Por Eduardo Agustín Méndez
Fotografía: Néstor Beremblum

Micaela Turek (28) y Lorna Tavella (26) forman parte del equipo de futsal de Bomberos, de Ramos Mejía. Hace cuatro años que juegan juntas. Al igual que muchas otras chicas, no sólo se enfrentan al rival de cada semana sino también contra una cultura machista que les pone obstáculos. Micaela es arquera y cuenta que de nena ya jugaba con amigos en el complejo Coconor. Lorna, por su parte, conoció el fútbol por su hermano.

Turek se queja de que no les dan nada. “Necesitamos que un club nos reciba para competir y nos permita jugar con su nombre”, explica. Junto con Tavella comenzaron jugando en Fénix, luego pasaron a Nueva Chicago y ahora representan a Bomberos. Los cambios de camiseta fueron debido a que las instituciones optaron por no continuar con la disciplina de fútbol femenino, algo que hasta Boca Juniors hizo para no afrontar los gastos.

Ambas jugadoras coinciden en que “mantener el equipo ya es un logro”. Por más que juegan dentro de AFA y en la categoría superior, ellas mismas solventan sus camisetas, pagan la cancha para entrenar, los traslados y el médico reglamentario que debe estar en cada partido. El ritmo de entrenamiento y el esfuerzo no se condicen con el apoyo que reciben. Tavella cuenta que entrenan tres veces por semana, una hora y media cada vez, además del día de competición. Para prepararse, el club les cede su cancha una vez por semana, el resto de los días corre por cuenta de las jugadoras rebuscárselas cómo y dónde practicar.

Los planteles de futsal femenino debieron esperar hasta el 7 de junio pasado para comenzar el torneo 2016, tres meses después que los varones debido a que “a la AFA no le interesa tenernos organizadas”, afirma Turek. “No  somos prioridad”, subraya.  Según Tavella, “hay dos representantes del futsal femenino en AFA, pero no tiene fuerza, dice.

Lorna Tavella, Ayelen de la Merced y Micaela Turek, integrantes del Club Bomberos de La Matanza.

Lorna Tavella, Ayelen de la Merced y Micaela Turek, integrantes del Club Bomberos de La Matanza.

Pese a que el desinterés institucional por el futsal femenino es generalizado, hay diferencia entre equipos. Hay clubes, por ejemplo, que pagan viáticos, algunos cuentan con gimnasios de entrenamiento propio y otros brindan la indumentaria. “Si bien no viven de este deporte, se les hace más fácil que a nosotras”, puntualiza Turek. El diferente peso de las camisetas en AFA hace que ciertos equipos puedan fichar jugadoras fuera de tiempo o hasta hacer jugar a chicas que no están habilitadas.

Los seleccionados nacionales no escapan a la discriminación. Entre el 15 y el 22 de julio de este año se desarrolla el primer Sudamericano Sub-20 de futsal femenino en Colombia. El único país de la Conmebol que no presentó equipo es la Argentina. La razón esgrimida: falta de recursos. Son 40.000 dólares lo que costaba enviar al plantel. Tavella no cree en las explicaciones de AFA: “Hay desinterés.  Si ellos (los dirigentes de AFA) ya saben que se va a jugar este torneo, deberían tenerlo diagramado. La FIFA le da dinero a la AFA para que dedique directamente al fútbol femenino. Son millones que no vemos”.

Turek integró el seleccionado mayor que en 2015 jugó la Copa América en Uruguay. “Nos convocaron en octubre, entrenamos en noviembre, en diciembre competimos y se terminó la Selección. Se desintegró cuerpo técnico y plantel. No hay entrenamientos ni seguimientos de jugadoras hasta la próxima competencia”. Turek recuerda la comitiva de siete personas, entre administrativos y dirigentes, que asistió al torneo y que ellas no sabían qué rol cumplían. Durante los partidos recibían la “ropita dobladita y la botella de bebida energizante” pero durante la preparación AFA les prestaba el predio de Ezeiza solo de 8 a 18 sabiendo que todas las jugadoras trabajan para sustentarse. Frente al reclamo, la respuesta de AFA fue: “Acá a la noche se come y se duerme”. Los viáticos fueron insuficientes o no se cobraron nunca. Por los días de competición, les dieron el equivalente de 25 dólares (en pesos). Y por los días de entrenamiento, les prometieron 100 pesos por jugadora que todavía les adeudan.

«Nosotras nos deslomamos como cualquier chabón. Entendemos que no generamos la misma guita, pero en parte es porque nadie se pone el deporte al hombro», asegura Turek.

En los selectivos para el representativo argentino de los Juegos Olímpicos de la Juventud (Sub-18) Buenos Aires 2018, que se realizó en San Juan, quedó en evidencia la segregación. Allí participaron chicos y chicas de todas las provincias, de entre 13 y 14 años, de los cuales se eligió a los mejores para conformar los equipos de 2018. Pero mientras los varones se hospedaban en el mismo lugar donde se realizaba el torneo, precisa Tavella, las mujeres debieron alojarse en un hotel lejano. A las 9 de la mañana las buscaban en micro, las llevaban a competir en el turno matutino, pero hasta las 21 no las llevaban de vuelta porque el micro sólo viajaba una vez. “Las chicas tenían que estar todo el día esperando. Los padres terminaban llevándolas en taxis o remises por su cuenta”, describe. “Además, las mujeres tenían problemas con las camisetas y la ropa, algo que a los hombres no les pasaba, y el trofeo de campeón de las chicas era mucho más chico que el del segundo puesto de los varones”. La AFA, en este caso, le pasó la responsabilidad al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, organizador de los Juegos de la Juventud, y el Ejecutivo porteño a la AFA.

Hoy, a pesar de todas las trabas, se proyecta para 2017 una divisional B de futsal femenino de, al menos, ocho equipos, que se sumarán los 14 que ya existen en la Primera A. Y varios de los reclamos de las chicas confluyen en un grupo llamado “Jugadoras organizadas” que tiene una página en Facebook.

“Nosotras  nos deslomamos como cualquier chabón. Entendemos que no generamos la misma guita, pero en parte es porque nadie se pone el deporte al hombro. Hay mucho crecimiento. En cualquier complejo vas a ver que en una de seis canchas hay un equipo de mujeres. Ya nadie se sorprende de ver chicas jugando. Hay minas jugando por todos lados, pero falta predisposición para que crezca en calidad. Entrenamos tres veces por semana, jugamos una o dos, laburamos, ponemos la guita. Nos las bancamos todas y cuando pedimos algo el trato es diferenciado”, concluye Turek.
Actualizada 19/07/2016