Por Magalí Antonelli Laffitte
Fotografía: Daniela Yechua, Deborah Valado, Noelia Pirsic, Romina Morua

Al conmemorarse los 40 años del último golpe militar y ante una multitud, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo junto a hijos, nietos, hermanos y otros familiares de desaparecidos leyeron de manera coral un documento muy crítico con la política de derechos humanos que desarrolló el macrismo en sus primeros cien días de gobierno. Subrayaron que la militante social Milagro Sala es una presa política, repudiaron el Protocolo de Seguridad que busca limitar la protesta social, señalaron que los despidos masivos atentan contra el derecho humano al trabajo, denunciaron la represión con balas a trabajadores y a una murga integrada por niños, recordaron que tras sendos fallos judiciales ahora hay que salir a la calle con documentos y que las fuerzas de seguridad pueden utilizar pistolas Tasser, condenadas internacionalmente por ser considerados elementos de tortura. El pronunciamiento cuestionó también el retorno de la Teoría de los Dos Demonios y exigió, además, la renuncia inmediata del ministro de Cultura de la Ciudad, Darío Lopérfido, quien intentó restarle magnitud al terrorismo de Estado con sus declaraciones públicas. Como cada 24 de marzo, la lectura finalizó con el grito colectivo que retumbó en todo el Centro porteño: “30.000 detenidos desaparecidos, presentes”.

Desde el mediodía, distintas agrupaciones y organizaciones fueron llenando las calles y avenidas que rodean la Plaza de Mayo. Organizaciones de derechos humanos, agrupaciones sindicales, partidarias, sociales, barriales, estudiantiles y culturales, llegaban con banderas, remeras y bombos a sus lugares de encuentro, pautados entre la Avenida de Mayo, la Avenida Belgrano y la 9 de julio. Por la mañana, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, de visita en nuestro país, asistió al Parque de la Memoria, en Belgrano, a un acto organizado por el presidente Mauricio Macri. Obama aseguró que “existen polémicas sobre el rol de EE.UU, y es algo que se está trabajando”. Ante la ausencia de los referentes de derechos humanos, y la vaguedad del enunciado, la movilización de esta tarde también se transformó como una respuesta a ese mensaje.

Además de los militantes, y de los que iban con su agrupación o partido, estaban aquellos que decidieron estar presentes por su cuenta, con sus familias o amigos. Los que llevaban en sus remeras las fotos de sus familiares desaparecidos, los que llevaban a sus hijos para transmitirles la importancia de “no olvidar”, y los que, acostumbrados a vivir con miedo, se emocionaban al ver a la juventud militante.

Sebastian Garcia, con su esposa e hija.

Sebastian Garcia, con su esposa e hija.

Las Abuelas y las Madres de Plaza de mayo estaban presentes, como hace 40 años, en las calles. Junto a una larga bandera con las fotos de todos los jóvenes desaparecidos, estuvieron hasta las tres de la tarde sobre la Avenida de Mayo, y al comenzar la marcha subieron a una camioneta que las llevó hasta el escenario en el centro de la Plaza, porque sus piernas, ya no les permiten caminar. Durante la espera, una mujer observaba desde la vereda con su beba en brazos: “Estamos en un momento difícil del país, y siento como que todo esto se olvida. Entonces no queremos eso, no queremos que se olviden que hubo 30.000 desaparecidos, y que existieron”, dijo Mariana Bouzada. Luego se acercó su marido con su otro hijo de unos 5 años y Bouzada recordó: “Cuando yo era chica, mis padres en mi casa comentaban algunas cosas, pero en general se hablaba poco. En el colegio ahora se involucran más, los docentes están más involucrados, la familia se involucra más”.

Ya iniciada la movilización, un hombre canoso, de la mano de su mujer y junto a su hija adolescente, caminaba llevando en su remera la foto de un hombre en tono sepia: “Silvano José García era mi papá, era delegado en la Granja San Sebastián de Pilar”, dijo orgulloso, Sebastián Andrés García. Cuando su padre desapareció, Sebastián tenía 4 años, y no le quedó ningún recuerdo. Durante muchos años no se interesó por saber lo que había pasado. “Fue duro, recién cuando nació mi hija y quiso saber del abuelo, fue cuando realmente empecé a tomar conciencia y a involucrarme con los temas de derechos humanos”, aseguró, y admitió estar “arrepentido por haber perdido esos años”. A diferencia de García, Mónica Aguilera tenía 15 años cuando su hermano desapareció en 1978, durante el Mundial: “Salió de casa a juntarse con unos amigos para estudiar, porque tenía al otro día un examen, un domingo a las 3 de la tarde, y nunca más apareció”, dijo la mujer que llevaba una foto en sus manos. Desde ese momento toda la familia lo buscó incansablemente. Su madre falleció hace 12 años sin saber lo que pasó.

Marcha por la memoria, la verdad y la justicia , 24 de Marzo de 2016

Entre cánticos y bombos, las calles y veredas se fueron apretando. Para las cinco de la tarde la Plaza estaba colmada, y aún faltaban las columnas de La Cámpora, Nuevo Encuentro, Miles y otras agrupaciones que esperaban desde la 9 de Julio. Frente a la multitud que continuaba llegando, las calles paralelas internas se volvieron más accesibles. En una de esas veredas, un hombre de 39 años jugaba con su hijo con una bandera argentina. Los dos llevaban la misma remera con un dibujo “anti-derecha”: “Mi hijo es la primera vez que viene a una marcha del 24, pero nosotros, con mi mujer, generalmente venimos. Nosotros nacimos en plena dictadura, y el recuerdo que tenemos es el que nos transmitían nuestros padres, momentos de horror que nadie desearía que volvieran a pasar”, contó Martín Casabelos.

Más adelante, tres amigos que iban conversando, llevaban colgadas varias fotos de chicas y chicos en blanco y negro. “Nosotros nos acordamos de todo, lo que pasó antes y lo que pasó después de la dictadura”, dijo la mujer del grupo, Susana Seremis. Los tres habían sido militantes del Partido Socialista de los Trabajadores en Mar del Plata, y las fotos eran de sus compañeros desaparecidos y asesinados. Seremis militó hasta 1984, luego lo abandonó por una fuerte depresión: “Cuando empecé a ver que no aparecía ningún desaparecido. En el inconsciente, yo esperaba que alguno apareciera. No le dábamos el carácter en ese momento, sí de desaparecido, pero que realmente nadie iba a aparecer, no lo esperábamos”. “Lo recordamos como un día que ya se veía venir, que cada vez la cosa estaba más difícil, pero un día concreto se produjo el golpe, y a partir de ahí la represión fue cada vez mayor”, dijo otro de los amigos, Gabriel De Lavalle, y después aclaró: “Igual creo que nunca nos hubiéramos imaginado que la represión iba a llegar a donde llegó”. De Lavalle estuvo un tiempo secuestrado, mientras que Seremis y Guillermo, el tercero del grupo, pudieron exiliarse. Todos los 24 de marzo tratan de asistir a la marcha, ya sea en Mar del Plata o en Buenos Aires.

Elena Atienza.

Elena Atienza.

 

Junto al recuerdo de los 30.000 desaparecidos, y contra la visita del presidente Obama, hubo también pancartas, remeras y banderas con críticas hacia las medidas tomadas durante estos primeros meses por el gobierno de Macri: “No puedo dormir con las cosas que están pasando en el país, no por mí si no por mis hijos y por los que vienen. Porque cómo van a tener un lugar en esta sociedad con lo que estamos viviendo”, dijo Ruben Atienza indignado. Luego, junto a su mujer Elena, recordaron con tristeza, los años vividos durante la dictadura. Cuando él vendía estanterías metálicas y ella estudiaba abogacía y trabajaba como administrativa: “Nos habíamos casado hacía poco, pero yo tuve que dejar de estudiar porque la Facultad de Derecho era de terror. Se apagaba la luz y todos teníamos miedo. Nos hacían dejar los documentos y la libreta estudiantil en la entrada y pasabas a buscarlos a la salida. Cerraban la puerta principal de la escalinata y abrían una al costado. A veces no se podía retirar, y si te ibas sin documento también era peligroso”, contó Elena y agregó: “Así que era todo muy difícil, nada que ver con el día de hoy. Es triste y me emociona, venimos a la marcha para recordarlo y que nunca más suceda”.

Cada tanto, en alguna cuadra alguien empezaba a cantar “Vamos a volver”, a lo que se sumaban los que pasaban, y los aplausos. Muchos llevaban en la mano ejemplares de La Poderosa, o de Tiempo Argentino, que hoy retomaba su publicación, después de más de un mes de no ser impreso, por iniciativa y autogestión de los propios trabajadores. Lo vendían canillitas de lujo, como los periodistas Víctor Hugo Morales y Roberto Caballero.

Mónica Aguilera.

Mónica Aguilera.

Para cerrar el acto, las principales organizaciones de derechos humanos leyeron su documento consensuado. Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo remarcó también las críticas a las que la gente refería en la calle: “A 40 años del golpe genocida, nos sentimos nuevamente convocados y convocadas a defender la democracia, porque el cambio de gobierno está significando a diario la vulneración de derechos: miles de personas despedidas en el Estado y el sector privado, la criminalización de la protesta, la profundización de prácticas de violencia institucional y la persecución ideológica”, dijo. Y con respecto a la promesa de Obama sobre la desclasificación de archivos, Carlotto leyó: Es obligación de todos los Estados y gobiernos aportar a la memoria, la verdad y la justicia. Por eso, esperamos que se cumpla el anuncio y que finalmente podamos acceder a toda la información que tiene ese país, que fue partícipe de los delitos de lesa humanidad que se cometieron en las dictaduras de la región”.

Recién a partir de las 19, la multitud empezó a desconcentrarse. Entre los que iban en retirada, una docente, que había asistido por primera vez con su hija y acompañada de una amiga, re afirmó la idea de la mayoría: “Decidimos venir porque esto hay que pasarlo de generación en generación, yo estuve trabajando con mis alumnos porque hay que enseñarle a los chicos lo que pasó”, dijo Gabriela Vanore. Por otro lado, Alfredo Vázquez, psicólogo y artesano, expresó claramente su conclusión sobre la marcha: “En esto hay una cosa muy notable, y es que creo que todos los que estamos acá, en lo más importante, pensamos igual. O sea, para todos nosotros el otro es importante, y por eso estamos acá, porque estamos tratando de cuidar al otro”.