Por Alicia Miño
Fotografía: Daniela Yechua

“La memoria es un fenómeno individual, pero la memoria colectiva es una construcción social. Las baldosas sirven para conquistar un poco de esa memoria colectiva”. Alicia Le Fur formula el diagnóstico en una plaza de Boedo donde este sábado encabezó el acto de colocación de baldosas para recordar a 43 víctimas de la dictadura que vivieron, trabajaron o estudiaron en ese barrio porteño. Desde hace una década pertenece al colectivo “Baldosas por la memoria” que, junto al movimiento “Barrios por la Memoria y la Justicia”, busca dar testimonio y recordar la vida de los detenidos desaparecidos a través del emplazamiento de baldosas conmemorativas en calles y avenidas.

En el marco del 40 aniversario del golpe cívico-militar, el sábado 19 de marzo se realizó el acto de colocación de baldosas para recordar a detenidos desaparecidos del barrio de Boedo, en la plaza de las calles Carlos Calvo y Sánchez de Loria. El acto contó con la presencia de Rosa Roisinblit, vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo y madre de Patricia Roisinblit desaparecida en 1978. Patricia es una de los 43 vecinos del barrio recordados en estas baldosas.

Autodefinida como “baldosera”, Le Fur recuerda en charla con ANCCOM cómo surgió el colectivo “Baldosas por la memoria”. “Primero las empezamos a hacer en Almagro, con un listado bastante desordenado y luego empezaron a llegar un montón de pedidos de familiares de desaparecidos” subraya.

Le Fur intenta explicar el objetivo de la organización con un relato en primera persona. Y confiesa que el emplazamiento de la baldosa recordando a su hermana Beatriz Le Fur en Medrano y Corrientes le resultó reparador. “Algunos familiares nos dicen que luego de poner la baldosa se sienten ´distintos´, no sabemos bien por qué. Yo por ejemplo sentí que socialicé el duelo por mi hermana”, grafica.  

Esta forma de rendir homenaje no surge desde un lugar solemne, silencioso y paralizante por el recuerdo de quienes ya no están. El movimiento “Baldosas por la Memoria” celebra la vida cotidiana de esos compañeros y a su vez deja huella de su ausencia en el cemento de nuestra ciudad. Recuerda los lugares por donde pasaron, donde vivían, donde trabajaban y estudiaban, donde militaban; “Nosotros recordamos 768 nombres de vecinos de Almagro en 270 baldosas, pero hay muchas más en otros barrios. La función barrial que tienen es muy importante porque de alguna manera ´marcan´al que pasa, queremos que las baldosas produzcan algo al vecino que las ve”, agrega Le Fur.

María Eugenia Borsani, investigadora de la Universidad Nacional de Comahue,  en su artículo “Memoria, intemperie y refugio” entiende a este tipo de emplazamientos como ´andamiajes de la memoria´  que no tienen la forma de monumentos sino que funcionan como dispositivos de la memoria colectiva. “Cuando la memoria generacional expire, estos andamiajes perdurarán en el paisaje urbano”, explica.

Se trata de dejar huella, como hace años las marchas de los jueves las Madres de Plaza de Mayo sellaron con su presencia la Plaza por medio de los pañuelos blancos pintados en torno a la Pirámide, un vivo antecedente de la necesidad de convivir con la memoria.

El acto en Plaza Boedo resignifica la tarea de dejar una huella. Gerardo agradece el recuerdo de su cuñada Patricia Faraoni: “Por arriba está la superficie que vemos cotidianamente, pero por debajo corre el río de la historia. Estas baldosas son el río de la historia, están llenas de colores y vida. Ojalá que los que quedamos acá nos merezcamos algún día a estos compañeros”, subraya.

Las hijas de Osvaldo Balbi, otro vecino recordado en el acto, leen un  poema de su padre dedicado al barrio de Boedo. “Este es el mejor lugar donde podríamos recordar a papá, ya que no tenemos su cuerpo. Acá vamos a venir a tomar mate y a recordarlo”, señalan.

Como señala Borsani en su artículo, las baldosas conmemorativas “no pretenden ser hechos artísticos, ni monumentales sino que son austeros y dejan al desnudo la tragedia vergonzante incrustando en la cotidianidad el ayer que se evoca”. Estos sellos de memoria se funden con el pavimento cotidiano para dar un mensaje diferente al que se acostumbra en las calles de los barrios porteños.

“Almagro por ejemplo es un barrio de consumo puro, el shopping es el centro del barrio. A veces ven que estamos reunidos en la calle y preguntan ´¿que venden?´ y me causa gracia porque el mensaje de nosotros haciendo baldosas es otra cosa pero convivimos con esa realidad. Proponemos pensar algo diferente, algo que empezamos nosotros y queremos que lo sigan los jóvenes. Por eso dejamos la huella”, concluye Le Fur.