Por Yolanda Escalada
Fotografía: Deborah Valado

Una tarde de diciembre la vorágine de la cotidianeidad acelera a los pasajeros de la línea C de subte en la estación Moreno. Como si fueran muñecos a cuerda, suben y bajan de las formaciones sin mirar alrededor, sin darse cuenta que España los invita a recorrer sus paisajes en los muros del andén. La línea de los españoles, como la bautizaron alguna vez, regala desde 1934 imágenes de Bilbao, Santander, San Sebastián, Alava y Navarra sobre el lado que va a Retiro y de Santiago, Lugo, Asturias y Santander del lado que va a Constitución.

Murales en Cerámica en la estación de subte Linea C Mariano Moreno.

Murales en cerámica en la estación de subte Línea C, Mariano Moreno.

Estos murales hechos de cerámica, impulsados por Rafael Benjumea y Burín, un ministro de Miguel Primo de Rivera, quien fuera presidente del Consejo de Ministros de España entre 1923 y 1930, se ven deteriorados por las filtraciones de agua que desde la plataforma superior caen sobre los dibujos, dejando manchas grisáceas. El muralismo es una disciplina artística que busca dejar de lado el caballete e intenta poner el arte en la vía pública; su objetivo es dejar una marca significativa que sea vista por todos los que pasan por ahí, como ocurre con las regiones de España. Muchas son las paredes de la Ciudad de Buenos Aires que cobran sentido con estas expresiones cuyos orígenes pueden remontarse al arte rupestre. Sin embargo, estas obras también sufren los pormenores de estar expuestas a una ciudad descuidada y acelerada. Para muestra un botón es más que suficiente. En 2007, Santiago Pusso vio el peligro que corrían estos murales debido a la remodelación y ampliación que estaba llevando a cabo Metrovias, la concesionaria de los subterráneos de Buenos Aires. Después de un tiempo dio con un funcionario, Nicolás Gallo -ex secretario de Producción y Servicio de la ciudad- quien consiguió que la Ciudad declarara monumentos históricos a las estaciones. Así nació Basta de demoler, una organización civil que con 20 miembros activos y más de 150 voluntarios trabaja a pulmón para cuidar el patrimonio de los porteños y evitar la demolición indiscriminada, hija de la actitud compulsiva a construir de la modernidad. A casi siete años de su formación, Basta de demoler enfrenta una demanda por parte del Gobierno de la Ciudad por 24 millones de pesos. El reclamo se basa en los daños y perjuicios que esta asociación habría provocado al detener vía judicial las obras en la futura estación Plaza Francia en los comienzos de 2012 cuando su intención era preservar el patrimonio natural e histórico de la plaza, incluidos los árboles que ya habían sido removidos por los contratistas.

Murales del Grupo Espartaco ubicados en el hall de la sede central de SOIVA (Sindicato del Vestido)

Murales del Grupo Espartaco ubicados en el hall de la sede central de SOIVA (Sindicato del Vestido)

A lo largo de la historia del muralismo como trabajo artístico en el espacio urbano, la preponderancia de lo estético en una primera etapa – como en el caso de “La Casa de los lirios” en avenida Rivadavia 2031– dio paso en el período de entreguerras a una búsqueda por vincularse con lo socio-político. Diego Rivera y David Siqueiros postularon desde México la necesidad de un arte público y ornamental basado en sus propios orígenes, dejando la influencia europea. Ellos exaltaban las luchas sociales y el combate a los privilegios de clase. Si por el calor de la tarde, se decide dejar el subte y salir a la superficie en la estación Lavalle, al caminar hacia el 737 de la calle Tucumán se pueden ver los murales en relieve “1ª de Mayo” y “Dirigentes en Asamblea” del Sindicato de los Obreros del Vestido como testimonio de este tipo de representación política. Fue realizado por el Grupo Espartaco, un colectivo de artistas surgido en 1959, cuyos principales exponentes fueron Ricardo Carpani y Pascual Di Bianco, quienes en su primer manifiesto resaltaban la relación entre el arte, el mundo del

Mural "Educación o Esclavitud" en Paseo Colón y Garay.

Mural «Educación o Esclavitud» ubicado en Paseo Colón y Garay.

trabajo y las luchas sociales: “El arte revolucionario latinoamericano debe surgir como expresión monumental y pública. El pueblo que lo nutre deberá verla en su vida cotidiana”. El grupo logró darle sentido a esos rostros duros con puños en alto que hoy identifican al trabajador que lucha por sus derechos. A fines de siglo XX, este guante fue tomado por los artistas del Taller Muralista de la Unión de Trabajadores de la Educación. Caminando por San Telmo, al llegar al cruce de las avenidas Garay y Paseo Colón, “Educación o Esclavitud”, un mural de 300 metros cuadrados, obliga al transeúnte a levantar su mirada para ver retratado el enfrentamiento en Plaza de Mayo entre los educadores y las fuerzas de seguridad. Todos ellos han logrado sobrevivir al tiempo, la humedad y los funcionarios de gobierno.

Los murales forman parte del paisaje urbano; transforman los muros silenciosos y grises en testimonios de imaginación, memoria y cultura. Sin embargo, dependen de los ciudadanos que los protegen con un trabajo minucioso y detectivesco encontrando recursos legales frente a un Estado que se preocupa más por la rentabilidad económica que por el patrimonio cultural que pertenece a todos los ciudadanos.