Por Sofía Gómez Pisa
Fotografía: Romina Morua

Es fácil entrar en La Robla y sentirse como en casa. The Cranberries suena suave y a ese ritmo, los mozos, miembros de la Cooperativa de Trabajo que gestiona el restorán, realizan dulcemente su trabajo. Un cartel de neón en tipografía caligráfica anuncia la existencia de cerveza tirada. Sus veinticuatro mesas están perfectamente decoradas. La vinoteca, que hace ocho meses había sido abruptamente incautada por la policía, se luce sobre la barra.  La Robla, Bar y Cooperativa tuvo, como indica el mantelito de papel que se balancea sobre la mesa, épocas de abundancia y de decadencia.

La administración de Alex Gordon (dueño también de la conocida cadena de comida rápida Nac &Pop), llevó a la histórica marisquería a la quiebra. Pero como un ave fénix en pleno vuelo, el Bar La Robla se ha recuperado y sobre sus cenizas ha tendido un nuevo comienzo. Muy cerca de Plaza de Mayo, en Chacabuco 82, sus distinguidos platos pueden volver a disfrutarse.

Claudio Oviedo, el presidente de la cooperativa, trabaja en el bar desde 1986 y vio pasar varias manos en la administración. “Hasta el 2013, cuando Alex Gordon tomó el mando de la casa”, señala a ANCCOM con cierta nostalgia en sus palabras. “Él se hizo cargo de todo, apareció ante nosotros como ‘salvador de la casa’, haciendo publicidad, promociones, haciéndola crecer. Luego usó el dinero para crear otra sociedad con el mismo nombre y para construir los Nac & Pop. Así es como empezó a amasar una enorme fortuna. Nosotros no nos preocupábamos por la parte gerencial de la casa, solo hacíamos nuestro trabajo. En un momento, Alex dijo que iba a desligarse de la casa dejando a otro gerente a  cargo.”

La administración del dueño de Nac &Pop Alex Gordon llevó a la histórica marisquería a la quiebra en 2013.

Fue entonces que los trabajadores cayeron en la cuenta que no todo era tan color de rosa, cuando las deudas de todo tipo (proveedores, sindicatos, AFIP, jubilación), empezaron a aparecer, resquebrajando la fachada de la casa. Lo mismo sucedió con los Nac & Pop en forma casi simultánea. Mediante un abogado, les informaron que La Robla habría quebrado. Para su sorpresa, los trabajadores descubrieron que la sociedad de responsabilidad limitada a cargo de La Robla pertenecía a personas que ellos desconocían. En los papeles figuraban compras y ventas constantes. Cuando la empresa quebró, se hicieron cargo del funcionamiento general y así surgió la Cooperativa, en septiembre del 2014, que actualmente reúne 21 trabajadores.

Pero el 10 de junio de 2015 llegó el desalojo por orden judicial del local de Viamonte 1515 y los cooperativistas tuvieron que buscar otro rumbo. “No fue fácil tener que cambiar de bar luego del desalojo -esgrime Oviedo-; algunos de los miembros decidieron abandonar la cooperativa”.

La pérdida del predio se dio por un juicio que tenía Alex Gordon por no haber pagado el alquiler del local. “En ese momento, el juicio por desalojo estaba avanzado. Al principio íbamos a hablar con la mujer (la dueña), pero al entrar el último socio de  Alex el trato con ella se fue deteriorando. Cuando fuimos a hablar con la mujer ya estaba con el abogado, no había otra cosa que hacer”, cuenta Oviedo con desconsuelo.

“El desalojo fue muy tenso, desde el comienzo hasta el final. Es duro ver que te están sacando de forma violenta las cosas de tu lugar, de lo que es tu trabajo. Yo estuve doce años ahí, me hubiera gustado que nunca hubiese pasado, pero por culpa de Alex Gordon tuvimos que atravesar esa experiencia”, dice Roxana López, la actual tesorera de la cooperativa.

En septiembre 2014, los trabajadores se hicieron cargo del funcionamiento de la marisquería y nació la Cooperativa.

El capitán Veto

El  veto arrojado por el actual jefe de gobierno porteño, Horacio Rodriguez Larreta, se materializó el tres de febrero de este año. El mismo afectaba a la ley 5.500, que fue aprobada en diciembre del 2015,  por la cual se permitía a los trabajadores de La Robla recuperar todos los bienes mobiliarios que habían quedado en la calle Viamonte.

“El veto es una clara muestra de la política que viene teniendo el Pro desde el año 2008 en la ciudad con respecto a no reconocer ningún derecho a los trabajadores de las empresas recuperadas”, dice a ANCCOM Ornella Notici, la actual abogada de la cooperativa. Las herramientas legales con las que se contrarrestó esta medida fue volver a impulsar en la Legislatura el proyecto y continuar en el proceso judicial de la quiebra pidiendo la compensación de los créditos laborales por los bienes de la empresa quebrada.

Acerca del veto, Roxana López nos explica: “Nos cayó muy mal, todavía no sabemos con exactitud por qué hizo lo que hizo, no tenemos una respuesta exacta. Ni bien lo leí me indignó, porque pensaba que estábamos por un camino correcto. Fue para nosotros un retroceso. No tenemos dinero para ir a comprar el mobiliario, hay muchas cosas que quedaron dentro del local de Viamonte que tratamos de recuperar, hay muchas cosas que simbolizan los treinta años de trabajo”. En ese sentido, agregó: “Es importante para nosotros seguir conservándolo. Fuimos estafados, nos quedamos en la calle, seguimos adelante y aunque sea queremos que la parte de los muebles que han quedado se ceda a la Cooperativa, simplemente para seguir trabajando.”

La resurrección

Claudio y Roxana saben que no es nada fácil llevar adelante una cooperativa, una organización muy distinta a la que estaban acostumbrados, sin un jefe que les diga qué deben hacer. Por lo cual representa un desafío lograr un consenso entre todo el grupo.

Luego de presentarse la quiebra, los trabajadores de La Robla siguieron trabajando como si nada hubiera ocurrido. Y tras el desalojo estuvieron dos meses y medio sin local, con lo que eso representa para los sueldos de los trabajadores.

El 10 de junio de 2015, llegó la orden de desalojo al histórico edificio de Viamonte. Los trabajadores estuvieron dos meses y medio sin local.

Recordando la pérdida de la primera sede, Oviedo dice: “Cuando pasó esto no sabíamos adónde pedir ayuda, dónde arrancar, qué hacer, estuvimos como dos meses y medio sin lugar. El gobierno nacional, por intermedio del Instituto Nacional de Economía Soliaria (INAES), nos dio un subsidio para poder continuar. Con algo que habíamos ahorrado y algo que invertimos, alquilamos el local y lo remodelamos, trabajando dos meses entre todos. En realidad es complicado cuando uno se muda de barrio hacer que la gente venga. Ya no estamos por la zona, todo es nuevo para nosotros¨.

El titular de la cooperativa continúa con su relato: “A la noche el lugar es muy quieto, no hay muchos negocios, entonces tuvimos que empezar de cero, conservando solo el nombre. Pero fue muy duro, uno quiere seguir en lo que conoce pero a veces no sé si seguir, muchos compañeros se preguntan si irse a otro lado. Es muy triste y complicado hacer que esto funcione. Son todas pequeñas pruebas que nos van poniendo, por ahora seguimos para adelante. Aunque por momentos nos cansamos. Así ocurrió con lo del veto.”

En cuanto a la situación económica de la cooperativa, dice Oviedo: “Hicimos una presentación de los créditos laborales que valen millones, por lo que pensamos que disponer de las cosas iba a ser más sencillo. Los proyectos que presentamos estaban relacionados con el hecho de que La Robla fue declarada Patrimonio Histórico y Cultural.”

Pintoresca, afable,  con hermosos aromas y personas preocupadas, tolerantes y de iniciativa, La Robla salió adelante. A las 14 horas, a tres cuadras de Plaza de Mayo, el bar se llena de gente y parece sonreír a todo aquel que sepa lo que es perderlo todo y volver a levantarse.  “El destino de los trabajadores de La Robla es el mismo que el del pueblo, seguir trabajando y luchar por resistir los embates de un gobierno antipopular y antidemocrático que atenta contra los derechos que supimos conquistar los sectores más humildes”, culmina Ornella Nociti.