Por Sol Cialdella
Fotografía: Marisol Meza

Es posible que alguna vez se hayan encontrado con un Carrefour Express, a la vuelta de sus casas o trabajos. No sería nada raro, ya que la empresa tiene instaladas, sólo en la Ciudad de Buenos Aires, más de 350 mini-sucursales, además de los Markets, Maxis e Hipermercados.

En los Express, ver empleados que limpian, cobran, reponen mercadería y atienden a proveedores, todo a la vez, es una experiencia cotidiana que los consumidores notan, alguna vez con fastidio por las demoras y falta de calidad en la atención.

Sin embargo, detrás de este escenario, que algunos pueden interpretar como si fuera una situación aislada de falta de personal, se esconde una mecánica naturalizada para las empresas de este rubro masivo.

El encargado de una sucursal de Carrefour Express ubicado en Villa Urquiza tiene 26 años. Por temor a represalias laborales decidió no revelar su identidad. Se podría pensar que un puesto así tiene grandes beneficios, pero la Multinacional N° 2 en el mundo en su rubro tiene a los encargados fuera de convenio. Son más de 700 trabajadores con responsabilidades múltiples sin representación gremial, que trabajan 54 horas a la semana, en vez de 48, porque cuentan con un solo franco semanal y no reciben pago de horas extras. Tampoco acceden al plus por presentismo, ni al cobro del seguro de caja, que es obligatorio.

El responsable del local, trabaja nueve horas diarias, eso implica estar a cargo de todo lo que pasa en la sucursal, que incluye supervisión del personal y tareas administrativas. Pero en la modalidad multitask que fomenta la empresa, también limpia, es cajero, repositor de mercadería y hasta realiza tareas de seguridad. “En la sucursal en la que estoy, en 15 días nos robaron dos veces a mano armada. Carrefour abre estos locales pero no configura las cámaras de seguridad, no coloca los checkpoints, ni pone personal de seguridad, por lo que los Express son zonas liberadas. No toma ninguna medida para resguardar a los empleados, estamos a la buena de Dios”.

Para evitar sanciones por parte de la Gerencia, ante las diferencias que se generan producto de los robos, el responsable de la sucursal apela a su creatividad para achicar la pérdida y guarda en los estantes que están detrás de él, los productos que los “mecheros” suelen robar más, como queso rallado, botellas chicas y desodorantes.

Sus compañeros que trabajan en puestos menos jerárquicos están nucleados dentro del Sindicato de Empleados de Comercio, pero tampoco están mejor; cumplen jornadas de 9 horas, con sólo media hora de almuerzo, y realizan horas extras que no se pagan como tales.

En todas las sucursales se da una sobrecarga de tareas, debido a falta de personal, el Express de Villa Urquiza, tiene tres empleados entre los dos turnos, cuando la cantidad -dicen los trabajadores- debería ser por lo menos el doble. Como actividad extra en la vorágine del día a día, los empleados luchan cuerpo a cuerpo contra las ratas que se instalan en los depósitos. “En la sucursal donde estaba antes, teníamos un nido terrible de ratas, nosotros mismos sacábamos las que quedaban atrapadas en las jaulas”, recuerda Joaquín.

Las condiciones laborales que se dan en estos negocios se contradicen con lo que recaudan: una facturación que oscila entre 40.000 y 60.000 pesos diarios, dependiendo de la zona, sin vender carne, verduras, ni frutas.

La cocina sucia de una tienda grande

La Comisión Interna Gremial de Falabella también acusa a la empresa de incumplir sistemáticamente el artículo 18 de la paritaria de 2011, que exige a los supermercados o afines, que tengan una facturación de más de 110 millones de pesos al año, el pago de un adicional al cajero por el manejo de valores. Este derecho alcanza a personal de entidades bancarias, financieras y algunas empresas de consumo masivo. Sin embargo, con el objeto de incumplir la ley, Falabella S.A., perteneciente al grupo empresario dueño de Sodimac y Jumbo-Cencosud, se escuda en la figura de “tienda departamental”, una calificación comercial que toma de la legislación de la casa matriz, en Chile, pero que no existe en la República Argentina.

La Comisión denuncia además el incumplimiento de la ley 26.088 de Régimen de Contrato de Trabajo, que impide al empleador modificar las condiciones esenciales en el contrato con el empleado.

Esteban Meret y Cristian Look, 26 y 36 años, son los delegados de la Sucursal de Falabella que está en el Shopping DOT y detallan: “El seguro de caja forma parte del sueldo obligatorio y encima que no lo cumplen, ahora agregan tareas que pertenecen al Centro de Cambios, como realizar cambios de cualquier producto, el control de garantías y realización de notas de crédito, entre otras. Esto implica que si un cajero pierde una documentación o si un cliente hace un desconocimiento de la compra, le descuentan al empleado el valor de la venta de su sueldo, porque no cuentan con este seguro”. Además, denuncian que los supervisores están bajo las mismas condiciones de contratación que los empleados rasos, porque la empresa no los categoriza. Por este motivo, los delegados de Rosario, que reclaman por las condiciones laborales de más de 80 cajeros, mayormente mujeres, se unieron junto a los del DOT y los de la sucursal de Florida y Perón y durante el mes pasado realizaron paros en las cajas de la sede que está a metros de Plaza de Mayo.

Roberto García, 31 años y Ricardo Giménez, 27, delegados de la sucursal de Florida, exponen que los sueldos mínimos que paga la empresa contrastan mucho con los objetivos de ventas que imponen a sus empleados y con la ganancia de más de 500 millones de pesos al año, que ostenta la firma. “El mes pasado, sólo el sector de ropa femenina de Florida y Perón, vendió más de 11 millones de pesos, superó el 100% de presupuesto y el premio para mi compañera vendedora, que no para en todo el día, fue de 375 pesos”, comenta Giménez.

A los cajeros de 36 horas semanales les piden constantemente realizar 48, pero el pago de horas extras no llega y los francos acumulados por varias semanas se los dan cuando quieren. “Sin embargo, cada uno de ellos trabaja con la responsabilidad de un cierre de caja diario de 400.000 pesos, y más también. La base de recaudación diaria no baja de los tres millones de pesos”, describe García.

La tercerización en Falabella parece una política homogénea: en las 11 sucursales que tiene en el país cuenta con cientos de empleados por siete mil pesos cada uno, dos mil menos que lo que gana un empleado efectivizado en la planta. Esteban Meret detalla: “En el área de Cajas del DOT, además de los 18 efectivos, hay 10 empleados más tercerizados, a través de la Consultora Ser y Global Service. Los toman por cuatro o cinco meses, y después los echan para nunca efectivizarlos. El recambio es constante”.

Cristian Look, Roberto García, Ricardo Giménez y Esteban Meret

Cristian Look, Roberto García, Ricardo Giménez y Esteban Meret

Cristian Look, su compañero delegado, siente que Falabella se llena los bolsillos a costa de los empleados: “Tenemos 20 sectores en nuestra sucursal y cada uno de ellos debe recaudar por mes tres millones de pesos”. Con dos hijos chiquitos a cargo, vive a diario este sistema de objetivos, armado para que un empleado arranque a comisionar a partir del millón de pesos en productos vendidos y solo se lleve dos mil pesos de comisión por encima del básico. “Por eso los empleados se esfuerzan tanto por vender intangibles, como extensiones de garantía o seguros, valen más para comisionar porque le dan una importante liquidez a la empresa. Es vender humo, son productos mentirosos”.

Para Roberto García, con el reciente fallo de la Corte Suprema que estipula que solo los sindicatos pueden llamar a medidas de fuerza, las empresas han avanzado sobre los trabajadores cada vez más, porque saben que la discusión queda sujeta al gremio de Empleados de Comercio: “Si no convoca a un paro, nos deja en la ilegalidad”, señala.

Hasta el momento han enviado una Carta al Ministerio de Trabajo con la denuncia de los incumplimientos, pero no han tenido ninguna respuesta. “Es una empresa negrera con ganancias extraordinarias, que podría tener a todos los empleados mucho mejor. Pero seguiremos reclamando y difundiendo, si es necesario parando cajas también. Unidos estaremos mejor”, cierra Meret.

Además, la ganancia de la empresa se hace concreta con prácticas que aun van más allá de la precarización. Durante 2015, Juan Luis Mingo, ex presidente de Falabella en Argentina, fue llamado a indagatoria y acusado de trata de personas y explotación a partir de una inspección en un taller textil clandestino, ubicado en Pergamino 1416, Ciudad de Buenos Aires, donde trabajadores hacinados y en condiciones tremendas de explotación, confeccionaban las marcas exclusivas de empresa: Mossimo y Americanino.

“Los dirigentes no se suicidan”

El abogado laboralista Gustavo Ciampa, asesor de la Presidencia de la Comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara de Diputados de la Nación, considera que “hay declaraciones muy sugestivas y claras, ya incluso de parte del Presidente de la República, sobre su intención de volver a la flexibilización laboral y, además, el tema se viene instalando en los medios. Impulsar esas políticas es ir en contra de la legislación de los derechos laborales. Buscan preparar un proyecto que plantee la locura de la negociación colectiva sin sindicato”.

 ¿Irán por la reforma legislativa o directamente será omisión de hecho por parte del Estado?

Se juegan ambas, flexibilización de hecho puede haber, y el caso más claro es cuando se incrementa la desocupación, por la debilidad en la que quedan los trabajadores empleados, a la hora de reclamar un derecho. Pero creo que también van a querer enviar algún proyecto de ley o avanzar mediante decreto, como viene haciendo este gobierno.

¿Qué crítica le haría al gobierno anterior en cuanto a no haber controlado más a las multinacionales que no respetan convenios y violan derechos del trabajo?

Creo que fue una época histórica, el período 2003 – 2015, donde primero se recuperaron derechos y luego hubo un incremento. No hubo solo recuperación sino que también hubo mejora. ¿Qué faltó?  Posiblemente no daban las relaciones de poder como para avanzar todo lo que se quería. Pero yo soy un convencido de que los procesos políticos se evalúan en síntesis, no en medidas aisladas y, en síntesis, sin duda, fue un gobierno que mejoró mucho los derechos de los trabajadores.

¿Qué enfoques tendría que tomar el sindicalismo actual si quiere hacerle frente a las políticas que apuntan a la precarización laboral?

El sindicalismo de hoy ya vivió la década del 90, con lo cual no es lejano y creo que tiene que ser consciente de que la única posibilidad que tiene de resistir es oponerse rotundamente a estos proyectos, porque ya se vivieron las consecuencias de los ’90. Tengo la expectativa de que se opondrán, creo que los dirigentes no se suicidan.

Actualizada 20/09/2016