Por Ludmila Ferrer
Fotografía: Gentileza Ana Mancilla y Violeta Rosemberg

El 14 de noviembre de 2015 nueve alumnos de la escuela primaria Nº 78 Soldado José Honorio Ortega, de Río Gallegos, viajaron a las Islas Malvinas acompañados por su directora y dos docentes. “Es la primera vez, desde 1982, que una escuela pública viaja a Malvinas”, destacó Cecilia Flachsland, docente que trabaja en el programa “Educación y memoria” del Ministerio de Educación, quien también participó del viaje junto a un equipo de Canal Encuentro que quería documentar la experiencia.

José H. Ortega es el único santacruceño caído en la Guerra de Malvinas y desde 2007 la escuela que lleva su nombre desarrolla un proyecto enfocado en su vida, del cual los alumnos pueden participar de manera voluntaria. Ana Mancilla, directora de la institución, contó que el año pasado, a principios del ciclo lectivo, se comenzó a trabajar con los padres para organizar una visita a las islas. Uno de los objetivos del viaje era que los alumnos de quinto, sexto y séptimo de la escuela argentina pudieran interactuar con sus pares isleños. Mancilla recordó que “fuimos a hablar con la directora inglesa, pero ella no creyó conveniente que esto se hiciera por el posible rechazo de los padres que no quieren que sus hijos tengan amigos argentinos”. Aún así, los alumnos hablaron y jugaron al fútbol con niños kelpers en una cancha cercana a la casa donde se hospedaban.

“Es la primera vez, desde 1982, que una escuela pública viaja a Malvinas”, destacó Cecilia Flachsland, docente que trabaja en el programa “Educación y memoria” del Ministerio de Educación.

Sonia Cárcamo es la madre de José H. Ortega. Ella y su marido viven en Río Gallegos y participan en actos y actividades organizadas por la escuela que lleva el nombre de su hijo. “José estaba haciendo el servicio militar obligatorio en su regimiento. Se incorporó el 2 de febrero y yo lo vi el 18 de marzo, pero nunca me dijo que se iba a las Islas. Creo que él no sabía. Después llegó el 2 de abril, pero nunca imaginamos que él iba a ser de los primeros en pisar Malvinas. Nos enteramos que estaba allá por una carta que recibimos de él. Con mi marido nos quedamos sorprendidos porque existían reservistas que podrían haber llamado para combatir”, recordó Sonia.
José murió el 28 de mayo en la batalla de Darwin. Recién en 1992 su madre logró viajar a las islas junto a otros familiares de caídos. Respecto a ese día, Sonia recuerda: “Fue muy especial. En ese tiempo había un comentario de que no estaban todas las tumbas identificadas. Yo llegué a Darwin, busqué y no encontré la de mi hijo. Fue un poco chocante porque daba la impresión de que no estaban ahí”.

En 2012, Cárcamo acompañó a Cristina Fernández de Kirchner a Naciones Unidas para pedirle a Gran Bretaña que permita la identificación de las 123 tumbas del cementerio de Darwin que rezan: “Soldado argentino sólo conocido por Dios”. “Nosotros no queremos traer el cuerpo a Argentina. En las cartas, José decía que estaba fascinado con la isla. Está en el lugar que él quiere”, aseguró Sonia.

“Cuando fuimos al cementerio de Darwin llevamos la bandera de la escuela, una bandera argentina muy grande»

En su semana de estadía en Puerto Argentino, la capital de Malvinas, los chicos tuvieron a Fernando Alturria, presidente del Centro de Veteranos de Guerra y padrino del colegio, como guía en las excursiones. “Si bien hicimos un trabajo previo, para los alumnos fue un impacto muy grande. Una cosa es contar la historia y otra es vivirla. Vos ves las condiciones en las que estuvieron nuestros soldados y es un trago amargo. Hubo un cambio muy grande en los chicos después del viaje”, aseguró Mancilla.

Por su parte, Flachsland dijo que si bien las Malvinas son argentinas, es difícil no sentirse en otro país debido a que es necesario ingresar con pasaporte. “Eso muchas personas no lo aceptan porque les parece un gesto de sumisión”, remarcó. También relató que en el aeropuerto el único papel que te dan en español es uno que pide que, debido a la susceptibilidad generada por la guerra, no se exhiban banderas argentinas. “Cuando fuimos al cementerio de Darwin llevamos la bandera de la escuela, una bandera argentina muy grande y ahí vinieron unos vecinos a decirnos que los estábamos ofendiendo porque no se podía mostrar la bandera, pero fue un episodio acotado, la verdad es que no tuvimos problemas serios”, afirmó Flachsland.

 

Tanto ella como Mancilla coinciden en que uno de los lugares que les generó mayor conmoción fue el Museo de las Islas Malvinas. La docente aseguró que lo que más la afectó fue la proyección del documental británico 1982- In our own words (1982- En nuestras palabras) que narra la guerra desde el punto de vista de isleños que eran niños en el momento del conflicto bélico. Sobre esto, Flachsland opinó: “Esas cosas te obligan a pensar que hay otro punto de vista, no del Imperio Británico, sino de los pobladores de las islas y también son cosas que te obligan a afinar los argumentos. A mí, que trabajo explicando por qué las Malvinas son argentinas, me sirvió como ejercicio intelectual ver por qué ellos consideran que no lo son”.

“Si bien hicimos un trabajo previo, para los alumnos fue un impacto muy grande. Una cosa es contar la historia y otra es vivirla».

Actualización 12/04/2016