector. Esas políticas a lo que condujeron no fue a un país más eficiente, sino a un país mucho más desigual, con mucha más exclusión social, en el cual millones de personas quedaron fuera del sistema. Y eso lo sufrimos como sociedad. A la vez, hubo políticas de liberalización financiera que también se tradujeron en mayor inestabilidad, en lugar de mayor eficiencia. Hoy en día vemos que hubo ciertos elementos que denotan una visión del Estado parecida, pero no se hizo todo igual. El tema es que recién empieza. De modo que va a ser importante cuidar el empleo industrial. Y eso quiere decir que la forma en que Argentina se integre comercialmente con el mundo tiene que ser muy cuidadosa. Si de un día para el otro se abrieran las importaciones, eso llevaría, si se hace de forma indiscriminada, a la destrucción de empleo industrial, y eso es muy regresivo.

¿Cómo cree que debería ser manejada la política de subsidios?
El tema de los subsidios es complejo y hay mezcla. No tiene sentido que la clase media alta y la clase acomodada del país paguen cinco dólares por mes por la electricidad. Eso es regresivo. O sea que ese subsidio está mal, tiene que ser eliminado. Pero hay otros elementos de los subsidios que no son regresivos. Tenemos una estructura demográfica en la cual en las afueras de los conglomerados vive la gente menos pudiente que necesita trasladarse al centro. Esa gente no está usando el transporte público porque le guste, no es un bien de consumo, sino una necesidad básica. Y eso tiene que estar subsidiado. No tiene sentido que la gente tenga que caminar más o tener mayores dificultades para trasladarse de las afueras hacia las escuelas o los puestos de trabajo por el hecho de que sea más caro. El boleto de colectivo que traslada a la madre que lleva al chico a la escuela tiene que ser casi gratis. No se puede pensar una política de eliminación de subsidios como si todo fuese un bien de consumo. Cada cosa es diferente. No es lo mismo la electricidad que consume la clase media para mirar televisión y para usar los electrodomésticos, que el transporte público que te puede trasladar a la escuela o al trabajo. No es lo mismo pagar electricidad para jugar al tenis en el country que para proveer a una escuela de luz. Hay sectores en la sociedad en los cuales las tarifas tienen que reflejar el costo de producción, pero hay otros que no. La eliminación de subsidios se está haciendo sin el cuidado suficiente. Si eliminás ese subsidio porque te es muy difícil identificar quién lo merece, entonces lo que hay que hacer es una política de ingresos muy fuerte para compensarle a esos sectores.

¿Cómo logró Argentina salir de la crisis de 2001?
Hubo una combinación de factores que dieron lugar a una recuperación muy exitosa. Hay tres que fueron muy importantes. El primero fue la reestructuración de la deuda, que permitió recuperar la sostenibilidad y poder tener los recursos para poder hacer políticas contracíclicas. El segundo fue que el país persiguió una política de tipo de cambio real competitivo, y además múltiple en la práctica, en la cual se le cobraba retenciones al sector que naturalmente tenía más ventajas, que producía más divisas pero que no producía empleo, y se le daba una ventaja adicional a los sectores que no tenían la ventaja natural pero que absorbían más empleo. Entonces, lo que hubo fue una reindustrialización que reincorporó a cientos de miles de personas al sistema productivo. Y en tercer lugar, hubo un factor externo muy favorable para el país que fueron las condiciones internacionales. Los precios de lo que Argentina exportaba eran altos. Esto funcionó muy bien hasta el año 2008, ya que Argentina tenía una capacidad ociosa alta, la utilización del capital no llegaba al 70 por ciento, y en ese mundo hacer políticas keynesianas funcionó muy bien. Esas políticas hicieron que el país creciera un ocho por ciento por año. Pero luego vino la crisis internacional. Como habíamos generado los recursos en los años previos, pudimos navegarla relativamente bien. Pero el desempleo había bajado mucho y la utilización del capital había crecido mucho, en particular en sectores claves como energía. Empezaba a haber cuellos de botella. Lo que dice la lógica es que tendrían que haber reconfigurado el esquema de política económica tratando de hacer que la capacidad productiva se expanda. Y eso requiere más inversión. Antes alcanzaba con empujar mucho el consumo. Ahora –desde 2009 hasta aquí– se necesita empezar a tener más cuidado en las políticas de demanda, hacia dónde se direccionan, focalizándolas en aquellos sectores que se quieren expandir más, ya sea porque pueden crear cambio tecnológico o porque pueden crear empleo. A la vez, son necesarias políticas industriales que permitan que la oferta de esos sectores se expanda. No se hizo, o se hizo mal. Se creyó que expandiendo la demanda siempre, uno iba a generar capacidad de oferta siempre. Y esa teoría está errada. La realidad es mucho más complicada que eso. De modo que lo que se obtuvo fue que sobre aquellos sectores en los cuales se podía importar, se empezó a importar más cuando la demanda crecía y la capacidad de oferta no. Sobre aquellos sectores en los cuales no se podía importar empezó a haber aumentos de precios. El aumento de precios significa que la economía se empezara a volver menos competitiva, o sea que el tipo de cambio real se está apreciando. El tema de que se importaba más, el gobierno lo atacó con diversos controles para que no haya una huida de reservas. Pero igual las reservas siguieron cayendo, porque como el país era más caro, la gente -por ejemplo- en vez de irse de vacaciones dentro del país empezó a irse de vacaciones afuera; y ese tipo de cosas generan una huida de dólares. Todos los indicadores se empezaron a deteriorar. Además, para lidiar con esas situaciones, se siguió expandiendo la política fiscal pero no haciéndolo con cuidado. Eso causó un déficit fiscal que fue grande. De modo que llegamos a una situación en la cual tenemos una economía menos competitiva, que se le están yendo las reservas y que al ser menos competitiva exporta menos y produce menos en sectores que habían logrado expandirse. En ese esquema, la caída de reservas lleva inevitablemente a que el tipo de cambio salte, que es la famosa herencia de la que habla el gobierno. Así que lo que nos deja el final de este experimento es un record mixto, en el cual hay una herencia que por una parte tiene elementos positivos, ya que se logró una distribución del ingreso más igualitaria, se le alivió la situación a mucha gente, se consiguió bajar el nivel de pobreza, y hubo mucha creación de empleo, y por otra parte tiene elemento negativos, que es la situación macroeconómica débil que hacía que fuese difícil poder mantener esos indicadores positivos.

 

¿Cuáles son las perspectivas futuras sobre la economía del país?
Lo que podríamos generar con este rumbo es un estancamiento. Las perspectivas futuras en el corto plazo me preocupan porque el gobierno está manejando esta transición de una forma que va a tener efectos negativos sobre el nivel de actividad y, en particular, sobre nuestra dinámica social, por el hecho de que se está generando una sociedad más desigual. Y una sociedad más desigual significa que funciona peor, no solo en lo económico, sino en un sentido más amplio. Me preocuparía si las políticas empiezan a enfocarse en el concepto de la ventaja comparativa estática, es decir, fomentar la producción de aquello que ya se sabe hacer. Las retenciones a las exportaciones son un elemento importante de las políticas de desarrollo. O sea que a pesar de que haya sido necesario reducirlas sobre sectores que habían perdido competitividad, no hay que reducirlas sobre otros sectores como, por ejemplo, la soja y la minería, porque lo que se requiere es darle una ventaja a otros que son los que van a crear empleo, sin matar a la soja y a la minería, permitiendo que puedan seguir produciendo y generando las divisas que el país necesita. De modo que va a ser importante para la buena salud de nuestro proceso de desarrollo que no se atente contra una estructura económica diversificada. Si empezamos a disminuir el nivel de diversificación de nuestra economía, justamente por las políticas cambiarias y de comercio exterior, lo que pasaría sería que habría expulsión de empleo, destrucción de costos de trabajo, y eso sería malo para el proceso de desarrollo. Una estrategia de desarrollo sana debe garantizar que al mismo tiempo se asegure la sostenibilidad macroeconómica –no quedarse sin divisas–, que haya inclusión –pleno empleo– y que se fomente el cambio tecnológico. Si las políticas que se implementan fallan para asegurar al menos una de esas tres, entonces el proceso de desarrollo deja de ser sano.

EL ARREGLO CON LOS BUITRE

¿Qué es un fondo buitre?
Un fondo buitre es un agente especializado en comprar deuda en default a precios de remate para luego litigar pidiendo pago completo. Es decir, exigen el total -mientras ellos pagaron una fracción baja-, más intereses y punitorios. De este modo, los fondos buitre logran explotar huecos en la arquitectura legal financiera para obtener ganancias exorbitantes a partir de la desgracia de los países que entran en crisis. Su accionar distorsiona el funcionamiento de los mercados de deuda internacional, porque puede hacer que sea imposible para un país terminar una reestructuración de deuda, agravando de esta manera la crisis. Hace que una recesión se vuelva una depresión y que el desempleo, la pobreza, y la desigualdad aumenten. De modo que lo que ellos hacen es una amenaza para todo el sistema. Por eso deberían ser eliminados.

¿Cuáles son los principales fondos que actúan sobre la deuda argentina?
Hubo varios buitres que actuaron sobre la deuda argentina, casi todos basados en Nueva York, en Wall Street: NML Capital, Aurelius Capital Management, Dart Management, Blue Angel Capital, Bracebridge Capital, Olifant Fund y Montreux Partners. El principal es NML Capital, que es una subsidiaria de Elliott Management, dirigida por Paul Singer. El monto a pagar a los buitres y a los otros holdouts que compraron la deuda antes del default, creyendo que el país iba a poder pagarlo, es de 12 mil millones de dólares. La mayor parte de eso ya se pagó. Y la ganancia que perciben los buitres es diferente dependiendo de cada buitre, porque depende de cuándo obtuvieron una sentencia favorable y de cuánto pagaron por esos bonos. Yo hice la cuenta para NML Capital y mi estimación es que su ganancia es de aproximadamente 1270 por ciento. Con los bonos que compraron en el año 2008 –que es una gran compra, cientos de millones de dólares– ganaron una tasa de 40 por ciento anual.

¿Qué significó para la Argentina el acuerdo alcanzado con los fondos buitre?
Lo que este acuerdo significa es que se está pagando una deuda y, por otra parte, que el país recupera la capacidad de poder pagarle al 93% que no está cobrando, porque justamente se levantó la cautelar que lo impedía. Además, recupera la capacidad de acceder al mercado de créditos internacional. Eso por un lado es positivo y por el otro negativo. Lo bueno es que es un instrumento más y, si uno lo usa con cuidado y con buen criterio, puede servir. Lo malo es que podes hacer un mal uso del instrumento. La forma en que nos integremos tiene que ser cuidadosa, ya que si no se hace bien va a afectar al desarrollo. Algo que no es bueno para el país es volver a emitir bajo ley Nueva York, porque esos marcos están muy sesgados hacia los acreedores en general y hacia los buitres en particular. Ellos han escrito las leyes. De hecho, lo que hacen los buitres antes era ilegal: había una ley que lo impedía, la ley Champerty. Y por lobby -documentado- de los buitres esa ley fue eliminada en 2004. Para Argentina no es bueno exponerse a un conjunto de reglas escrita por las élites y para las élites, porque a pesar de este argumento de que sale más barato endeudarse bajo ley Nueva York, en la práctica lo barato termina saliendo caro. De modo que esta cuestión de la integración hay que tratarla con cuidado. Está bueno recuperar el acceso al crédito internacional, pero estamos integrándonos de una forma que no es sana. A Argentina le convenía cerrar este capítulo. De hecho, el riesgo más importante era el riesgo de la aceleración, que es que los bonistas que no estaban cobrando aceleraran sus deudas y reclamen ahora el pago completo. Eso podría haber llevado a otro default.

¿Cómo afectará este precedente en el mercado financiero internacional?
Tendrá un impacto nocivo. Es una mala noticia para el mundo. Porque este arreglo alienta un comportamiento similar a otros buitres o a otros bonistas: ahora saben que si no acuerdan con el país que necesita reestructurar su deuda, pueden esperar y meterse dentro del grupo que recibe un fallo similar a los fondos buitre, como pasó con una porción importante de los tenedores de bonos argentinos. El grupo llamado “Me too” (Yo también) no litigó directamente, sino que siguió el liderazgo de los fondos buitres y finalmente recibió el mismo trato por parte del juez Griesa. Este precedente va a generar un problema que los economistas llamamos riesgo moral: el incentivo a no acordar. Pero si todo el mundo hace lo mismo, todos pierden. Porque el país que entra en default claramente no tiene los recursos para pagar. Si los tuviese, no hubiese hecho default. De modo que esto es una amenaza general al funcionamiento del mercado de deudas en el que no solamente van a perder el deudor y sus sociedades –los ciudadanos– sino que además van a ser los acreedores los que perderán si esta lógica se expande.

¿Qué opina sobre la interpretación que la justicia de Nueva York hizo de la cláusula pari passu?
La interpretación de Griesa de pari passu es ridícula y la comunidad global ha aclarado que esa interpretación no tuvo sentido. De hecho, la comunidad financiera, representada por la Asociación Internacional de Mercado de Capitales, sugirió un nuevo lenguaje para los contratos de deuda que aclara que pari passu no significa lo que Griesa dijo que significaba. Lo que pari passu se supone que debe hacer es asegurar un tratamiento equitativo entre acreedores. A dos acreedores iguales se los tiene que tratar de la misma manera. Lo que Griesa dijo es que tratamiento igual era que el acreedor que sí reestructuró su deuda, que además la había comprado cuando no estaba en default, recibiese un tercio del valor. Y que el buitre recibiese por aquello por lo que pagó en promedio 23 centavos, 100 centavos más intereses que incluían la prima de riesgo. O sea que mientras unos aceptan una quita de dos tercios, el otro no solo no tiene quita sino que además le compensan por punitorio, le pagan más intereses. De modo que este tiene un retorno superior al 1000 por ciento y los otros tienen un descuento de dos tercios. Ahí no tiene nada de igualitario el tratamiento. Desde el punto de vista de la lógica económica, ese fallo no tiene sentido. Desde punto de vista de la lógica legal ha sido altamente criticado por académicos y por los abogados líderes en este tema.

¿Qué es un “Credit Default Swap” y cuál es el problema que genera que las posiciones en estos activos sean anónimas?
Un Credit Default Swap es un activo parecido a un seguro. Hay un tenedor de deuda argentina, y en principio el riesgo de que no cobre es que Argentina no le pague. Si compra un Credit Default Swap a otra institución, por ejemplo a una empresa de seguros, en el caso de que el país no le pague, la empresa le va a pagar. O sea que aun cuando haya default ese individuo va a cobrar igual. El problema de que estos mercados sean anónimos, es que puede suceder que el país esté reestructurando deuda y en la mesa de negociaciones pueda haber bonistas que posean estos activos. De modo que ellos no tienen ningún incentivo a llegar a un acuerdo con quita, porque van a cobrar igual. Lo que eso tiende a hacer es distorsionar los procesos de reestructuración generando rezagos en su resolución. En el esquema actual de los mercados financieros internacionales el problema es aún mayor, porque resulta ser que los que deben votar acerca de si un evento es un default o no en ocasiones son los mismos que están litigando a los países. Cuando Argentina no pudo lograr que los acreedores cobrasen –porque si bien el país le pagó al banco de Nueva York que era el agente fiduciario que se suponía que iba a intermediar los pagos, este no le pudo pasar la plata a los bonistas porque si lo hacía entraba en desacato con la orden del juez Griesa–, en ese momento hubo un comité de la Asociación Internacional de Swaps y Derivados (ISDA) que tuvo que determinar si el evento de que los acreedores no pudieran cobrar era un default o no. Eso era relevante porque si era un default los pagos sobre Credit Default Swaps se activaban. Ese comité tenía 15 miembros, uno de ellos era Elliott, el fondo buitre que estaba demandando a Argentina, liderado por Paul Singer. O sea que Paul Singer votó acerca de si el evento de Argentina era un default o no. Eso crea un conflicto de intereses enorme, porque potencialmente se puede dar una situación en la que el mismo litigante posee un Credit Default Swap y además es el que tiene que decidir si se activa el Credit Default Swap o no. Estas son armas que pueden ser muy distorsivas.

¿Por qué las reestructuraciones suelen ser “demasiado poco y demasiado tarde”?
Hay situaciones en las que forzar el pago completo de las deudas hace que todo sea peor, que a todos les vaya peor, menos a minorías que justo están primeras en la fila para cobrar. Porque en situaciones en las cuales el sector privado se está achicando, está reduciendo el gasto, y el país encuentra una carga de intereses muy grande que le obliga a hacer un ajuste fiscal para poder repagar, lo que tiende a pasar es que la crisis empeora. Eso fue lo que vivió Argentina por bastante tiempo, hasta llegar al default de 2001. Se forzó el repago en situaciones en las cuales eso empeoró la crisis y condujo a niveles de desempleo, pobreza y desigualdad más altos. Es lo mismo que le está pasando hoy a Grecia. En esos casos es necesario reestructurar, es necesario que el país pueda tener un alivio de la deuda para no tener que usar sus recursos para pagar sino para implementar políticas macroeconómicas contracíclicas que ayuden a la recuperación. De modo que también el tamaño de la torta que se va a repartir entre todos va a ser más grande. Sucede que las reestructuraciones tienden a dilatarse mucho en el tiempo, son “demasiado tarde” y, además, una vez que se hacen terminan siendo insuficientemente profundas –“demasiado poco”– como para darle alivio al deudor para que se pueda recuperar. De hecho, desde el año 1980 a la actualidad, el 51 por ciento de las reestructuraciones con acreedores privados fueron seguidas de otra reestructuración o default dentro de los cinco años, lo que muestra que la primera reestructuración no alcanzó. A varios países les ha ido muy mal, esto es un síndrome en general. Pero Argentina fue la excepción. A Argentina la han acusado de ser agresiva pero sin fundamentos, porque en realidad para que te digan que sos agresivo te tienen que demostrar que estás teniendo una quita superior a la que necesitas para alcanzar la sostenibilidad, y ese no fue el caso del país. Argentina tuvo una quita lo suficientemente profunda para alcanzar la sostenibilidad, por eso le fue tan bien después. Desde 2003 al 2008 creció ocho por ciento en promedio por año, y la reestructuración no fue lo único que condujo a eso, pero fue una condición necesaria y fue esencial para ese proceso.

¿En qué consisten los puntos aprobados en Naciones Unidas y cuál es el objetivo de crear un marco multinacional para la reestructuración de la deuda soberana?
Las Naciones Unidas aprobaron nueve principios que incluyen, por ejemplo, el de la sostenibilidad: la reestructuración de deuda tiene que ser lo suficientemente profunda como para asegurar la sostenibilidad. Otro principio es el de darle el derecho al deudor a iniciar un proceso de reestructuración y decidir sus propias políticas, es decir, que no estén condicionadas por organismos multinacionales como el FMI o como, en el caso de Grecia, por el Banco Central Europeo y los países de la Comisión Europea. Otro principio importante es el de la equidad entre los acreedores. Son todos elementos que en las reestructuraciones recientes han sido violados. Y si no hubiesen sido violados las reestructuraciones hubieran funcionado mejor, no hubiesen entrado en la categoría del “demasiado poco y demasiado tarde”. De modo que es una iniciativa muy importante. Pero hubo seis países que votaron en contra de estos principios, que son una base para crear un marco multinacional: Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Canadá, Japón e Israel. Ese grupo incluye a las plazas acreedoras principales, donde más se emite deuda. Y votan en contra porque están en contra de alterar los equilibrios o desequilibrios que existen en la actualidad, en los cuales los marcos están muy sesgados a favor de los acreedores, y por eso los deudores sufren tanto. Entonces, va a ser muy difícil cambiar las cosas a nivel de las Naciones Unidas. Cuando hay problemas de deuda a nivel corporativo, en varios países del mundo hay leyes de quiebra que establecen un conjunto de provisiones que ayudan a que las reestructuraciones se hagan de forma ordenada. No hay buitres para las quiebras corporativas, porque está la ley de quiebras. Pero esas leyes no existen para los estados soberanos, por eso lo que tiende a pasar es la ley de la selva, es el caos. Y en la ley de la selva gana el más fuerte, gana el león. Y acá ganan los buitres. Por eso es tan importante avanzar en la creación de marcos que provean a los países de herramientas para poder resolver sus crisis de deuda de una forma ordenada. No se puede replicar una ley de quiebras a nivel deuda soberana, pero sí se puede avanzar en la constitución de marcos estatutarios –sin que haya un juez del mundo, porque eso invadiría la inmunidad soberana– que den provisiones para que las reestructuraciones se hagan mejor.

¿Por qué con las reformas contractuales propuestas por la Asociación Internacional de Mercados de Capitales (ICMA) no alcanzaría?
Las cláusulas propuestas por ICMA ayudan y son buenas, pero no son suficientes. Lo que ICMA sugiere son dos cosas. En primer lugar aclara pari passu, y eso está muy bien. En segundo lugar, propone incluir en los contratos de deuda cláusulas de acción colectiva más robustas que las existentes, que lo que hacen es asegurar que si la mayoría de los tenedores de la deuda de un país aceptaron la propuesta del soberano que está en crisis, la minoría tiene que aceptarla también. Por lo tanto, no podría haber un uno por ciento que se oponga, como hicieron los buitres en el caso de Argentina, y así bloquear una reestructuración. Tendría que ser un porcentaje mucho más alto.
¿Por qué no son suficientes? La primera razón es una cuestión transitoria, que es que hay mucha deuda –alrededor de 900 mil millones de dólares– emitida bajo el lenguaje viejo, que no tenía estas cláusulas, y hay varios países que van a sufrir defaults pronto –porque en el mundo hubo un boom de los precios de los commodities y los países emitieron deuda como si los precios fuesen a estar altos para siempre y, en realidad, ahora bajaron. Esos soberanos van a tener que hacer sus reestructuraciones en los mismos marcos que los hizo Argentina y con contratos muy parecidos: eso es carne para los buitres. Aun cuando los países en el futuro incorporen estas cláusulas de ICMA van a seguir habiendo problemas. Por ejemplo: los países emiten deudas en distintas monedas y, cuando hacen default, para poder comparar las distintas deudas hay que traerlas a todas a lo que se llama “valor presente”. Si yo tengo pesos quiero que el tipo de cambio que se use sea fuerte, para que el peso valga más, si no se me diluyen todas mis tenencias. Pero si vos tenés deudas en dólares queres exactamente lo contrario, queres que mi tipo de cambio no sea fuerte para que mi deuda valga menos y la tuya valga más. ¿Cómo se va a resolver esa comparación? ¿Sobre la base de qué? ¿De conceptos de eficiencia, de equidad? No. Lo que tiende a pasar en la negociación descentralizada es que gana el más fuerte, no hay una solución equitativa.

Actualizada 31/05/2016