Por Camila Selva Cabral

“En la Argentina no es fácil conseguir copias fílmicas de películas de otras épocas. Los especialistas en preservación audiovisual calculan que al menos el 90 por ciento del cine mudo y el 50 por ciento del cine sonoro argentino se perdieron”, advierte Daniela Kozak en la introducción del libro La imagen recobrada. La memoria del cine argentino en el Festival de Mar del Plata, publicado y presentado en el reciente 30° Festival cinematográfico de la Costa Atlántica.

Desde sus inicios, la única muestra Clase A de toda Latinoamérica ha sido una activa defensora de la historia del cine argentino. Y la trigésima edición no fue la excepción. “Este año hemos logrado comunicar que nos interesa el cine del pasado con la misma intensidad con el que nos interesa el del presente, y mucha gente ha respondido a eso”, comentó Fernando Martín Peña, director artístico del Festival en diálogo con ANCCOM. Además de la publicación de libros y folletos, la reciente edición propuso un abanico de homenajes a cineastas como Hugo del Carril, Ralph Pappier y Leonardo Favio. También sobresalió el Programa de Recuperación del Patrimonio Audiovisual. En total, se proyectaron más de 100 copias en 35mm., entre las que se destacaron la restauración de Los venerables todos, de Manuel Antín, que finalmente pudo exhibirse como estreno mundial después de 50 años; y Sangre Negra, de Pierre Chenal, que se proyectó en el Teatro Colón de Mar del Plata, espacio que este año –y gracias al Festival– recuperó dos proyectores que le pertenecían.

Daniela Kozak, Fernando Martín Peña, Paula Félix-Didier y Roger Koza en la presentación del libro.

Con retrospectivas, charlas, exposiciones, homenajes a directores, proyecciones de películas restauradas y numerosas publicaciones, el Festival de Cine de Mar del Plata ha reforzado su rol de salvaguarda de la memoria histórica del cine nacional, principalmente en los últimos años bajo la presidencia de José Martínez Suárez. Sin embargo, estas acciones no estaban documentadas de una forma que permitiese ver y entender su importancia, hasta que Daniela Kozak, periodista e investigadora especializada en cine, organizó el recorrido histórico en La imagen recobrada, junto a los aportes de Fernando Martín Peña, Paula Félix-Didier y Roger Koza.

“El Festival había sido un núcleo alrededor del cual habían participado investigadores e  interesados en el cine argentino –recordó Peña-. Hay un antecedente fantástico de esta voluntad de rescate historiográfico, una charla que dio Josué Quesada, pionero del cine mudo, en la muestra no competitiva de 1948”. Luego señaló que el ejemplo más importante de rescate fue Nobleza gaucha -foto de tapa del libro editado por Kozak- que hoy existe porque en 1965, cuando se cumplieron 50 años del estreno de la película, el Festival hizo una copia del único negativo que había en ese momento para exhibirla como homenaje. “La dificultad en todo esto estriba en que el Festival parece un evento efímero, lo hemos querido creer efímero durante años –reflexionó Peña-. Pasa un torbellino de películas durante 10 días, fugazmente, y se acabó. Pero resulta que no es así, quedan un montón de cosas”.

El crítico de cine Roger Koza, por su parte, destacó la función de los festivales en la construcción de espectadores y la labor de Mar del Plata en dicho sentido: “Si el presente no se entiende en función de ciertas cuestiones vinculadas al pasado, los festivales pueden terminar planteando preguntas y dando respuestas respecto del cine que, si no son incompletas, hasta pueden ser erróneas”, señaló. También mencionó su preocupación por la experiencia cinematográfica en relación al cambio epocal: “Hay una cantidad de personas que ya no tienen el conocimiento de distinguir una imagen digital a una imagen analógica, no es sólo un problema de distinción, se ha perdido un criterio y un saber para poder reconocer. Y hay una diferencia en la experiencia perceptiva de lo analógico y lo digital que implica un cambio en el sistema de parpadear frente a la imagen –continuó Koza–, una forma de experiencia material del cine que se trastoca. Esto ni siquiera se piensa, simplemente se lo vive como tal”.

Ante estas problemáticas, el espacio de los festivales -y el Festival de Mar del Plata en particular- se presenta, también, como un lugar de aprendizaje y formador de espectadores que tienen la posibilidad de contrastar tanto las materialidades como las temáticas y los recursos del cine actual y del cine del pasado. De allí la importancia de abrir las puertas de estos espacios para invitar a una diversidad de públicos y evitar caer en la parodia del regodeo festivalero. Los expositores enfatizaron, además, la importancia de la voluntad pública y la necesidad de una activa política de estado para garantizar el acceso, profundizar la historicidad y asegurar que el patrimonio audiovisual perdure en el tiempo.

«Los especialistas en preservación audiovisual calculan que al menos el 90 por ciento del cine mudo y el 50 por ciento del cine sonoro argentino se perdieron”, explicita Kozak en su libro.

Conservar, preservar, restaurar, rescatar, exhibir

La historiadora Paula Félix-Didier, directora del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken de la Ciudad de Buenos Aires, detalló las diferencias entre los conceptos asociados a la problemática de la preservación audiovisual, “una tarea constante que empieza con la búsqueda de los materiales y termina en la exhibición para llegar a la mayor cantidad de gente posible”.

La primera de las labores de archivo es la conservación, a lo largo del tiempo, del material tal como fue recibido. La duración, en este punto, depende del material. En un contexto de temperatura y humedad controladas, el fílmico dura 150 años; mientras que el magnético y el digital no superan los 30 años. Pero existe otra posibilidad, la preservación, que consiste en obtener un nuevo máster ya sea un negativo en el caso del fílmico o una nueva copia digital.

“La tarea más conocida pero la que menos hacemos en los archivos es la de restaurar -explicó Félix-Didier-. Primero porque es la que necesita más recursos y segundo porque no es fácil llegar a la restauración de una película, que implica devolverle la calidad original, aquella que tuvo en el momento en que se estrenó”. En ese sentido, la historiadora señaló la necesidad de pensar y debatir una ética de la restauración: “Cuándo estamos devolviendo la calidad original y cuándo estamos aportando algo que no estaba. Hasta dónde eso está bien y si corresponde la pregunta de si está bien”, se cuestionó Félix-Didier.

Lo que más se realiza, en cambio, es rescatar. “Del olvido y, a veces, de la negligencia”, agregó Félix-Didier. Olvidada o mal etiquetada, en muchos casos, la copia estaba. En esos casos, no es necesario otro proceso sino el de reencontrar las películas con el público. “La actividad del festival tiene que ver con eso, volver a darle un contexto y un sentido a películas que hace tiempo que no se ven, eso puede implicar una restauración o no”, explicó la autora del capítulo “Que el viento no se lo lleve”, de La imagen recobrada, donde se pone en evidencia la dificultad de las acciones de rescate que realiza el Festival de Mar del Plata.

Hay dos versiones de Sangre negra. La copia que había sido mutilada por la censura norteamericana y convertida, así, en una película con otro sentido donde sus aspectos más interesantes habían sido cortados.

El extraño caso de Sangre Negra

“Una película de ambientación norteamericana, hablada en inglés, situada en Chicago, sobre una problemática esencialmente norteamericana. Protagonizada por un escritor fundamental de la literatura norteamericana contemporánea, el pionero Richard Wright. Dirigida por Pierre Chenal, un director francés que supo ser internacional. Pero filmada y producida íntegramente en Argentina, entre 1950 y 1951”. Así presentó Fernando Martín Peña la primera proyección de Sangre Negra, una de las películas más raras de la historia del cine realizado en nuestro país.

Argentina, el país que cobijó a su director perseguido por el nazismo y, por tanto, hizo posible su rodaje, fue partícipe activo del rescate de Sangre negra, junto a Mike Mashon, de la Biblioteca del Congreso de Virginia, Estados Unidos, figura central en la preservación del film en 35mm. “Sangre negra aborda el tema del racismo de una manera muy franca, lo cual es muy inusual para la época y también debemos decir que se atiene mucho al texto original”, señaló Mashon durante la presentación del libro Sangre negra. Breve historia de una película perdida, una minuciosa investigación del antropólogo argentino Edgardo Krebs sobre las peripecias del film.

Hay dos versiones de Sangre negra. La copia que había sido mutilada por la censura norteamericana y convertida, así, en una película con otro sentido donde sus aspectos más interesantes habían sido cortados. Y la versión internacional, más extensa, cuya exhibición fue muy limitada. Pero incluso a la versión internacional le faltaban unos minutos que sí estaban en una copia en 16mm que había adquirido Fernando Martín Peña en Uruguay a principios de los 2000 y que completará la versión restaurada en progreso.

La película está basada en Native Son, la novela escrita por el autor afroamericano que más se lee en los colegios de Estados Unidos; el propio Mashon, de hecho, la había leído durante su secundaria. El libro -prohibido en muchos lugares del sur estadounidense por su carácter controversial- fue escrito por Richard Wright, quien además ocupa el rol protagónico de Bigger Thomas en el film, un joven negro de Chicago que mata por accidente a la hija de sus empleadores y decide ocultar el crimen. “Una cuestión fundamental era el miedo –explicó Peña–. Efectivamente el protagonista es culpable, ha matado a otra persona, pero esa violencia se justifica por años de violencia que se han ejercido sobre él y su raza. En cualquier película hollywoodense convencional, el protagonista negro si es una víctima de la sociedad racista sería inocente de cualquier crimen que se lo acuse. Éste es culpable pero al mismo tiempo no lo es”.

La copia en 35mm que se proyectó en Mar del Plata, además de respetar la versión original, permite apreciar la excelente escenografía de Gori Muñoz que, si no se conoce esta historia, jamás se podría decir que fue filmada en los estudios de Argentina Sono Film. “Es una película muy importante. Me pone muy feliz que podamos proyectarla y de cierto modo revivir las escenas de la película. Tengo que decir que la calidad fílmica es muy buena. Y espero que el hecho de que se proyecte aquí, que se empiece a hablar de esta película, contagie a otros lugares del mundo y quieran también proyectarla. Esperamos que ahora más personas tengan la oportunidad de verla”, se ilusionó Mashon.

Luis Ormaechea, docente de Historia del Cine en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC) y editor del libro acerca de Sangre negra que publicó el Festival de Mar del Plata, indicó que el mismo incluye una historia sobre la segregación racial en Estados Unidos y el contexto en el que se crió Richard Wright, un capítulo acerca de la obra de teatro dirigida y protagonizada por Narciso Ibáñez Menta en 1944, y otro capítulo que recorre los avatares que atravesó el rodaje de la película; además de una ficha técnica detallada por el mismísimo Pierre Chenal, posters del estreno en Argentina, historietas que promocionaban el film en las revistas de la época, y fragmentos de Recuerdos de cineasta, donde Pierre Chenal narra anécdotas relativas a su oficio.