Por Melisa Ortner
Fotografía: Valentina Bellomo

«¿Así te sentas en tu casa?», «no uses el celular», «ponete el uniforme reglamentario», «atate el pelo», «no llegues tarde». «No contestes.» «no me subas el tonito», «ya estás grande, hacelo». «Respetá a los mayores que saben más que vos», «portate bien», «dame el asiento», “si sos varón, no llores”, “sos demasiado chico para opinar”. Lejos de todas estas frases hechas que los jóvenes suelen escuchar día a día, el propósito que los reunió era el de cuestionar esos mandatos sociales que muchas veces suelen potenciar o funcionar a costa de sus verdaderos deseos o expectativas. Ellos, “demasiado chicos”, se tomaron el espacio, para opinar -por suerte- demasiado.

El martes 11 de octubre, a primera hora del día, alrededor de cien alumnos y alumnas de colegios secundarios se mostraban entusiasmados con su excursión poco habitual: todos estaban muy motivados por participar de Juventear (en sus tres jornadas tuvo un total de cuatrocientos participantes), un proyecto pensado como una serie de congresos que se propone revisar la realidad, visibilizar problemáticas y abrir puntos de fuga para el desarrollo de un pensamiento crítico.

La cita era a las nueve de la mañana en el Centro Cultural Paco Urondo de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Y a esa hora, bien puntuales, todos se encontraban listos para presentar las ponencias que habían estado preparando desde hace tiempo.

El lugar elegido no fue librado al azar. La idea también representó una oportunidad para acercar la Universidad a la Escuela, “potenciando las expectativas de construcción de futuros posibles”, en palabras de Lara Purita, docente y una de las organizadoras del evento.

La consigna que los chicos recibieron era la de elaborar un documento como los que se preparan para los congresos académicos, que problematizara mandatos sociales de su preocupación o recurrencia, para hacerlo público y luego, con ello, generar un debate enriquecedor y de interacción, con variados puntos de vista.

El lugar elegido no fue librado al azar. La idea también representó una oportunidad para acercar la Universidad a la Escuela.

El lugar elegido no fue librado al azar. La idea también representó una oportunidad para acercar la Universidad a la Escuela.

Mandatos

Entre el deseo y el saber fue el lema que guió al Congreso que, en la primera de sus jornadas, tuvo como protagonistas a alumnos y alumnas de los últimos años del secundario del Instituto Inmaculada Concepción (Parque Patricios), del  Instituto Canto a la Vida (Villa Lugano) y de la  Escuela Técnica de la UNDAV (Avellaneda).

Pasadas las diez de la mañana comenzaron las exposiciones: las estudiantes “voceras” del Instituto Inmaculada Concepción rompieron el hielo cuando les llegó el turno de tomar el micrófono y lanzarse a hablar: “Los jóvenes nos encontramos encerrados en una maraña de expectativas  que los demás tienen respecto de nosotros, por el sólo hecho de ser jóvenes. La sociedad también hace su aporte y nos pone por delante estereotipos, a los cuales se espera que nos acomodemos”.

La primera ponencia tuvo como principal tópico destacar que los mandatos sociales, que denotan un deber ser, son mandatos culturales, ya que atraviesan la sociedad civil en sus diversas instituciones. “Entendemos a la cultura como un entramado simbólico  que organiza y da sentido a la realidad de una época y en un determinado espacio geográfico”. Además, manifestaron que “los mandatos culturales son problemáticos porque ponen en riesgo nuestra identidad individual”.

Con un público joven expectante, se empezaba a generar un espacio para la escucha,  la reflexión, y el intercambio de ideas: “El Estado, con sus políticas, también nos dice qué espera de los jóvenes. Cuando se compran computadoras para poblar escuelas, cuando pone en agenda la discusión acerca de la edad mínima para establecer penas a los que delinquen , o cuando permite que la policía demore a las personas por su aspecto físico”.

Así comenzaba Juventear, con las consignas “Pensamiento crítico” y “Juventud debate”, promoviendo además el uso de las redes sociales con sus respectivos hashtags. “La idea -señaló Purita- es la de fortalecer una mirada que entienda a la cultura como una construcción colectiva de potencial transformador y que se piense a los jóvenes como un sector de producción simbólica fundamental para las actualizaciones que el presente nos exige”.

El rol de los medios de comunicación y su capacidad de propaganda fueron otros de los asuntos clave que se trataron en relación a la construcción de los mandatos sociales vinculados a la imagen: “Estamos todos enterados de que la chica debe tener un cuerpo apto para pasarelas, un pelo que no tenga frizz, una cara angelical y todas esas cuestiones que poco tienen que ver con su formación académica o su gusto por el arte”, continuaban las expositoras de la primera escuela disertante.

Esta temática también fue tratada por el Instituto Lengüitas, el día miércoles: “La prensa es la única ventana a la realidad que casi todo el resto de la población ‘no pobre’ tiene. Esto le facilita a los medios de comunicación, la manipulación de la realidad. Y así es como pintan  la imagen de los llamados ‘pobres’, como cachorros sin salvación, incapaces de valerse por sí mismos, ni en su cuidado, ni en su bienestar; un grupo de personas del que hay que cuidarse, y, de vez en cuando, sentir lástima”.

La mirada estaba siempre puesta en una misma cuestión: animarse a cuestionar la realidad y a quebrar las reglas.

Estudiantes de la Escuela Técnica UNDAV en plena ponencia.

Estudiantes de la Escuela Técnica UNDAV en plena ponencia.

Violencia institucional

“Hoy nosotros, acá, con todos ustedes, queremos dejar una marca, un testimonio de la realidad que nos atraviesa día a día”. La segunda ponencia estuvo a cargo de las estudiantes de la Escuela Técnica de la UNDAV, quienes pusieron el foco en la violencia institucional iniciando su exposición con una mención a Ezequiel Demonty (joven que fue torturado por la Policía y arrojado al Riachuelo en 2002). “Nos conmovió este caso porque habla del abuso de las fuerzas policiales, algo que ocurre cotidianamente a nuestro alrededor; tenemos amigos y familiares que han sido víctimas de esto. Sin ir más lejos, a algunos de nosotros, cada mañana, camino a la escuela, nos palpan para ver si estamos armados o para ver si tenemos drogas, sólo por portación de cara, ¿nos pararían si tuviéramos una apariencia diferente?, ¿nos dejarían entrar a todos lados si nos vistiéramos de otra forma?”.

Las chicas, que viven en los barrios de Isla Maciel, Villa Azul e Itatí destacaron la cuestión de los mandatos ligados al origen de una persona que se vinculan, además, con la vestimenta o la manera de hablar: “Se espera mucho de nosotros como sociedad. Que dejemos de cometer delitos, que trabajemos, que no seamos vagos. Sin embargo, nos nos dan posibilidades de progresar o estar a la altura de los otros. Hay veces que queremos buscar trabajo y otros, siguiendo estereotipos, nos niegan esa oportunidad”.

Para concluir con su ponencia, leyeron una poesía de su autoría, que continuaba el tema planteado:

“Quieren ahogar nuestras ganas de progresar.

No estamos en la agenda de los poderosos porque ellos nos creen pequeños y débiles.

Frenan nuestra educación como si lo que hacemos fuera ilegal.

Nos quieren borrar del mundo como si fuéramos basura.

Poco a poco vamos demostrando con fuerza y humildad que somos mejores de los que ellos creen”.

Y los aplausos colmaron el salón principal del Urondo.

Los chicos, colgando los carteles manuscritos que respondían a la pregunta: «¿a qué le decís basta?»

Las familias no-tipo

Luego de que las alumnas de la UNDAV se levantaran, llegó el turno de los estudiantes del Instituto Canto a la Vida, de Villa Lugano, quienes consideraron, desde los inicios de su exposición, que los mandatos están a menudo naturalizados y que deberíamos cuestionarlos: “Cada mandato está sostenido por diversas organizaciones, se transmiten de generación en generación y los incorporamos todo el tiempo mediante publicidades, películas, redes sociales y otros medios de comunicación en general”.

La idea de la ponencia del colegio de Lugano fue centralizarse en los mandatos relacionados con las familias tipo: “Esas en las que hay un padre que trabaja y administra el dinero, una madre que se encarga de la limpieza, de mantener a sus hijos. Los hijos, que estudian en un colegio privado no se pueden relacionar con gente diferente, y tienen una carrera elegida. Todos comparten la misma casa, mamá, papá y los hijos, que comparten los domingos, se van de vacaciones y tienen un auto y un perro”. Las chicas plantearon que ese ideal, hoy, prácticamente es insostenible, ya que existen diversos tipos de familias y diferentes personas pueden cumplir variados roles: “En muchos casos se lleva a las familias a forzar una relación cuando ya no funciona o te hacen desear ser reconocido por un padre que nunca se interesó por verte y en creer que esa es la única posibilidad de estar bien. En otros casos, este modelo es engañoso y nocivo, te hace creer que perdonar a tu familia, pase lo que pase, es un deber, que está mal dejarlos de lado, aún cuando tengas que soportar maltratos y malos momentos. Y eso te hace sentir sofocado, estresado, angustiado en silencio, por no poder cortar con relaciones que no van”.

La exposición de las estudiantes llevó a preguntarse: “¿Queremos vivir nuestra vida de esta manera?, ¿vale la pena? Y si no existe este ideal, ¿por qué lo seguimos buscando?”

Concluyeron exclamando a dúo: “Somos hijos de padres separados, hijos de la violencia, hijos de padres solteros; somos hijos de padres separados que viven juntos, somos objetos de nuestros padres”.

La última ponencia de la primera jornada tuvo un enfoque claramente dirigido a pensar que para lograr una transformación colectiva y para dejar de sentir que hay vacíos que llenar, porque hay un modelo que nunca se alcanza, hay que empezar a revisar estas ideas, reflexionarlas, cuestionarlas y enfrentarlas. Y, sin duda, para eso estaban allí.

La primera jornada tuvo al Grupo artístico Beso como performance de cierre.

No me callo nada la boca

Cerca del mediodía, y finalizadas las exposiciones, de la mano de los conductores del evento se abrió el debate. Fue ahí cuando el público empezó a activar mucho más que su capacidad de escucha. El micrófono pasaba de lado a lado, generando así una riqueza de opiniones: “Vivimos en una sociedad en la cual quien usa remera rosa es homosexual y la que usa la remera corta es una trola”, “los mandatos están super vinculados al consumismo”, “confesé que era gay, pero antes pensaba que estaba mal decirlo”, “habría que hacer una campaña de concientización para los más grandes”, “esto hay que llevarlo a los demás, para que no existan más mandatos para las futuras generaciones”, “las diferencias no nos hacen ni mejores ni peores, solamente nos hacen diferentes”, “hay que salir de la idea de que hay que matar al ladrón porque te quiso robar”, “no da responder con más violencia”, “en mi barrio muchos chicos salen a robar porque no les dan la posibilidad de trabajar”, “no podemos pensar en que si me matan a algún familiar, tengo que matar, lo que tenemos que pensar es que hay un Estado ausente, nosotros no podemos hacer justicia por mano propia”.

Desde sus inicios, Juventear, -que el año pasado resultó ser el trabajo con que las organizadoras concluyeron la Diplomatura en Producción Cultural- busca acortar las distancias entre el nivel de educación medio y el superior, promover lazos entre estudiantes secundarios y generar una oportunidad para acercar la Universidad a la Escuela, visibilizando y democratizando prácticas que a ella la constituyen, volviéndola accesible. Purita, en este sentido, agregó: “El pasaje de la secundaria a los estudios superiores no suele ser nada fácil para los chicos. Muchas veces piensan que no van a poder.  Hay en ellos desconocimiento, inseguridad y falta de estímulos que los terminan inhibiendo. Por eso Juventear cumple un rol muy importante”.

Muchos de los comentarios que surgieron del debate tuvieron que ver con con la elección de futuras carreras: “Quiero estudiar algo que el día de mañana me pueda mantener”, “hay que estudiar lo que te dé felicidad independientemente del dinero”. Y las reflexiones seguían colmando la sala, generando así un ambiente de atención y -en algunos momentos- algo tensos, entre los mismos jóvenes, como así también entre los organizadores y el público en general que se acercó a participar del evento.

Estudiantes del Instituto Inmaculada Concepción (Parque Patricios), del Instituto Canto a la Vida (Villa Lugano) y de la Escuela Técnica de la UNDAV (Avellaneda).

Los poderosos

Finalmente llegó el turno de la invitada motivadora, otro de los ejes del Juventear. En esa ocasión fue Alejandra Díaz, miembro de La Garganta Poderosa, quien hizo aportes en relación a la violencia institucional: “A mi hijo lo mató la policía,  fue eso lo que me hizo militar; pero nunca busqué venganza, yo no quiero causarle el dolor que me causaron a mí, porque esa madre no tiene la culpa”. La juventud escuchaba atenta el relato  de Alejandra, quien tocó uno de los temas más recurrentes de la mañana.

“Creemos que la figura del invitado motivador es clave, porque aporta una perspectiva constructiva sobre los ejes del debate que las escuelas propusieron para cada jornada, dispara nuevos modos de reflexión, aporta herramientas para seguir pensando”, comenta la productora. También contaron con la presencia de Genoveva Purita, una especialista en Comunicación en la era digital, y con Azul Lombardía, actriz y co-guionista de la serie Según Roxy. “La idea partió de que puedan contarles sus experiencias a los chicos sobre la búsqueda del deseo y la vocación, la capacidad de reinventarse y sortear obstáculos, la identificación de las presiones y la pregunta por las expectativas a la hora de terminar la escuela y tomar decisiones sobre sus futuros”, aclaró.

Durante los días que continuaron se realizaron más de diez ponencias que tuvieron como eje principal del debate a los mandatos de género, maternidad y el legado del “cuerpo perfecto”. También se puso en cuestionamiento el asunto de la discriminación que sufren las mujeres en el deporte y en el mundo laboral, y el mandato del éxito ligado a la felicidad. A su vez, se problematizó respecto de la futura elección de carreras universitarias. Los protagonistas fueron, entonces, los estudiantes del Instituto Glaux, de la Escuela Argentina del Oeste y del Instituto Nuestra Señora del Huerto.

El cierre del día martes estuvo a cargo del grupo Beso. Integrado por más de veinte artistas, protagonizó una performance ligada al contacto con el otro, generando así un momento de suma atención por parte de los chicos y chicas del público, y de tensión y descontento por parte de las organizadoras del Ciclo. A puro beso y abrazo, los intérpretes – descalzos y vestidos con ropas claras- crearon un clima totalmente inesperado.

Finalmente, Ricardo Manetti, director de la Carrera de Artes y del Centro Cultural Paco Urondo, cerró el ciclo motivando a los concurrentes a perseguir siempre sus deseos. Por su parte, los “jóvenes referentes” participantes del Juventear del año anterior (ya egresados del colegio secundario) siguieron el mismo camino.

Con el entusiasmo y la fuerza de la juventud se dio por terminado el segundo año de este ciclo, el cual promete continuar creciendo cada vez, para seguir fortaleciendo los lazos entre los estudiantes secundarios que se encuentran en la búsqueda de Instituciones para desarrollar sus capacidades. Una vez más, los jóvenes fueron el centro de atención, construyendo un espacio de debate hecho por y para ellos.

La finalización del Congreso se coronó con una consigna entre aplausos y gritos: “La peor lucha es la que no se hace; ¿estamos dispuestos a luchar?”. Y la juventud protagonista, nuevamente, prometió seguir dando que hablar.

Actualizado 15/10/2016