Por Leandro Rojas Soto
Fotografía: Noelia Pirsic

Para la mayoría de las familias abastecerse con los productos básicos para vivir día a día constituye hoy una experiencia angustiante: resulta difícil llegar al supermercado sin sorprenderse al ver los precios en los carteles de los productos, que parecen volar más alto en cada vuelta que el consumidor hace por las góndolas.   

“Todos los cortes y todas las carnes subieron alrededor de 20 pesos, y la venta a partir de noviembre ha bajado mucho, a nosotros un 50%. Los distribuidores habían anunciado que en enero iba a bajar y hoy en día no ha bajado nada”, indica a ANCCOM un  empleado de una carnicería de Parque Patricios, ubicada en La Rioja al 2100. En tanto, en la misma cuadra, en una panadería, su empleado señala: “Si bien para fin de año aumenta siempre el precio del pan y de las facturas, la gente no dejaba de comprar nunca. Desde enero que vimos bajar la venta, por eso le dijimos al maestro pastelero que baje la producción de tortas, masas y todo lo que pueda no ser tan necesario. Estamos produciendo menos porque ya sabemos que vamos a vender menos”.

La recorrida llega a Balvanera. Allí, en una verdulería ubicada en Moreno al 2700, su dueño cuenta: “Si no sigo la corriente de subir ahora, me quedo sin pagar los gastos después, y si veo que no vendo la mercadería la pongo en oferta y sale al toque”. Mientras tanto, en un supermercado “chino” de avenida Córdoba al 2300, el cajero advierte que cuando aumenten los servicios, especialmente el de luz, deberán reflejarlo en el precio que va a verse en las góndolas.

Precios que vuelan

De acuerdo con un informe de consumo que releva la Dirección General de Estadísticas y Censos del gobierno de la Ciudad, la canasta de alimentos de primera necesidad para una familia porteña tipo integrada por dos adultos de 35 años en actividad, compuesta por un hombre y una mujer, con dos hijos varones de entre 6 y 9 años e inquilinos de vivienda, reveló un incremento de 4,22% en diciembre pasado. Esta cifra supera a la de la canasta total (3,25 por ciento), en la que se incluyen algunos servicios mensuales, y a la de la inflación informada por el mismo organismo, la cual registró una suba del 3,9% en el mismo mes. Se trata del mayor aumento de dicha canasta desde enero de 2014, período en que el anterior ministro de Economía Axel Kicillof había instrumentado una devaluación cercana al 20%.

El Centro de Estudio Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO) realiza todas las semanas un relevamiento de la economía argentina. Su director, Andrés Asiain, anticipó a ANCCOM que la inflación de precios en los alimentos registrada en enero de 2016, a nivel nacional, cerró con un alza del 4%, con lo cual, de seguir esta tendencia, el aumento de los bienes y servicios durante 2016 será el más alto en muchos años. Los guarismos han sido calculados a partir de un estudio sobre el precio de unos 20.000 alimentos que se comercializan en supermercados de todo el país.        

Consultado sobre las razones principales de este aumento en los productos alimenticios, Asiain subraya tres: “La devaluación del 45%, la baja a cero de algunas retenciones, que va de la mano con la apertura y desregulación de la exportación (y que impacta sobre todo en la carne), y la destrucción de los organismos de regulación de precios, entre ellos, el desmantelamiento de las estructuras de la Secretaría de Comercio, que se encargaban de fiscalizar y de que los supermercados no se excedieran en la remarcación de precios”.  

El informe del CESO demuestra una escalada de precios no solo en los bienes comestibles sino en otros productos básicos que se venden en comercios. Las mayores alzas se registraron en los rubros piletas (16%), electricidad e iluminación (14,6%), farmacia (11,9%), ropa de bebé (11,6%) y ferretería (10,2%).  

El mismo estudio también señala que el costo de la canasta básica alimentaria por adulto para los últimos siete días de enero fue de 1.496 pesos, con una suba del 4% en el período de la primera a la última semana del mismo mes. Entre los incrementos más considerables se destacan las hortalizas (79%), las legumbres secas (32%) y las harinas de maíz (28%). Además, ese registra un aumento en los alimentos frescos (2,4%) y secos (2,9%), las bebidas (3,2%), los artículos para el hogar (5,4%, muchos de los cuales son importados), los productos de limpieza (3,8%) y perfumería (5,6%), y textiles (4,1%). Sobresalen como excepciones la baja en el importe de los quesos (28%) y los huevos (6%).

Martín Burgos es coordinador del departamento de Economía Política del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. De acuerdo con su diagnóstico económico, “la baja de retenciones impacta de lleno en el comienzo de la cadena inflacionaria. El favorecimiento al sector exportador de alimentos redunda en un impacto en los productos básicos, como maíz y trigo, y a partir de eso, en la producción de harina, fideos, polenta, entre otros, e incluso hay un impacto en la alimentación animal que repercute en el precio de la carne”. Y agrega que “el accionar del nuevo Gobierno es un error ideológico que no puede sostenerse políticamente a largo plazo. La quita del poder adquisitivo de los consumidores se ve reflejada en estos aumentos que no van acompañados de un aumento en los salarios. Y todavía falta la repercusión del aumento en las tarifas de servicios”.        

Por otra parte, tanto Asiain como Burgos comparten la evaluación de que son los supermercadistas grandes quienes se ven beneficiados por el desmantelamiento de la estructura de regulación de precios. “Hay vía libre para aumentar los precios a su antojo sobre productos que no pueden ser reemplazados, porque todos necesitamos comer”, afirma Asian. Por su parte, Burgos explica: “La medida de Precios Cuidados fijaba al menos un precio de referencia para el resto de los alimentos”. Cabe aclarar que ese programa sigue existiendo, pero con muchos menos productos que antes.

Para Asiain el aumento de precios en general a mediano y largo plazo no termina beneficiando a la clase empresarial local, pues, “van de la mano de una disminución del consumo interno. Lo que ganan como mayor margen de ganancia empresarial lo van a perder en disminución del volumen de venta”. Por su parte, Burgos manifiesta: “Hay una política clara a favor del sector agroexportador sin obligación de liquidar los dólares en el Banco Central una vez que concretan la oferta, y recomponiendo la rentabilidad en un contexto internacional de bajo precio de la materia prima a costa del resto de la población. La prioridad era recomponer la rentabilidad de los grupos exportadores más tradicionales que en dos años vieron aumentar los costes de producción y mermar su ganancia por la baja de los precios de lo que exportaban y empresariales y llevar a cabo una política de redistribución de ingresos”.

El rol de la economía popular

La Federación de Organizaciones de Productores de Alimentos (FOPAL) está conformada por cooperativas de trabajadores, familias y asociaciones civiles vinculadas a la elaboración e industrialización de productos alimenticios. Surgió en septiembre de 2012, luego de que sus integrantes tomaran contacto entre sí por la mal llamada “crisis del campo” de 2008. Su objetivo consiste en consolidar un sistema comercial alternativo, por fuera del control abusivo de las grandes firmas que hegemonizan la distribución y venta de alimentos en el país.

José “Tato” Beamonte dirige esta Federación que aglomera a representantes de nueve provincias. “La formación de precios no lo damos nosotros los productores reunidos en asociación y con estructura de economía solidaria, sino la da este modelo concentrado que viene de hace mucho tiempo, y que en este nuevo escenario se ha hecho todavía más fuerte”, declara a ANCCOM el dirigente mendocino. “Este modelo de economía concentrada deja en el fondo a los pequeños y medianos productores y no favorece la distribución de alimentos, todo lo cual repercute en el precio cuando vamos a comprar al supermercado”, denuncia Beamonte.

La mayor concentración de la industria y los canales de distribución redunda en una suba antojadiza de los precios que no beneficia necesariamente al productor: “Producimos con nuestra materia prima y le sumamos el valor agregado y cuando llega el producto a las góndolas termina siendo un 200 o un 300% mayor que el costo de producción. Nosotros mantuvimos los precios y en los casos de los productos primarios que subimos lo hicimos apenas un 15% y no lo que se está viendo en los supermercados”, explica el presidente de la FOPAL.
Los actores favorecidos son los grupos concentrados y las cadenas grandes de supermercados, pero Beamonte observa que la remarcación de precios es todavía más complejo: “Es una cuestión cultural más grande. El comerciante que tiene una verdulería va al Mercado Central a abastecerse y compra, para poner un ejemplo, un melón, que es el que cosechamos y envasamos en Mendoza, y lo paga a 12 pesos, y lo termina revendiendo a 60 o 70 pesos sin que haya habido ninguna razón para hacerlo”.

Beamonte critica el accionar de “la cadena de comercialización de supermercados y la cadena de proveedores de insumos para la producción de alimentos, grupos concentrados que monopolizan el producto, como el caso del vidrio, que está en manos de Cattorini Hnos. y Grupo Rigolleau”. El dirigente asegura: “Ambos están de acuerdo entre sí, y dicen cuánto hay que pagar y cuándo se entrega, y no queda otra porque son los únicos que abastece de ese material”.

Por su parte, Ignacio Vila, a cargo del área comercial de la FOPAL en la Ciudad de Buenos Aires y dice: “La quita en las retenciones no favorece a los pequeños y medianos productores sino a los grupos concentrados, que son los supermercados y la gran industria alimenticia. Estos grupos como La Serenísima les compran a los tamberos chicos y medianos y no les pagan más que antes, porque aprovechan su dominio sobre la cadena de valor, al ser los únicos que compran leche para la fabricación a gran escala”, y agrega: “Este mismo ejemplo se extiende a otros productos. La manzana que se vende a 40 pesos el kilo fue comprada por el intermediario o comercializada al productor a 4 pesos, y este no tiene alternativa que aceptar el precio que se le ofrece porque no hay forma de poder sacar su producto por otro medio”.

Respecto del desarme de los canales de control del nuevo Gobierno, Vila declara: “No es que la intervención del Estado es siempre exitosa, pero antes había una serie de medidas que ponían un tope al aumento de precio, como la política de fijar un precio de referencia que hoy es solo nominal, porque las cadenas de supermercados no le dan importancia. Cuando el Estado se retira de la puja de imponer precios es el mercado el que decide, y en el mercado hay actores y son los actores grandes los que terminan prevaleciendo e imponiendo su decisión. Y Argentina tiene una estructura muy concentrada: hay poquitos actores muy grandes y muchísimos actores muy pequeños”.       

Actualizado 10/02/2016