Por Mariela Belén Rodríguez
Fotografía: Laura Pasotti

Este año se abrió con la incertidumbre por el futuro del Zoológico de Buenos Aires. A los recurrentes problemas gremiales se les suman las constantes denuncias por parte de  ONGs defensoras de los derechos del animal sobre las condiciones en las malas condiciones en que viven distintas especies. ANCCOM relevó el estado de situación del parque y las críticas que afronta la empresa concesionaria por presuntos incumplimientos contractuales..

Jardín Zoológico de la Ciudad de Buenos Aires  S.A. es la firma que  consiguió la renovación de la concesión en el año 2012 por un decreto firmado por el entonces Jefe de Gobierno Mauricio Macri, ofreciendo un canon de 1.010.000 pesos, el cual hoy en día debería ser una suma superior, según denuncia Laura Torres, veterinaria y delegada  del Sindicato Único de Trabajadores del Estado de la Ciudad de Buenos Aires (SUTECBA). Pero a ese cuestionamiento se le suman las denuncias sobre las condiciones en las que tienen vivir algunas de las especies alojadas en el lugar.

La institución actualmente cuenta con más de 2500 animales entre los que se encuentran mamíferos, reptiles, aves y peces. El último acontecimiento  que puso sobre el tapete a los derechos de los animales  fue la muerte de dos lobos marinos en el mes de julio. Debido a la mayor cantidad de visitas por las vacaciones de invierno, estas criaturas habían sido obligadas a realizar quince espectáculos, cuando cotidianamente no pasan los tres shows por día. Según especifica la ONG Sin Zoo, una loba se descompuso esa noche pero no fue socorrida por ningún veterinario del recinto, mientras que el otro ejemplar murió de sobrealimentación. A esto se suma la violación de la ley 1446, sancionada en el 2006 por la Legislatura porteña, que declara la prohibición de espectáculos en los que participen animales, sin importar su especie.

Torres denuncia irregularidades tales como “falta de inversión en recintos y ambientes acordes con las características de cada animal, falta de comederos y bebederos, ausencia de  construcciones para que los trabajadores puedan estar cerca de los animales sin correr riesgos, falta de personal, de medidas de seguridad y de protocolos de emergencia”. También explica que muchas veces son los trabajadores los encargados de llevar lo necesario para enriquecer los ambientes de los animales o arreglar lo dañado, ya que la empresa se niega a invertir para tareas de mantenimiento. “La concesión, al ser por cinco años, deja en claro que la empresa que la toma se va a dedicar solo a recuperar ese dinero, nunca en mejorar las condiciones de los animales que aquí habitan. No se le puede dar el manejo de la institución a un grupo que desconoce las  mínimas condiciones de bienestar animal”, agrega Torres.

Los trabajadores del zoológico realizaron un paro en octubre, luego de que la empresa incumpliera varios acuerdos con los empleados. “Si bien nuestra lucha está más documentada desde el punto de vista laboral, por las numerosas reuniones en la Subsecretaría de Trabajo y Relaciones Laborales del Gobierno de la Ciudad, es una realidad que la falta de inversión por parte de esta empresa que quiere llevarse la mayor cantidad de dinero a costa de los animales y los trabajadores es el punto central del malestar. No invierten para mantener mínimas condiciones para ninguno”, manifiesta Torres.

Los veterinarios, cuidadores y biólogos tienen un tipo de trabajo considerado insalubre y riesgoso,  por los animales con los que establecen contacto y debido a esto tienen una jornada de 36 horas semanales. Desde el 2011 se encuentran negociando con la empresa para mejorar las condiciones laborales. “Hoy si se escapa un animal peligroso de su jaula, porque las puertas funcionan mal o porque hay solo un cuidador en la sección, nadie sabe cómo proceder. El público visitante depende de que los trabajadores nos pongamos entre ellos y el animal. Así de riesgoso es nuestro trabajo. Somos tan indispensables como los animales, y por eso nos quedamos, por eso luchamos”, remarca la delegada.

Los trabajadores del Jardín Zoológico han podido conseguir reivindicaciones aisladas, como ropa de trabajo y paritarias. Estas últimas, según la delegada, no se reflejan en su bolsillo ya que hace años no hay una recomposición de su salario. Torres denuncia que el Gobierno de la Ciudad hace oídos sordos a sus reclamos en defensa a la empresa concesionaria: “A pesar de que en los pliegos de concesión dice que el concesionario debería mantener todo en perfectas condiciones,  está claro que esta empresa devolverá una ruina en lugar del parque que ganó en la subasta”, dice. Y agrega que la Dirección General de Concesiones, encargada de controlar el accionar de la empresa, mira para otro lado y aguarda pasivamente hasta el 2017, año en que se termina la concesión.

Por otra parte, el Legislador porteño por el partido Bien Común y titular de la Fundación “La Alameda”, Gustavo Vera,  afirma que “las condiciones en que están los animales son desastrosas sin perjuicio que la concepción de zoológico no solo sirve para una entrada cara y elitista, sino también para un eventual lavado de dinero. El señor  (Jorge) Aguado, director de la concesión del Zoo, conoce del tráfico de chimpancés porque tuvo una causa, en 1991. No es extraño que esta cárcel medieval pueda ser un mecanismo de lavado, con la excusa que están comprando animales, que los arrancan de su ecosistema generándoles una tortura». Los trabajadores del Zoo frente a su situación se han acercado a varios diputados como Adrián Camps (PSA), Hernán Rossi (ECO), Paula Penacca (FpV) y Marcelo Ramal (FIT), a los que se sumó Vera con el objeto de resolver el conflicto.

Otras voces que se oponen con fuerza a la existencia del Zoológico son las organizaciones defensoras de los derechos del animal; una de ellas es Sin Zoo, que se formó en el año 2012 con el objetivo de  liberar a los animales y acabar con el lucro basado en el cautiverio y su explotación. Los activistas del  grupo realizaron varios abrazos al predio y denunciaron el estado en el que se encuentran actualmente los ejemplares, algunos en situación patológica y que padecen lo que se llama estereotipias o zoocosis, tal como se conoce a los movimientos repetitivos, como ir de un lado a otro o sacudir la cabeza..

Andrei Chtcherbine, integrante de Sin Zoo, explica: “Un animal encerrado en un pequeño recinto, rodeado por gente donde hay a veces miles de personas que lo visitan diariamente, necesita aislarse del mundo de alguna manera, y los síntomas que tienen en la zoocosis son bastante parecidos a los que tienen las personas autistas, que también están aislados del mundo porque evidentemente hay estímulos que le provocan malestar”. Andrei, junto con sus compañeros de la organización, formuló un proyecto de ley para reformar el Zoo. La idea general es que el lugar se transforme y deje de exhibir animales. Su función sería rehabilitar a aquellos provenientes del tráfico ilegal de especies. “La idea es que no deje de ser un paseo público, pero ¿cómo puede ser que las personas vayan al lugar y al mismo tiempo no vean animales? No es que no va a haber animales, sino que las personas van a ir y se van a llevar otro mensaje. Vamos a recuperar los edificios históricos, vamos a recuperar un paseo típico de lo que es la Ciudad de Buenos Aires, porque el Zoo es un icono de la ciudad”, cuenta. Además, señala que  el Zoo fue arrebatado por una empresa privada, y que el público  tiene que pagar 180 pesos para entrar a conocer edificios históricos que son patrimonio de su ciudad. Además,  afirma que ningún museo de la Argentina cobra ese precio, ni siquiera el Parque Nacional Iguazú que es uno de los más caros y turísticos del país, el cual su entrada tiene un valor de  160 pesos.

Como el predio tiene más de quince hectáreas, el proyecto propone tener un sector de rehabilitación donde también ubicarían a aquellos ejemplares que no puedan colocar en otro lugar, sobre todo los que padecen patologías severas debido a su permanencia en el zoo. La iniciativa también contempla la conservación de los puestos laborales. El resto del espacio se destinaría al paseo público donde, además de conocer los edificios históricos, las personas podrán interactuar con los empleados, quienes serían capacitados para visitas guiadas y para dar a conocer los procedimientos de conservación. También se incluirían puestos  de asociaciones ambientalistas  para que informen a los visitantes, y un museo en los recintos antiguos, donde se mostrarían fotos de cómo eran exhibidos los animales ahí , con el propósito de que las personas comprendan que un recinto con esas características no puede ser apto para ningún ser vivo.

En cuanto al contacto con los animales, Andrei comenta: “La idea, además, es mostrarle a las personas cómo rehabilitamos y cómo los liberamos luego en sus ambientes naturales, pero no pueden ser mostrados de manera directa al público porque el proceso de rehabilitación se va a ver truncado; los animales se acostumbran a la gente, se estresan por el ruido. Entonces la idea original fue introducir algunas cámaras en los recintos para que las personas puedan ver cómo se está comportando el animal y que haya una persona que relate cómo fue decomisado del tráfico ilegal, por qué los animales silvestres no son mascotas; y luego organizar tours en los cuales podrán ser partícipes de la liberación después del proceso de rehabilitación”.

Respecto a estas tentativas de  ONGs de cerrar el Zoológico, la delegada Torres afirma: “Nadie aquí cree que estos animales deben estar cautivos, el Zoológico existe y es por eso que debemos darles las mejores condiciones a los animales que viven en él”. Y afirma que han tenido contacto con aquellos que promueven estos proyectos de liberación y modificación del parque, y opina que es necesario que los trabajadores que se encuentran efectuando sus tareas sigan haciéndolo por varios años. Si bien no temen por sus puestos de trabajo, intentan evitar que, con la continuidad de la concesión, no quede nada que pueda ser reconvertido en un parque ecológico y ambiental para los porteños. “Apoyamos los proyectos de reconversión y esperamos que se puedan desarrollar de manera que sirvan para concientizar sobre la vida, el respeto y la educación. Y porque los animales autóctonos tengan un lugar para rehabilitarse de las ofensas humanas y una oportunidad para volver a la naturaleza”, agrega. Por su parte,  Vera propone “iniciar un debate con todos los sectores; ONGs por los animales, los trabajadores, funcionarios, legisladores y vecinos para que piensen en una reconversión del Zoo en un espacio educativo, de investigación y rehabilitación de especies autóctonas”

Desde Sin Zoo creen que su proyecto va a ser aceptado y que la gente se va a llevar una mejor imagen. Andrei agrega: “Este es uno de los primeros por el que vamos pero este no va a ser el último; vamos a ir a cada zoológico de la Argentina a tratar de implementar el proyecto, seguramente las personas no solamente van a salir más contentas sino que van a querer apoyarlo porque se van a dar cuenta de que esa es la forma de tratar a los animales y de contribuir con la conservación”.