Por Marisol Andrés
Fotografía: Daniela Yechua

Mientras recorre la calle Avellaneda, Florencia que tiene 25 años y busca conjuntos de lencería para re-vender, opina que en los shoppings “inflan muchas veces los precios y uno termina pagando marca y no calidad”. Como Florencia, miles de personas recorren de lunes a sábado los más de 2.000 locales de ropa, galerías y paseos de compra del mayor centro comercial de la Ciudad de Buenos Aires, en busca de precios más accesibles.

Fátima, que hace dos años trabaja como vendedora en la zona, asegura que “en los últimos años se incrementó la cantidad de gente que compra debido a que hay más locales de ventas a minoristas que antes” y que “en la mayoría de los casos las prendas salen un 50 por ciento más económicas, o incluso más, que en otros locales”.

Silvana, que tiene 26 años y viaja desde San Martín para comprar remeras y jeans, sostiene que si bien a veces la ropa no tiene la misma calidad, otras veces la única diferencia es que “se le agrega una etiqueta de marca”, y que la diferencia en los precios radica en las “manos intermediarias por las cuales pasa el producto entre su fabricación y reventa”.

Según datos brindados por la Fundación Pro-Tejer –entidad que promueve “el diálogo entre los distintos actores de la cadena de valor de la indumentaria”–, el costo de producción nacional de una prenda de marca representa tan sólo un 15% de su precio. Este porcentaje da cuenta de la brecha existente entre fabricación y venta: un jean que hoy se paga 1200 pesos, tiene un costo de elaboración de apenas 180.

 Shopping Galerías Pacífico.

«Un jean que hoy se paga 1200 pesos, tiene un costo de elaboración de apenas 180.» Centro comercial Galerías Pacífico.

En su investigación “La formación del precio de la ropa”, publicado en 2012, el economista Mariano Kestelboim afirma que el mercado de indumentaria está dividido entre un sector formal, el 20 por ciento, que tiene elevados precios de venta, mientras que el 80 por ciento restante corresponde a un fragmento informal caracterizado por canales ilegales de importación y producción que ofrece precios más bajos. En algunos casos, la ilegalidad implica delitos intolerables, como la trata de personas y relaciones laborales que lindan la esclavitud en los talleres textiles clandestinos.

En su trabajo -que se centra en el sector formal-, Kestelboim explica que “el crecimiento de la economía derivó en un boom inmobiliario que afectó directamente la formación de precios en algunas cadenas de valor en Argentina y en la región”. Debido a una mayor demanda de inmuebles para uso comercial que no se correspondió con la inversión destinada a la construcción de locales nuevos, se produjo un elevado grado de concentración, principalmente en los shoppings. A raíz del exceso de demanda y la especulación, los espacios comerciales se revalorizaron y esto se trasladó a los productos en venta. Además hay que sumarle los  “mayores costos financieros y elevados gastos de las marcas para posicionarse”, puntualiza Kestelboim.

«A raíz del exceso de demanda y la especulación, los espacios comerciales se revalorizaron y esto se trasladó a los productos en venta.»

En resumen, la estructura del precio de indumentaria se constituye de la siguiente manera:

  • 15% de costo de producción (materias primas más mano de obra);
  • 19% por “desarrollo de la marca”;
  • 39% de costos comerciales (alquiler de locales) y financieros (por el uso de tarjetas de crédito y débito);
  • y 27% de impuestos.

Como una alternativa a este proceso de concentración, hace tres años y bajo el paraguas de Pro-Tejer, se formó la asociación civil Dogma 13, cuyo objetivo es certificar comercios y facilitar la construcción de redes entre vendedores y consumidores más allá de los shoppings. Dogma 13 promete calidad y buen precio a los compradores, y caudal de consumo a los comerciantes para que puedan vender a precios accesibles.

Debido a la incapacidad -o falta de voluntad- de los actores del mercado de la indumentaria para achicar la brecha existente entre los precios de producción y los precios de venta, muchos consumidores han volcado su demanda a un mercado más informal.

La economista Julieta Loustau, integrante de Pro-Tejer, señala que “la idea era ofrecer una herramienta de publicidad a PyMEs que no se encontraran en centros comerciales o grandes avenidas, a través de las redes sociales, para publicitar sus productos, y con la estructura de combos otorgar descuentos”, pero reconoce que hoy “no está en funcionamiento” y que “por el momento desde la Fundación no hay proyectos para reducir los precios al consumidor de la ropa”.

Debido a la incapacidad -o falta de voluntad- de los actores del mercado de la indumentaria para achicar la brecha existente entre los precios de producción y los precios de venta, muchos consumidores han volcado su demanda a un mercado más informal. Este tipo de distribución de la renta no es exclusivo de la producción textil. La cadena de valor de buena parte de los productos de consumo masivo repiten distorisiones semejantes.