Por Néstor Robledo
Fotografía: Melisa Molina

Es viernes y son las nueve y media de la mañana. En la esquina de Santa Magdalena y California, en el barrio porteño de Barracas, un móvil de la Prefectura Naval corta el tránsito. Casi llegando a Alvarado, se encuentra la Escuela Técnica Nº 14, “Libertad”. Esta mañana, como tantas otras, hubo una amenaza de bomba. Un prefecto está apostado en la puerta del colegio al que flanquean edificios industriales y galpones de ladrillo. A través de su equipo de radio transmite información a un empleado del juzgado, mientras espera la llegada de la brigada de explosivos para dar el debido curso a la denuncia. “Ya van quince llamadas en lo que va del año”, dice, notablemente fastidiado. Y agrega: “Lo que pasa es que estos pibes no quieren estudiar; estos pendejos son unos vagos”. Sin embargo, los chicos de la escuela —quienes están junto a su profesores y preceptores a la vuelta de la esquina, detrás del perímetro de seguridad donde los condujeron luego de la evacuación, y a la espera de que las autoridades les permitan regresar al edificio para continuar el día de clases— tienen otra historia para contar.

La ET Nº 14 pertenece al Distrito Escolar 5, y se ubica en el corazón de la Comuna 4 de la Ciudad de Buenos Aires, integrada por los barrios de La Boca, Barracas, Nueva Pompeya y Parque Patricios. Datos oficiales de la Dirección General de Estadística y Censos de la Ciudad señalan que  en 2014 sólo el 78% de los jóvenes de entre 13 y 17 años que habitan esa zona porteña estaban escolarizados. Este porcentaje representa una merma del 10% respecto del promedio comunal, un valor que se posiciona como el segundo peor de la Ciudad, y está ocho décimas por encima del perteneciente a la aledaña Comuna 1, conformada por los barrios de Retiro, San Nicolás, San Telmo, Puerto Madero, Monserrat y Constitución. Otro dato completa el cuadro: en términos de empleo, para el mismo período, la Comuna 4 registraba una tasa de desocupación del 6,6%, que era apenas superior al total de la Ciudad (6,1%), pero la tasa de subocupación, es decir, en la que el trabajo es inferior a las 35 horas semanales, era del 12%, cuatro puntos por encima del valor promedio, cuatro veces más que en Recoleta (3,4%), y poco más del doble que en Caballito (5,6%). Y la ET Nº 14 -como otras escuelas del distrito- no es ajena a la situación educativa o laboral de quienes viven en la Comuna.

 

Aprender trabajando” es un programa de prácticas educativo-laborales promovidos por el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires. Y desde hace más de seis años, la escuela es una de las 135 instituciones educativas públicas de nivel medio que presentan uno o más proyectos pedagógicos con la finalidad de brindar capacitación a jóvenes en tareas laborales o pre profesionales, en empresas privadas o instituciones públicas, por lo general reparticiones del Estado porteño. Aunque no se conocen cifras oficiales exactas, Luciana Piccirillo, coordinadora del programa, estima que entre 2.000 y 2.500 chicos se anotan por año en los distintos proyectos de formación.

Objetivos y brechas

Creado por el Decreto 266/03 durante la gestión de Aníbal Ibarra como jefe de Gobierno, el programa tiene como finalidad salvar la brecha existente entre las demandas del mercado de trabajo y las competencias con las que los chicos egresan de la escuela al promover una instancia de capacitación supervisada en entornos laborales reales. A cambio de una actividad sostenida de 20 horas semanales como máximo, y una asignación estímulo de 1.500 pesos que el propio GCBA fija -y por debajo de la cual ninguna empresa privada interesada en participar puede acordar-, se espera que los estudiantes tomen contacto, quizá por primera vez, con un trabajo real. Esos ambiciosos objetivos no siempre se cumplen por completo.

La capacitación efectiva de los chicos -que es a lo que se limita y compromete el programa- depende de una doble labor de articulación pedagógica entre los tutores escolares, es decir, los profesores que presentan los proyectos para el aval de la coordinación de “Aprender trabajando”, y los tutores de práctica, empleados y profesionales en las empresas, quienes serán los encargados de acompañarlos y enseñarles algunas tareas específicas. Los tutores de práctica son seleccionados por las propias firmas privadas y las reparticiones públicas que recibirán a los practicantes. La coordinación del programa es la encargada de supervisar que las condiciones laborales y enseñanza sean, en la práctica, las mismas que se proponían en el proyecto original. Tarea a veces dificultosa: la coordinación incluye en todas las etapas a once personas.

 

En el segundo piso de la escuela “Libertad”, la jefa de preceptores libera una oficina para que un grupo de chicos de 5to. y 6to., le cuenten a ANCCOM sus experiencias y expectativas respecto del programa. En el centro de la ronda flota la pregunta acerca de por qué habrían de anotarse. Algunos de los chicos ya han participado de la propuesta y otros se integrarán este año. Mauro es uno de estos últimos, y no duda en responder: “Hay que hacerlo porque vos lo sentís, no por la plata; la plata va y viene”. Lo que cuenta es la experiencia, dice, y sus compañeros están todos de acuerdo. Es que al hablar acerca del primer trabajo (ninguno de ellos ha buscado un empleo hasta ahora) son conscientes de que habrán de buscar -y en el mejor de los casos, encontrar simplemente, un trabajo que no será ni el mejor, ni tampoco uno relacionado con su área de conocimiento: “ayudantes, asistentes…”, comentan al unísono, como si estuviesen recitando lo que leen en una imaginaria hoja de avisos clasificados.

Con la pretensión de integrar los saberes teóricos adquiridos en las aulas con problemas prácticos y concretos encontrados en un lugar de trabajo, el programa pretende facilitar la inserción laboral de los chicos, una inserción que a veces es percibida por ellos con urgencia y agobio, frente a un mercado laboral ya habituado a demandar jóvenes con experiencia. Esta semana, el gobierno intentó una respuesta para ese sector: el presidente Mauricio Macri anunció un proyecto de empleo que apunta a otorgar descuentos impositivos a las empresas que les den su primer trabajo a un joven.

Las experiencias

Mauro y sus compañeros son estudiantes de la orientación en construcciones. Cuando egresen, lo harán con el título de Maestro Mayor de Obras. Realizarán sus prácticas en la Dirección de General de Infraestructura, Mantenimiento y Equipamiento, perteneciente al Ministerio de Educación de la Ciudad. Antonio Mundo es el coordinador general del programa en representación de esta oficina gubernamental, y explica que los estudiantes harán su labor en algunas de las áreas dedicadas al mantenimiento edilicio de las escuelas: obras, proyectos, y cómputos y presupuestos, todas ellas vinculadas a la orientación específica de la escuela a la que pertenecen. “Lo que los chicos hacen acá es lo que se está haciendo”, explica. Es trabajo del mundo real, realizado en compañía de profesionales encargados de proyectos de refacción y mejoras edilicias.     

José es uno de los compañeros de Mauro que el año pasado hizo la práctica. Les comenta a quienes ingresarán este trimestre que no la volvería a hacer. “Lo que nosotros hacíamos era archivar los planos de las obras que ya se habían completado”, puntualiza. Tomás y Juan, también de 6to. año, tenían otra tarea. Iban a los edificios donde había una obra y examinaban los trabajos de mejoras. Vieron cómo revocaban una pared. “Eso ya lo sabíamos, y nos dijeron que los iban a llamar cuando pusieran el ascensor, pero nunca nos llamaron”, reconstruyen. El propósito de la observación era “adquirir conocimientos”, lo que, de una u otra manera, aunque no fuera lo que esperaban, reconocían haber hecho. Mauro y sus amigos bromean y se lamentan porque les habían tirado abajo muchas expectativas. Pero José les aconseja hacer que lo aprovechen, que pregunten, y que pidan rotar de sector, llegado el caso, una posibilidad que, como explica Mundo, los chicos siempre tienen a su disposición.

Felipe y Karen cursan en la Escuela Técnica Nº 11, “Manuel Belgrano”, del barrio de San Cristóbal, y comenzaron el viernes pasado su práctica en la Dirección de Infraestructura. Se sientan frente a una computadora y alternan entre varias ventanas abiertas. La oficina de proyectos, donde los chicos trabajarán hasta fin de año, está en el cuarto piso del edificio sito en Estados Unidos 1228 y ocupa buena parte de la planta. Varias mesas largas corren a lo ancho del lugar, donde al fondo trabaja a ritmo lento una impresora de planos. El movimiento de personal es permanente, acompasado por el zumbido de las computadoras, las impresoras y las conversaciones en una jerga que los chicos aprenderán a manejar: se los nota muy entusiasmados. Felipe cree que la experiencia será buena para adquirir responsabilidades; Karen está convencida de que aprenderá cómo manejarse en el caso de trabajar en un estudio de arquitectura. Ninguno de ellos ha buscado trabajo, de modo que ésta será su primera experiencia laboral. Comparten, junto a los chicos de la ET Nº 14, la esperanza de conseguir un buen empleo el año próximo, cuando terminen la escuela.

—¿Conocen a alguien que trabaje en un área relacionada con lo que estudiaron?

Sólo Karen asiente:

—Yo sí tengo amigas que trabajan. Trabajan en estudios de arquitectura. De cadetes.

Coordinación y empresas

El profesor Martín Lombardi es el responsable de coordinar los distintos proyectos del “Aprender trabajando” en su escuela, la ET Nº 4, “República del Líbano”, también perteneciente a la Comuna 4. A diferencia de otros colegios que cuentan con un ciclo superior, el título que otorga a sus graduados es el de Técnico en Administración de Empresas. El docente entiende que esta orientación los posiciona mejor a la hora de conseguir su primer trabajo, sencillamente porque todas las materias del último año (auditoría, teoría y técnica impositiva, técnica bancaria y seguros, entre otras) los capacitan en lo que pueden necesitar en un trabajo de oficina. De este modo se salvaría la aparente paradoja de contar con estudiantes recién recibidos de la escuela y que ya cuenten con experiencia laboral, algo que suele ser muy solicitado por las empresas del sector privado. “Los empresarios se fijan en que los chicos lleguen temprano y cumplan el horario que corresponde, en que absorban rápidamente los conocimientos laborales, y en que sean autónomos y flexibles; se quedan con esa gente”, explica.

En algunos casos, la posibilidad de quedar empleado en un trabajo al finalizar la práctica del “Aprender trabajando” es muy concreta. En otras, no. Es el caso del Banco Itaú, que a través de su Fundación mantiene proyectos con la ET Nº 4, y también con la Escuela Comercial Nº 18, “Reino de Suecia”, del barrio de Parque Patricios. Marina Sanpietro, una de las responsables de prensa del banco, señala que la propuesta apunta a motivar a que los chicos terminen el secundario, pero no a emplearlos inmediatamente, ya que “el perfil de incorporación del banco es típicamente de estudiante universitario o graduado”. Llegado el caso de que se presenten más aspirantes que las vacantes disponibles para la práctica, el banco realizará una selección a partir del análisis de una encuesta que todos los estudiantes completan al postularse, y que servirá para determinar a los más idóneos o hábiles para participar. Por su trabajo, distribuido en tres horas, cuatro días a la semana, los chicos reciben una asignación estímulo de 100 pesos por día, con la intención de que cubran con ese monto los viáticos, una vianda, y la esperanza de mantener un adicional restante para algunos gastos personales. La duración del contrato es de 10 semanas.

Para los chicos que participan de estas iniciativas, el balance de la actividad suele ser positivo. Así lo refleja la experiencia en el Banco Itaú. El presidente de la fundación, José Pagés, explica que al finalizar cada ciclo de prácticas, tutores y jóvenes pasantes completan una encuesta anónima que registra un elevado porcentaje de satisfacción. En similares términos describe la experiencia de los estudiantes Patricia Álvarez, la vicerrectora del Comercial 18, y tutora pedagógica del “Aprender trabajando”. “El objetivo de este programa”, explica, “es que ellos se vayan insertando en el mundo laboral, que aprendan que hay otras cosas fuera de la escuela, y cómo deben manejarse. La vestimenta, por ejemplo. Y en el banco les dan una camisa, un pantalón negro, un uniforme”.